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Beto Ortiz: “Ya no me importa cómo me mire la gente”

Entrevistamos al periodista Beto Ortiz a propósito de que alista el unipersonal ‘Morbo’, en el Teatro Municipal.

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Fecha Actualización
Beto Ortiz cumplirá en febrero 50 años. Los suficientes para subirse a un escenario y volver sobre sus pasos. Pero no cualquier escenario. Este 11, 12 y 13 de octubre presentará el unipersonal ‘Morbo’ en el Teatro Municipal. Es que todo lo vivido, por cantidad y magnitud, no cabe en una columna, un libro o en una hora en televisión. Solo la inmensidad de un teatro y el cara a cara pueden acoger –y sostener– las historias que el periodista viene ensayando.
¿Por qué y para qué subirte al escenario de un teatro para repasar pasajes de tu vida?
La gente que está en televisión tiene que lidiar con la imagen que el público tiene de nosotros por los medios, que no siempre son amables. Es enfrentar una serie de mitos y leyendas que se han tejido sobre mí, y por primera vez hablaré de ellos descarnadamente.
¿Qué prejuicios crees que la gente tiene sobre ti?
Un montón. El principal es a partir de toda la campaña que me hizo la prensa chicha de la época del chino (Alberto Fujimori): que levantaba chicos en la Plaza San Martín, que les invitaba pollo a la brasa.
Pero alrededor de ese tema hubo una denuncia.
Sí… Es una larga historia. Si la prensa chicha me dice “chavón”, la gente en la calle durante una década me va a gritar “chavón”. Si me chapo a Magaly, la gente durante otra década me va a gritar “provecho con Magaly”.
Tú también sumaste para que haya esa percepción.
Sin duda, claro. Yo no me estoy quejando. Te cuento como es. Cuando eres conductor de televisión, haces un programa diario, hay una especie de orgasmo de ego, quieres aparecer en todos lados, en todas las portadas…
¿En qué momento hiciste el quiebre con el reportero ‘serio’ de La Revista Dominical que eras?
Miraba todo lo que trabajaba yo, lo que trabajaba Álamo Pérez Luna, Roxana Cueva, Mauricio Fernandini, Bruno de Olazábal. Nos sacábamos la mugre investigando, escribiendo, yéndonos a la punta del cerro para traer un reportaje que compitiera y el jamón se lo llevaba siempre el conductor. Y luego mirabas cuánto ganaba Nicolás Lúcar y cuánto nosotros, y bueno: ¡acá hay que ser conductor! Digamos que el gatillo de ese ‘emprendedurismo’ –risas– fue básicamente esa comparación tan amarga. Entonces, me propuse ser conductor, porque no quería ser pobre. Y cuando eres conductor tienes que hacerte conocido pues. Lo que suele suceder es que empieza esta especie de desesperación por estar, por hacer grandes destapes, denuncias, tumbarte ministros, que rueden cabezas, por estar en las inauguraciones, en los avant premiere… Toda esa especie de montaña rusa fue una época que ahora la veo en otras personas y me da risa. Las cosas que te he citado y que han contribuido en todas estas ideas que la gente tiene sobre mí fueron en gran parte culpa mía porque yo estaba en ese afán de ‘figueretear’.
¿Y ahora no?
No, para nada.
¿Pero ‘Morbo’ no es también una forma de ‘figuretear’, una nueva forma de alimentar tu ego, una renovada alternativa para estar en la vitrina?
Ya, pero una cosa es el aplauso como retribución a un trabajo y otra cosa es el aplauso gratis. La obra me ha costado un montón de trabajo y tiempo, porque es hacer algo que yo no sé hacer. Empezar de cero. Pero más allá del aplauso o la taquilla, encontré que el trabajo escénico era la manera ideal para contar unas cosas que quería contar. Escribir ya me era insuficiente. Hay cosas que necesito contarlas cara a cara. Hay momentos en que me pongo en un nivel de escarbar en mis recuerdos, afectos, culpas, que es casi una expiación pública. Es bien duro.
Cada vez que se publica algo de Beto Ortiz en las redes sociales, inmediatamente llueven palabras como “pedófilo”, “pollo a la brasa”.
Ya no me duele. Pero no es fácil. No hay nada peor que te puedan decir después de eso. Cuando eso pasó me destruyó. No solo me hizo tener la idea de desaparecer de la televisión, del Perú, de la faz de la tierra, sino que me generó –quizá por única vez– una especie de fantasía de autodestrucción. Era demasiado. Luego ha pasado una etapa en la que el tema me ponía mal, tenía temor a que alguien lo toque. Pero uno se acostumbra a lidiar hasta con eso. Ahora el tema más duro que me toca hablar es de mi madre. Es la escena de la cual más trabajo me cuesta salir ileso. Cuando hicimos el primer ensayo me acordé que mi madre bailó en este teatro. Era una mujer multifacética. Se metía en todos los cursos del mundo, quería aprender todo, era como una renacentista. De algún modo me transmitió eso: no conformarte con tu pequeña vida, tu chambita y tu sueldito, sino que la vida es mucha más. Era una apasionada por los viajes, que le he heredado. Siempre me decía: lo único que te vas a llevar son los viajes, porque las cosas se las queda alguien.
