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Andrea y Héctor: “El Aterciopelados actual es más interesante”
Creadores de éxitos como “Bolero falaz” o “Florecita rockera”, el grupo colombiano vuelve a Lima. Perú21 entrevistó a Andrea Echeverri y Héctor Buitrago.
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Rafo Ráez llegaba al aeropuerto con una guitarra en la mano y les cantaba. Era su forma de despedir a Andrea y Héctor luego de dar un concierto en Lima. “Tengo esa imagen con su guitarrita, tan divino”, recuerda Andrea, lo dice estirando las palabras suavemente, como dándole melodía a su voz. El cantautor es de los primeros amigos que hicieron los Aterciopelados en la década del noventa, en las primeras veces que nos visitaron en medio del fulgor de canciones como “Bolero falaz”, “Florecita rockera” o “Baracunatana”.
El grupo colombiano vuelve a Lima. Se presenta el sábado 11 de junio, en el recuperado Teatro Leguía, de la avenida Arequipa 834, Santa Beatriz. Entradas en Teleticket. Los artistas invitados son Atómica, Bang4 y, no podía faltar, Rafo Ráez & Los Paranoias.
Andrea enciende su cámara. Mientras esperamos que Héctor se conecte, ella hace la primera pregunta: “¿Mijail?”. Le explico que es un nombre que me puso mi padre cuando quería cambiar el mundo. Héctor ingresa a la videollamada. Está en Tabio, a hora y media de distancia de Bogotá, donde se encuentra ella. Le cuento que estamos conversando sobre nuestros nombres.
-Tus papás eran revolucionarios, dice Héctor.
Y les digo que ya estamos en la entrevista para saber cuáles han sido, o son, sus revoluciones.
-¿Que ustedes sean músicos con una conciencia social tiene una raíz familiar?
Andrea (A): Lo de la música, sí, porque mi mamá canta y toca guitarra. Siempre había como reuniones familiares y todos cantaban boleros, rancheras. Pero revolucionarios, no. A veces te pareces a los papás y a veces no.
-O a veces te rebelas.
(A): Exacto, que es más bien mi caso (risas).
-¿En tu caso, Héctor?
Héctor (H): La única que tocaba era mi abuelita, tocaba una armónica. La música afortunadamente llegó como de rebote y me dediqué a eso. Lo revolucionario tampoco. Más bien, fue una tarea encontrar lo que uno tenía que hacer.
(A): Y eso que usted es bien revolucionario (se dirige a Héctor). Héctor era de una banda que se llamó La Pestilencia, ¿sabías?
-Claro, una banda punk.
(A): Eso sí era con todo (ríe).
-Andrea, ¿te tocó ser punkie?
(A): Yo era como una artista, más bien, ‘gomela’ o ‘fresa’. Pero lo conocí a él y me enamoré. Él era como bien raro. Pero en un momento sí tuve ciertas influencias en el vestir, y cuando empezó ‘Atercios’, Héctor me decía: “Cante como mostro”. Y yo trataba (risas). Creo que mi revolución fue irme a vivir con él, porque en mi casa era: “¿Cómo se llama ese muchacho?, ¿qué apellido es?, ¿en qué barrio vive?”. No era el que soñaban mis papás. Pero nos fuimos a vivir juntos; en esa época todavía esperaban que una se casara. Y también cuando quise estudiar Arte, me decían que era de drogadictos. Ahí empecé mis peleas y luego, estudiando Arte, empecé mis otras peleas como más feministas.
-Tengo la impresión de que el camino de ustedes ha ido al revés. Andrea empieza ‘fresa’ y se vuelve media punkie; y, más bien, Héctor comienza punkie y ahora lo veo más hippie. ¿Es así?
(A): (Risas). ¡Exacto! Fue como una transfusión cerebral (risas).
(H): Yo creo que tengo todavía el nicho punk (ríe). Pero lo importante es mantener ese pensamiento alternativo o revolucionario. Pero también mira cómo cambian los contextos y cómo cambian los tiempos: de pronto lo que era revolucionario y alternativo en los 90, hoy es contra lo que hay que ir.
-Hoy lo revolucionario de antes es hasta ‘cool’.
(A): Es como fashion.
(H): Y ahí estamos, tratando de mantener el pensamiento revolucionario, alternativo, punk, hippie y todo lo que trae esto.
-Sin embargo, “Bolero falaz” y “Baracunatana” eran como la fórmula para pegar como banda y ya, conforme pasan los años, siento que se vuelven, incluso, más alternativos, al parecer ya sin la presión de sacar un hit.
(A): Ese tipo de hits no se hacen con un “ah, bueno, voy a hacer un hit”, porque todo el mundo quisiera tener hits. En el caso de “Bolero falaz” fue súper orgánico. Como mi mamá tocaba bolero, yo me sabía la progresión del bolero. Héctor tenía el coro que era súper pegajoso, que a veces ensayábamos y el señor que cuidaba se quedaba silbándolo, y nosotros decíamos: “Esa canción tiene un agarre”. Fue una cosa súper inocente; y lo mismo “Baracunatana”, que eran como canciones que sonaban cuando éramos niños y en el camerino antes de salir a tocar, tocábamos varias de esas. Y esa alguna vez la hicimos en una radio en vivo y pasó a programación. Entonces, son como casualidades.
-Pero las disqueras sí miran lo que puede pegar, ¿no? ¿O se han rebelado a las disqueras?
