Entrevistar a Daniel Alarcón es lo más parecido a escuchar la voz de un amigo cercano. Lo curioso es que es la primera vez que nos vemos. La fórmula para que oírlo nos resulte sumamente familiar yace en un podcast: Radio Ambulante (RA). Ahí Daniel semanalmente locuta la presentación del programa y cada tanto, narra una historia. El sitio que nació hace más de una década es el culpable de que su nombre se haya convertido en sinónimo de historias latinoamericanas. Si no lo ha escuchado, se está perdiendo de algo. Pero en su vida paralela, Daniel también es escritor, en una carrera literaria que lo ha llevado a ser desde “uno de los novelistas jóvenes americanos más prometedores” a ganar también la beca Genius MacArthur. Hace unas semanas estuvo por la FIL, donde a auditorio lleno presentó la reedición de La balada de Rocky Rontal (Seix Barral), un libro que reúne crónicas arrancadas de rincones profundos, pero sobre todo, reales.
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-¿Te sigues considerando un outsider?
Creo que es una posición útil, tanto para un escritor como para un periodista. O sea, obviamente depende del contexto y hay lugares donde me siento muy a gusto, pero sí, en cierto sentido, me gusta ir a los lugares donde no pertenezco. Entonces no lo digo como una tragedia ‘Ay, soy outsider’, sino más bien como un privilegio. De alguien que puede ir a observar, preguntar desde afuera. Y la gente, por lo general, es muy generosa con su tiempo y conocimiento y te explica. Entonces creo que busco esa posición porque me sirve.
-¿Eres más cercano al Perú que hace dos décadas?
Cuando comencé mi carrera como escritor sí estaba descubriendo el país. Tenía mucha conexión, pero igual era un descubrimiento. Ahora por mi trabajo en Radio Ambulante me siento muy conectado con América Latina. He aprendido mucho de lo que está pasando no solo en Perú, sino en Ecuador, Chile o México. Ya no estoy mirando al Perú aislado, sino como parte de una narrativa regional donde hay conexiones. Hay cosas que pasan en un país que tienen impacto en el otro.
-En la contratapa de uno de tus primeros libros aparecía el comentario de un crítico que decía sobre ti que era como "ver los inicios de García Márquez o Steinbeck". Tú te quejabas de eso. ¿Cómo se lidia con esos comentarios que son halagos, pero también presiones?
Se ignoran completamente. Si uno se sentara a escribir pensando que eres el heredero de Gabo pues no te sale una sola palabra. No es normal escribir con esa presión. No es algo que me influya ni entra en mi cabeza nunca. Ni por las curvas. Tampoco escribo tanto, ni escribo ficción desde hace una década. Escribo crónicas, pero en los dos últimos años he estado escribiendo para Radio Ambulante y otro proyecto que voy a lanzar en septiembre. Ciertamente nunca podría hacer nada con esa presión, simplemente la ignoro. Y no es difícil ignorarla.
-Finalmente, ¿para qué sirven los premios?
Para alentarte, para confirmar que alguien te está leyendo y le importa lo que haces. Para mis padres, mis tíos, que les da mucho orgullo y a mí me hace eso feliz. Hay muchos escritores y creadores que nunca recibieron premios. Y hay muchos escritores que recibieron premios que podríamos debatir si los merecían o no. Pero es muy lindo que alguien te reconozca el valor de tu trabajo. No voy a decirte que no me importa, claro que me importa.
-¿Te sientes reconocido en tu país?
Sí, me sorprende. El otro día en la FIL el auditorio donde presenté mi libro estaba lleno. También en la hora y pico que estuve firmando libros, la gente se me acercaba a decirme que Radio Ambulante era muy importante para ellos. Y pues es como un alter ego mío, ¿no?. Siempre me he considerado escritor, pero es solamente una parte de mi producción. También está la parte del podcast que tiene mucho más impacto. Por ejemplo, en 2023 tuvimos 13 millones de descargas. ¡Yo podría vivir 20 vidas y nunca me van a leer 13 millones de personas! El hecho de que me haya tirado a Radio Ambulante ha sido una manera de alcanzar mi sueño, el de contar historias y llegar a la gente.
