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Alfredo Villar: ¿A la cumbia peruana debemos llamarla chicha? [ENTREVISTA]
Es el autor del libro ‘Yawar chicha. Los ríos profundos de la música tropical peruana’, un viaje panorámico desde la década del 50. Perú21 entrevistó a Alfredo Villar, curador de arte, investigador y DJ.
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Recuerda la radiola de casa. Corría la década del 70 y giraban vinilos de Los Destellos y Los Mirlos. Varios de los discos llevaban escritos el nombre de su hermana. También conserva en la memoria el día en que ella trajo, esta vez en la década de los 80, un casete queprometía “cumbias tropicales”, que contenía músicas colombianas y peruanas. Él ya viajaba en ómnibus, donde la banda sonora era la creciente chicha. Mientras surcaba la ciudad, las calles se vestían con carteles de colores flúor, los niños subían a cantar a los micros canciones como “Soy provinciano” y “El aguajal”. Son los orígenes de la relación entre Alfredo Villar y la música tropical peruana, o chicha.
Vínculo que desde entonces lo acompaña (¿y define?) en su relación con la música. Hoy es DJ Sabroso, curador de arte, investigador y autor del libro Yawar chicha. Los ríos profundos de la música tropical peruana (Libros Cúpula/Planeta, 2022). A la vez, mañana estrena la exposición Yuyay Lima, que es una suma de las visualidades, desde la gráfica chicha, pasando por la tabla de Sarhua, hasta el bordado kené y la serigrafía; un encuentro de las distintas migraciones que ha alojado la capital. “Es la exposición más ambiciosa que he hecho”, me dice. La muestra estará en la galería Pancho Fierro.
Su padre era empleado de banco y su madre obstetriz. Él, un universitario de Lingüística y Literatura que empezaba a coleccionar música de manera sistemática. Hoy contabiliza unos 5 mil vinilos, dos mil de ellos son de música tropical. “Es el triunfo de la plebe, lo popular tomando el poder, al menos en el aspecto cultural”, explica sobre este frenesí llamado chicha.
-¿A la cumbia peruana debemos llamarla chicha?
Esa es la parte más polémica del libro. Ahí prefiero seguir la posición de Jaime Moreyra (guitarrista de Los Shapis), que es la primera persona que defendió el término chicha, porque, cuando él fue a Francia, la gente le decía: “¿Haces cumbia? Pero esto no es cumbia, la cumbia es de Colombia”. En esa época estaba la versión en cumbia de “La colegiala”, que se había hecho en Colombia para la propaganda de Nescafé. Lo que quiso Jaime es diferenciar; entonces, empezó a usar el término cumbia folk, chicha folk y finalmente quedó como chicha. Es un término muy fácil de exportar. Si exportas cumbia, se confunde con México, Argentina, Colombia, Chile. Chicha tiene más personalidad. La palabra ‘chicha’ posee una parte negativa, tanática, pero también tiene una parte que es de reivindicación de la creatividad del peruano, de buscar soluciones inéditas.
-Habría que reivindicar la palabra ‘chicha’, porque también nos referimos a “lo chicha” como algo despectivo.
Hay que verle el lado positivo que tiene. Chicha es la transgresión creativa a la norma; los músicos chicha se apropian de los instrumentos occidentales, transgreden las formas del rock and roll, de la música tropical y hacen un producto nuevo. Jaime Moreyra dice que una canción de Los Shapis puede tener una intro de bolero, pasa a un puente de salsa, termina con una fuga de carnavalito ayacuchano. Desde los orígenes, desde que en el año 65 Baquerizo crea esta canción “La chichera”... ¿Es un huayno?, ¿es un jazz?, ¿es un foxtrot? El mismo Baquerizo me dijo que quería grabar un foxtrot, no una cumbia. Es esa mezcla de tantos elementos disímiles. Entonces, la cumbia es un elemento, nada más, de la música tropical peruana. Quizás la mejor forma de hablar de este hervor, de esta fusión, es chicha; obviamente, sin desmerecer las distintas formas en las que los músicos llaman a sus géneros.
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-En el libro dices que la chicha es un gesto político y estético y que, a la vez, es un gesto de, al menos, nuestra independización cultural.
Como curador de arte, desde hace muchos años he estado trabajando con el tema de la gráfica popular. Por eso he querido que este libro sea muy visual, porque la música tropical peruana tiene un componente visual tan fuerte que solo lo podría comparar con el hip hop. El afiche chicha cambió el rostro de Lima para siempre.
-¿Hoy todavía nos cuesta aceptar a Chacalón, a Shapis, a Vico Karicia?
Hay una predominancia de la música norteña, es la música tropical que más se vende. Los grupos norteños tienen alta calidad. Pero también hay subgéneros que jamás van a televisión. ¿Quién invita a la televisión a Pascualillo Coronado o a Chacal para cantar chicha canera? Sí creo que hablar de chicha es un gesto político, porque ahí reivindicas un gusto que ha costado a generaciones elaborar. La música tropical peruana ha logrado convertirse en la nueva música nacional, y la gráfica se ve en todos lados. Es un triunfo cultural que todavía le falta un verdadero triunfo político.