(A): Digamos que, cuando empezamos con disquera, la suerte era que los de la disquera no entendían nada. Tuvimos un número uno radial, que era “Mujer gala”, una canción que duraba minuto treinta, y entonces en las radios la ponían dos veces. Los de la disquera en algún momento hablaron algo de mi ropa y les dije que estaban locos: “Yo me pongo lo que se me da la gana”, y hasta ahí llegó la presión, porque, aunque no entendieran, funcionaba. Últimamente que volvimos a tener disquera sí venían y oían los demos y opinaban, y al final no decían nada. Los de las disqueras son muy raros.
-Héctor, tú que venías de La Pestilencia, ¿te costó ser popular con “Bolero falaz”, vencer el orgullo punk? ¿Cómo lidiaste contigo mismo?
(H): Y es que el punk tenía muchas personas que opinaban de qué se tiene que hacer y cómo se tiene que hacer. De cierta manera, eso también provocó que yo buscara otros horizontes. Primero con Delia y Los Aminoácidos y después con Aterciopelados. Fue una búsqueda de identidad, y empezaron a salir esas fusiones con ritmos latinoamericanos y luego llegó orgánicamente el éxito, que lo pudimos abordar con tranquilidad. Aunque, sí, me criticaron mucho. Pero al ser una búsqueda honesta, también muchas personas se identificaron con esa búsqueda. Fueron canciones que mágicamente encontraron resonancia.
-¿Hoy, casi 30 años después, miran atrás y se preguntan quiénes eran?
(H): Éramos jóvenes y salvajes. Un punk pestilente y una chica fresa que se encontraron. Éramos atrevidos, jóvenes que se querían comer el mundo.
(A): Y nos lo comimos (risas).
-¿A qué sabe el mundo, Andrea?
(A): Rico, sabe a todo, porque cada viaje es un sabor distinto. Y seguimos comiendo a ratos. Y ahora estamos esperando el suspiro a la limeña (sonríe).
-¿Ya no son jóvenes y salvajes?
(A): Ahora que hicimos BIOS (de National Geographic), vimos mucho material de archivo y yo no era ni joven ni salvaje ni me quería comer al mundo. Yo era como una niña tímida, súper dulce. Y ahora digo: ¿dónde se fue esa? (risas). Héctor, por muy loco, punk que fuera, él era tranquilo, como lo sigue siendo ahora. Y ahora uno está como más estructurada, como más convencida de seguir ejerciendo el lado creativo.
-¿En esa época se sentían rockeros?
(A): Yo creo que ahora soy más rockera. En esa época, al final no era nada, ¿sabes? Yo tenía una influencia de mi familia que cantaba, en la universidad había oído rock argentino, Silvio Rodríguez, pero yo me la pasaba dibujando y haciendo cerámica. Fue cuando conocí a Héctor que empecé a hacer más música, a definir mis gustos. Y en un periodo inicial muy largo, yo hacía lo que él me decía, de alguna manera. Aunque empecé a componer, él dirigía. Y ya fue cuando nos peleamos y cada uno estuvo en su proyecto solista que ya sentí más mi lugar.
-¿Tuviste que rebelarte?
(A): Claro, me rebelé contra él. Hice mi revolución femenina y ahí fue que hice discos yo sola; entonces, aprendí a grabarme, a editarme, a producirme y todo. Entonces, creo que el Aterciopelados actual es más interesante, porque hay dos personajes potentes, conscientes de su potencial.
(H): Volvimos siendo más empáticos. Quemamos la etapa solista.
-Escucho el disco Tropiplop y la música que producen en los últimos años y me pregunto qué es Aterciopelados hoy en día.
(A): A mí me encantan Claroscura y Tropiplop. Me parece que suenan modernos, pero sí está el Aterciopelados de siempre; están las mismas luchas conceptuales.
(H): Ahí está el reto de seguir siendo alternativo pero ya en otra época. No sería chévere seguir haciendo canciones como “Bolero falaz” para tratar de seguir manteniendo al público. Seguimos siendo curiosos; de pronto, ya no tan jóvenes y salvajes, pero...
(A): Viejos y salvajes.
-Siento que le han dado la vuelta al sol. Es decir, empezaron la banda, fueron pareja, se separaron y ahora siguen siendo una banda.
(H): Y cada uno tuvo su familia. Andrea tiene dos hijos y yo tengo dos.
(A): Estamos comprometidos con nuestras familias y con seguir disfrutando, porque también fascina irme de viaje y disfrutar los viajes, la música, salir a bailar después del concierto y comer comida rara, conocer gentes en todas partes. Somos afortunados de tener esas dos cosas.
AUTOFICHAS:
- “Soy Andrea Echeverri Arias. Tengo 56 años. Nací en Bogotá, Colombia. Estudié Arte y me especialicé en Cerámica en Inglaterra. Hace poco hice una exposición del proyecto que se llama Ovarios Calvarios, que tiene tres canciones antiviolación”.
- “Nos volvimos a juntar porque Rock al Parque cumplió 20 años y empezaron a llamarnos. Chucky García, el curador, empezó a llamarnos por separado, como a insistir que teníamos que tocar en los 20 años. No nos habíamos hablado como en tres años. Entonces, por ahí nos llamamos, había que hablar de eso”.
- “Soy Héctor Vicente Buitrago Buitrago. La disquera no me permite decir la edad (risas). Nací en Bogotá. Acabé el colegio y estudié unos semestres en la universidad: Biología, Diseño de Modas, Idiomas y un semestre de Música. Actualmente, también me dedico al activismo”.
- “El activismo sobre todo con el tema del agua. Hay una iniciativa que se llama Canto al Agua, que es a la que más me dedico; voy a los lugares, a los ecosistemas, a los páramos, hacemos visitas, meditaciones. En cuanto al regreso del grupo, fue la música la que nos volvió a unir”.
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