-Haciendo una retrospectiva, ¿qué comentarios de tus amigos escritores recibiste al aventurarse a este proyecto?
Desde qué es un podcast hasta si hay plata en esto. La literatura tiene un peso cultural importante, hay un romanticismo y un prestigio alrededor de la figura de un escritor. Si tú ves cómo representan a los podcasteros en el mundo de la cultura siempre son unos imbéciles. Cada vez que aparece un podcastero en una serie de Netflix es un arrogante, desubicado, idiota. Entonces, pasar de ser novelista hasta ser podcastero fue “como bajar de nivel”. Pero yo siento que lo que estamos haciendo es muy valioso. La cifra de 13 millones es un sueño y sin tener que escribir películas de Marvel. Son historias de América Latina contadas con arte, con una sofisticación, el mismo rigor que le pongo a mis crónicas y novelas. Y hemos hecho de todo esto un negocio sostenible, con un equipo de más de 30 personas talentosas. Con colegas y amigos desde Buenos Aires hasta Nueva York, pasando por México, Costa Rica, Perú y Chile. ¿Cómo me voy a quejar? Y si aun así la gente quiere ponerme en el grupo de los podcasteros idiotas, pues no hay problema (risas).
-Acaba de reeditarse La balada de Rocky Rontal y en una de las primeras crónicas se cuenta sobre un preso que tiene que defender su manuscrito. ¿Cuándo fue la última vez que defendiste tu literatura?
La gente a veces te critica en redes. La defensa que yo tengo es mucha confianza en mí mismo y en el rigor de mi trabajo. No siento que deba defenderme porque no me afecta mucho. Al mismo tiempo, he recibido buenas críticas y elogios, entonces no siento la necesidad de defenderme. Y al margen, hay gente que nos ha atacado por razones políticas y perfecto, critiquen, no hay problema.
-En el libro también señalas que en Latinoamérica a veces se “legisla con furia”.
De las cincuenta ciudades más peligrosas del mundo, cuarenta y pico están en Latinoamérica. Tenemos un problema de inseguridad, que es algo tan cotidiano. Vivimos nuestras vidas asumiendo que hay un peligro a la vuelta de la esquina. Yo creo que la gente quiere cosas muy simples, como seguridad, oportunidades para sus hijos, educación. Y la democracia tal como está configurada en estos países, muy precaria, no ha logrado brindarle a la mayoría de los ciudadanos esas cosas básicas. Es obvio que la gente esté mirando hacia figuras como Bukele.
-Siempre mirando a las dictaduras.
¿Te acuerdas que antes siempre teníamos a algún tío o abuelo que decía ‘ojalá que tuviéramos un Pinochet en Perú’? Y luego uno hablaba con chilenos y no podían creer que alguien pueda decir eso. Ahora figúrate que hay mucha gente que otra vez en Chile están añorando la figura de un dictador. Pero dada la realidad en la que está viviendo la gente esa figura se les vuelve atractiva. Entonces, siento que hay un deber de crear una narrativa que valore la democracia como institución imperfecta, pero que tiene un valor a largo plazo porque todos estamos involucrados en la creación de un país, uno más justo, que pueda brindarles oportunidades a todos.
-Provienes de una generación notable formada en Etiqueta Negra, donde conseguiste grandes amigos cronistas. ¿De qué hablan los cronistas cuando se reúnen?
Primero quiero resaltar el talento y la visión de esa generación de Etiqueta Negra. El legado de mi gran amigo Julio Villanueva es haber creado una generación de escritores y cronistas que han hecho cosas impresionantes. Bueno, no es que nos juntemos y tengamos tertulias largas. Hablamos de las cosas de las que hablan los amigos: de la familia, los proyectos, lo bueno, lo malo, lo feo. No es que nos sentamos a hablar de nuestra generación de escritores o nada por el estilo. Por ejemplo, con Daniel Titinger nos mandamos mensajes y nos vemos cuando nos vemos, hablamos de huevadas.
-Y se dan el tiempo de ir a presentaciones de amigos, como Julio Villanueva, que estuvo en la tuya.