Mis padres también sufrieron de Alzheimer. Cuando uno habla de ellos se entrecorta la voz automáticamente. ¿Por qué los hijos no superamos ese episodio?
Los que hemos visto a nuestros padres desvanecerse en esta enfermedad, hemos asistido a una agonía interminable. Solo los que lo hemos vivido sabemos cómo es. El requisito del teatro documental es que tiene que haber verdad en el escenario. Así como las partes divertidas, pícaras o sexuales son 100% reales, los momentos tristes y terribles tenían que serlo también. A pesar de que digo en la obra que este no es el homenaje que a ella le gustaría…
Si ella hubiese seguido viva, ¿serías otro Beto Ortiz?
Uff… No lo sé, tal vez no habría vivido aquí. Lo que pasa es que yo en ese tema de salir de clóset tengo una opinión que no es muy popular entre la gente gay. Todos te dicen: el que te quiere, te debe aceptar como eres. Es verdad, pero es verdad que las personas de otra época no pueden de la noche a la mañana pasar a hablar de la unión civil y que Lima se vuelva San Francisco. Es una cuestión que los hijos debemos plantearnos, porque es muy egoísta decir “yo soy así, me tienes que entender”. Si es una persona que viene de otra época, otras costumbres, que sabes que su formación moral y religiosa no le va a permitir entenderlo para qué se lo vas a decir: ¿para arruinarle la vida que le queda? No tiene sentido.
Tu última columna ‘Yo soy la otra’ ha sido muy celebrada, sobre todo en silencio, porque destapa eso que muchos tienen oculto. Hay una identificación muda con la columna. La leen en el monitor, no dicen nada muy explícito, pero sueltan una discreta sonrisa, culposa.
Todos hemos tenido amores clandestinos. El que no, no ha vivido. Vengo de una época en la que un homosexual era siempre un amor escondido. A eso súmale que yo soy quizá un gay atípico, porque no me gustan los gays (risas). Estoy un poco en contra de esta normalización que hace que sean necesarios barrios gays, restaurantes gays, cafés gays, no sé…, veterinarias gays. No lo disfruto, no me gusta esa cosa de como si necesitáramos el gueto. No necesito encerrarme en un sótano con 500 gays. Si alguien me atrae, casi siempre es por otras razones, no porque es gay.
La historia de ‘Yo soy la otra’ será parte de ‘Morbo’.
Sí. Era una relación torturada. Si aceptas tener una relación con alguien que tiene mujer e hijos, doble vida, y le atracas eso… Era una situación surreal. Era el caso clásico de alguien que no se conforma con una vida doméstica. Es decir, me gusta mi mujer y mis hijitos, pero también me gusta lo otro, no me quiero perder de nada. Obviamente alguien va a salir malherido.
¿Se puede amar a dos personas? Como canta el bolero Corazón loco.
(Risas). Tengo un serio problema con la monogamia, me parece que es una equivocación, me parece que los seres humanos no somos una especie monógama. Ya he tirado la toalla con esta especie de búsqueda más o menos desesperada de compañera o compañero en la que están enfrascados prácticamente todos los seres humanos. Quiero a muchas personas y estoy claro que no me voy a conformar con una. Si soy puto de naturaleza, para qué voy a someter a alguien a la tortura de convivir con un puto. Por qué hacer la finta de que tienes pareja cuando es una farsa. Mucha gente se resigna a una vida de farsa. Tengo amigos casados que tienen amante hombre, tengo amigos que tienen tres mujeres y conozco a las tres, pero claro está la titular con los hijitos y la familia feliz para la foto.
Vas como un péndulo entre las entrevistas políticas, de interés nacional –recuerdo gratamente las que hacías en las mañanas en Canal 2– , pero también has sido parte de la denominada televisión basura, con programas como El valor de la verdad. ¿Por qué?
Sí, pero esas son categorías que a mí no me preocupan. El trash es todo un género. No le tengo miedo a la palabra basura. He encontrado maravillas en la basura, y no solo en la televisión.
¿La televisión basura es un género más o una degeneración de los contenidos mediáticos?
Es un prejuicio. También hay obras maestras de la pintura que han sido llamadas basura. Hay poesía que ha sido llamada basura. Es una calificación visceral. Yo creo que si lo que haces genera una respuesta así de brutal, aunque sea negativa, está bien. Me preocuparía que no haya ninguna respuesta. El hecho de que haya cambiado de género en televisión y en todo lo que he hecho, es que me aburro rápido. Necesito que la vida me presente retos diferentes.