-He subrayado cuatro momentos del libro. Uno es la influencia del rock en la cumbia, incluso en su nacimiento, que data de la década del 70, cuando existía un término como “cumbianrolera”.
El rock es esencial para entender la música tropical. Los Belking’s es un grupo bisagra interesante, porque hacían surf, nueva ola, y eso será el componente del cual van a beber los primeros grupos. Y de ahí obviamente la influencia de Santana, tanto en Enrique Delgado como en Manzanita. En Los Destellos es el contrapunto entre Enrique Delgado y Fernando Quiroz.
-De Fernando Quiroz se habla muy poco en general.
Y creo que es esencial. Los mejores discos de Los Destellos son, precisamente, en los cuales está el aporte de Fernando Quiroz, que venía del grupo beat Los Zanys; desde el disco En la cumbre hasta Arrollando es la etapa de oro de Destellos, donde hacen las fusiones y el fuzz-tone de Quiroz es rock and roll.
-El segundo momento es cuando buscas hacerle justicia a Vico Karicia, que incluso en algún momento supera a Chacalón.
Es que Chacalón tiene el plus de haber muerto joven, es un mártir, es un santo, su muerte lo convirtió en una figura mítica.
-Y Vico con una voz más brillante, más pop.
Vico ha tenido la voz más hermosa de la música tropical peruana. De lejos. Es una voz celestial. Pero obviamente eso (la voz) se agota con los años... Otra cosa que creo es importante en el libro es el rescate de la presencia de las mujeres.
-Ese es, precisamente, el tercer momento que quería subrayar.
En la primera generación todos son hombres. Recién con Princesita Mily, a mediados de los 80, es un momento de empoderamiento. Eran letras de contenido social bien fuerte, y ella las componía. Es el primer momento de emancipación femenina en la música tropical peruana. La Princesita Mily será una influencia muy fuerte en todas las divas del folclore. Cuando he hablado con Dina Páucar me decía: ‘Cuando era empleada doméstica escuchaba Princesita Mily y yo quería ser ella’. Sonia Morales también. Y después con Rossy War y ahora con Corazón Serrano ya podemos decir que hay una... Y bueno Marisol, que no es una versión edulcorada de lo femenino, es una versión recia; Marisol es la mejor cantante que puede interpretar temas de Chacalón, tiene un vozarrón.
-Finalmente, está el episodio sobre el Grupo 5 y ese pasado quizás irreconocible en la canción “No pongas ese disco”.
Primero fue un grupo de baladas y poco a poco empiezan a introducir cumbias y su sonido se va diseñando. Los grandes grupos de cumbia norteña –Caribeños, Agua Marina, Armonía 10– ya existen desde fines de los 70, y recién en Lima van a tener éxito a fines de los 80, comienzos de los 90; claro, y su gran éxito para los 2000. La música tropical peruana tiene desarrollos regionales bien interesantes: la cumbia de Cusco me parece maravillosa, es una cumbia poco escuchada, pero es una fusión de música de la Carretera Central, de la selva; es uno de los subgéneros más interesantes y menos escuchados.
-¿La chicha podría conquistar el mundo o es un fenómeno muy local?
A falta de novedades, el mercado musical internacional busca o explora en los archivos más inéditos aquello que para ellos les va a sonar nuevo. Y no es raro que Analog África, este sello de Frankfurt, haya reeditado a Manzanita y a Ranil, un sello dedicado a la música africana. Cuando voy de DJ a Europa y Estados Unidos, me doy cuenta de que es un frenesí, nadie puede evitar bailar una cumbia o una chicha psicodélica.
-Entonces, aún estamos ante un descubrimiento de la chicha en el mundo.
Sí. Recién se ha empezado a escarbar la superficie. Es algo que irá creciendo con el tiempo porque es una música muy original, única. Lo que pasará con los años es que se seguirá descubriendo cada vez más. Es inagotable. Es como la arqueología peruana, porque sigue habiendo tesoros escondidos que no se han reeditado para los oídos globales.
MIRA LA ENTREVISTA A ALFREDO VILLAR EN P21TV:
AUTOFICHA:
- “Soy Alfredo Villar Lurquin. Mi segundo apellido es supuestamente vasco. Nací en Lima. Tengo 50 años. Acabé el colegio y estudié Literatura, y de ahí hice una maestría en Historia del Arte. A lo que me he dedicado más en mi vida es a la curaduría de arte”.
- “He publicado los libros Milagro verde, con Christian Bendayán; sobre la escuela Usko Ayar, las visiones de ayahuasca; el catálogo de A mí qué chicha, la primera exhibición de gráfica popular en Lima, en 2013; Búmm!, sobre la historieta; Rupay, una novela gráfica”.
- “Tengo una obsesión como en los sonideros mexicanos: me gusta rebajar (la velocidad) a las canciones; hay canciones que son horrendas cuando las pones en su versión normal, pero en temas como ‘La cumbia Oyuki’, cuando la rebajas se convierte en un wave, parece un dark tropical”.
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