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¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Pues, parece que no

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, del autor norteamericano Philip K. Dick. Esta historia fue llevada a la pantalla grande y se convirtió en la película de culto Blade Runner, dirigida por Ridley Scott. El escritor publicó su libro en 1968, un año especialmente convulso en todo el mundo. La Segunda Guerra Mundial había terminado, pero sus secuelas seguían frescas.

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Imagínense vivir en un mundo donde no se puede diferenciar quién es una persona y quién un robot, cuál animal es real y cuál una aparato eléctrico, un mundo devastado por una guerra nuclear donde la única salvación es emigrar a otro planeta. En ese contexto se desarrolla el libro ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, del autor norteamericano Philip K. Dick. Esta historia fue llevada a la pantalla grande y se convirtió en la película de culto Blade Runner, dirigida por Ridley Scott.
Philip K. Dick publicó su libro en 1968, un año especialmente convulso en todo el mundo. La Segunda Guerra Mundial había terminado, pero sus secuelas seguían frescas. Ocurría la Guerra de Vietnam, Alemania estaba dividida por el Muro de Berlín, Estados Unidos y Rusia competían por conquistar el espacio, y en Francia había fuertes protestas en contra del gobierno. En suma, la violencia y los conflictos no cesaban.
En medio de tal revuelta fue que apareció Rick Deckard, el protagonista cuya historia empieza en 1992 —solo 24 años después de la publicación del libro—. Él es un cazador de androides que trabaja para la Policía (pero no es policía), vive con su esposa en un planeta Tierra devastado por la Guerra Mundial Terminus, donde muchos de sus habitantes tienen que viajar a otros mundos porque la Tierra quedó contaminada con un polvo radioactivo que deja infértiles a los hombres, causa mutaciones genéticas y estropea la inteligencia.
La historia arranca con una delirante discusión entre Rick y su esposa Iran sobre un aparato llamado climatizador de ánimo con el cual pueden programar cómo quieren sentirse.
Imagínense despertarse y poder programar un episodio depresivo de autorreproches de seis horas de duración o sentir una total ausencia de respuestas emocionales por un día, o, para levantar el ánimo, inyectarse la consciencia de las múltiples posibilidades que ofrece el futuro.
- No soporto la televisión antes del desayuno. —La voz de Iran le llegó desde el dormitorio.
- Marca el 888 —sugirió Rick mientras el aparato se calentaba—. El deseo de mirar televisión, sin importar lo que pase a tu alrededor.
- Ahora mismo no me apetece seleccionar nada —dijo Iran.
- Entonces pon el 3.
- ¡No puedo marcar un ajuste que estimula mi corteza cerebral para infundirme el deseo de modificar el ajuste! Si lo que quiero es no marcar, lo menos que querré es precisamente eso, porque entonces querría hacerlo, y querer marcar es ahora mismo la necesidad más ajena a mis deseos que puedo imaginar.
El autor habla de ese deseo por controlar nuestra tristeza, nostalgia, vergüenza, enojo, ansiedad, alegría, satisfacción, placer y miles de posibilidades; a pesar de que son esos sentimientos y emociones uno de los rasgos que nos hacen tan complejos, impredecibles y únicos. Es uno de los aspectos más misteriosos de nuestra condición humana.
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¿Qué son los Nexus 6?
El libro está lleno de otros detalles a los que se les puede dar mil vueltas, pero vayamos a lo neurálgico: la relación entre Rick y los androides Nexus 6. Estos últimos son máquinas con una apariencia idéntica a la de un ser humano y una inteligencia que supera por mucho a la de nuestra especie, sobre todo, a los afectados por el polvo radioactivo.
Fabricaron este tipo de androides para que sean sirvientes de los humanos en los otros planetas colonizados. Sin embargo, hubo un grupo de máquinas que se rebeló, asesinó a sus dueños y luego volvieron a la Tierra para camuflarse y escapar de la cacería.
La única manera de identificarlos es a través del test de Voigt-Kampff (un invento ruso) y de la capacidad del cazador a la hora de interpretar los resultados. En el caso de nuestro personaje Rick Deckard, jamás ha fallado. El método consiste en hacerle una serie de preguntas al sospechoso mientras está conectado a un aparato capaz de medir su empatía.
Esas máquinas pueden tener una inteligencia descomunal, pero no pueden sentir como una persona, porque este aspecto es algo que no responde a la lógica, sino al corazón.
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¿Rick Deckard es un ser humano o un robot?
Varios pasajes de la historia nos hacen preguntarnos si la gran destreza de Rick como “asesino” de androides no es un signo de falta de humanidad ¿es él también una máquina?
De hecho, parece que desde el inicio, Rick tiene la misma duda y por eso están tan obsesionado con comprar una oveja real —lo cual es groseramente costoso—, pues, demostraría su capacidad de hacerse cargo de un ser vivo que no le es útil en lo más mínimo ¿y qué cosa más humana hay que tomar una decisión así?
Mientras tanto, exhibe una oveja robótica en la azotea de su casa, pero es sumamente cuidadoso para que ninguno de sus vecinos note que se trata de un animal falso y, por lo tanto, duden también de su humanidad.
La pregunta se agudiza en la mente de Rick cuando identifica a una robot llamada Rachael, por quien siente una gran atracción. Ella no sabía que era una máquina y se niega en todo momento a aceptarlo. Tiene fotografías de su infancia como prueba de que es un ser humano y también guarda varios recuerdos en su memoria sobre su familia.
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Sin embargo, eso se debe a que los Nexus tienen un tiempo de vida de solo cuatro años, pero les implantan recuerdos falsos de una niñez fantasma para que se parezcan un poco más a una persona de carne y hueso.
Es por eso que Rick se empieza a cuestionar si todos sus recuerdos no serán también un invento para que cumpla con la tarea de cazar androides. Si bien el escritor da una resolución muy explícita a esta incógnita, durante todo el libro nos seguimos preguntando si es que Rick es o no un robot.
Una vez más, una distopía futurista nos pone un espejo a la cara para plantearnos la difícil pregunta de ¿qué nos hace humanos?, ¿qué nos diferencia del resto de especies?, ¿si perdemos la capacidad de sentir compasión por otros, perdemos también la parte esencial de nuestra condición de seres humanos?
Es muy complejo resolverlo, pero por lo menos para empezar a pensarlo, este libro nos lleva a recorrer un camino lleno de diálogos con mucho sentido del humor y, a la vez, con cuestiones muy profundas sobre nosotros mismos para saber si nos parecemos más a los Nexus 6 o lo que queda de las personas en aquel mundo devastado.
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