También has incursionado en el cine. ¿Tienes una lista de pendientes?
Mi amigo Aldo Miyashiro me invitó a hacer un cuasi cameo. Tengo pendiente hacer cine de verdad. Pienso dirigir y escribir el guion. Con Aldo tenemos un proyecto que es escribir un guion al alimón con temática gay. Él quiere escribir una historia gay. Pero en el Perú conseguir financiamiento para una película gay es imposible.
¿Y esa cinta va por el lado de la reflexión o más bien es ligera, mediática?
Sé que Aldo tiene varios registros y él puede hacer al mismo tiempo algo como 'Once Machos' y una película que esté en el Festival de Austin (como efectivamente va a pasar con 'Sangra. Grita. Late!'). Yo también. Puedo hacer El valor de la verdad y hacerte llorar con una crónica. De hecho, 'Morbo' me lo he inventado para no volverme loco y después será terminar el documental sobre el taller literario de la cárcel que estábamos editando con Pepe Yactayo.
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¿Y nuevo libro? Porque si en algo hay cierto consenso positivo sobre Beto Ortiz es en la forma en que escribes.
Te lo deben decir a ti porque a mí no me lo dicen. Avísame cuando te lo digan (risas). Pero en realidad 50 años es una cifra que intimida y falta poquito: en febrero cumplo 50 años. Si hacia los 50 no publico algo que valga la pena, hay que dedicarse a otra cosa. Tengo suficiente que contar, porque también es un problema que los escritores jóvenes o proyectos de escritores se lanzan a la piscina cuando todavía no tienen nada que decir.
¿Crees que hoy pasa bastante eso?
Hay demasiado libro publicado que no debería publicarse. En Lima se publica con demasiada generosidad, con poco control de calidad. Hay 40 nuevos libros y te preguntas cuáles van a sobrevivir, cuáles van a soportar 10 años de vida. Hay que tomarse más tiempo antes de lanzarse a publicar, cumplir más requisitos. También hay gente fantástica. Es un país donde se escribe mucho, pero la venta de libros sigue siendo ínfima, por más que la Feria del Libro nos entusiasme.
¿Si pudieras conversar con tus padres qué les dirías?
Más que decir, me gustaría poder haber hecho algo que no pude hacer: llevar a mi madre a Europa, que fue su sueño de toda la vida. Cuando yo ganaba lo suficiente para llevármela, ella ya tenía el Alzheimer. La primera vez que viajé a Europa me fui solo y me la pasé llorando todo el viaje.
Y es algo con lo que te vas a ir a la tumba.
Sí, es una gran frustración. No sé qué pasará cuando llegue esa escena en 'Morbo'.
¿Después de ‘Morbo’ el público te mirará con otros ojos?
No me importa. Cómo me mire la gente ya no es algo que esté dentro de mis preocupaciones. La edad y la experiencia te dan sentirte por encima del bien y del mal. Han dicho tanto de mí, ¿qué más pueden decir: que soy mal actor? Cuando estalló el escándalo ese de los pollos a la brasa, fue un viernes antes del estreno en TV, o sea que fue absolutamente maquinado.
¿Lucy Borja –¬la entonces directora de la casa-hogar que interpuso una denuncia por abuso sexual de menores– fue parte de esa maquinación?
No quisiera ni hablar de ella, sabes… Pero cuando salió esto un viernes fui donde el dueño del canal, que era Domingo Palermo, y le dije que era demasiado, que no iba a poder seguir. Con esa tonelada de miedo encima no podía ni salir a la puerta de mi casa. Y él me dijo: esta será la ola más grande que vas a tener que enfrentar en tu vida. Tú decide: la surfeas o te dejas aplastar. Si eliges lo primero, no habrá nada peor; si te dejas aplastar acá se acaba tu carrera. Y decidí.
Pero probablemente es una de las olas que vas a tener que surfear toda tu vida, junto con la de la muerte de tu madre.
En la vida las tristezas, dificultades y amargura no son efímeras.
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Ese caso se archivó, ¿no?
Es un caso policial, ni siquiera llegó a ser caso. Lo que es efímera es la alegría, la pena no.
Hace un rato me dijiste que fue una maquinación. ¿De quién?
Si estás interesado entra a Google. Yo no estoy interesado en revisitarlo.
Pero en 'Morbo' lo vas a revisitar.
Ah, sí claro. Pero no lo hago para mejorar mi imagen ni para que la gente piense mejor de mí. Creo que la gente es libre de pensar lo que quiera.
Para sentirte mejor tú.
Tampoco. Para contar mi historia. Pero muchas veces tú cuentas algo y te sientes peor después. Me pasa que si le meto mucho bobo o víscera a lo que escribo en ‘Pandemonio’ (la columna de Perú21), me quedo hecho mierda y paso un fin de semana de mierda. Te sacas un alien y te queda un huecazo.
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