Él es un buen amigo. Y cómo tú dices, son gente ocupada y así saca el tiempo para verme, incluso cuando estoy aquí tres días. Eso se aprecia y agradece.
-¿Cómo has visto esta FIL 2024? En tu libro describes la del 2008, que era más pequeñita y costaba dos soles.
Pero a mí esa FIL ya me parecía gigante. Era muy intensa, me acuerdo de estar en el baño y de pronto alguien me toca la espalda. Yo le digo ‘oye discúlpame’. Y él me responde ‘es que quiero regalarte mi novela’ (...) Pues cosas como esa pasaban, había una intensidad con los escritores y al mismo tiempo una horizontalidad. La gente sentía como que tenía derecho de acercarse a ti y pedirte cualquier cosa, un hambre de cultura y literatura. Me parecía un surrealismo como el de Los Detectives Salvajes.
-¿Qué te ha impresionado últimamente?
El afecto de mi familia. Tuvimos un gran encuentro familiar y vinieron 80 personas. Me impresionó mi hijo, quien nació en San Francisco y está creciendo en NY. Él tiene 11 años y su familia para él somos nosotros cuatro y su abuela colombiana. Él llegó a esta reunión y yo lo preparé de antemano diciéndole ‘Eliseo, van a haber varias personas que tú no has conocido, pero que te van a abrazar. Ellos te quieren mucho sin haberte conocido’. Definitivamente, fue un agobio para él porque las tías lo abrazaban, los primos querían jugar. Entonces recordé cómo fue mi niñez y ese mismo afecto intenso. El cual primero era abrumador, pero luego me daba fuerza de sentir que pertenecía a un lugar.
- ¿Cómo cómo se llaman tus hijos?
Eliseo y León.
-¿Tienes algún tipo de ritual con ellos? Con tu padre simulabas grabar entrevistas.
Con León jugamos fútbol. Es nuestro ritual. Lo que nos conecta es el fútbol y él es mejor que yo. Con Eliseo tenemos otros juegos Y el principal es de observación. Cuando vamos caminando por las calles de NY me dice: ‘Papi, la señora que acaba de pasar tenía un sombrero. ¿De qué color era?’, ‘¿Cuántas personas con camisa amarilla había en el bus?’ Siempre nos retamos en la observación, en el detalle, como si fuésemos espías.
-Hablando de fútbol. ¿Has pensado escribir algo sobre ello?
Quería escribir un perfil sobre Marcelo Bielsa cuando estaba en el Leads, pero al New Yorker no le interesó en lo absoluto. Pero yo quisiera escribir sobre el Mundialito de El Porvenir. Quisiera estar allí durante todo el proceso, con la gente que lo organiza.
-Recomiéndame tres historias de Radio Ambulante.
“El ropero del mis abuelos", que es de esta temporada. “La noche más larga”, de David Trujillo, sobre lo que pasó en el Palacio de Justicia en Bogotá. Y por último “Noches de Karaoke”, de Luis Fernando Vargas, que cuenta cómo el karaoke le salvó la vida.
-¿“La concursante”, también entraría a esta lista?
Sí, pero no quería recomendar una mía. (Risas) .
AUTOFICHA
-“Soy Daniel Alarcón, escritor, locutor y periodista. Nací en Lima en 1977, pero vivo desde niño en EE.UU. Soy autor de los libros de cuentos, Guerra a la luz de las velas y El rey siempre está por encima del pueblo y de las novelas Radio Ciudad Perdida y De noche andamos en círculos”.
-“Este año se ha reeditado La balada de Rocky Rontal, siete años después de su publicación. Reúne algunas de mis crónicas periodísticas. Una vez visité la cárcel y tenían uno de mis libros pirateados para su biblioteca. Tenía un pelito en todas las páginas, así se había fotocopiado”.
-“En 2011 cofundé Radio Ambulante. Recomendaría tres episodios. “El ropero del abuelo”, de esta temporada. “La noche más larga”, de David Trujillo, sobre lo que pasó en el Palacio de Justicia en Bogotá. Y por último, “Noches de Karaoke”, de Luis Fernando Vargas, que cuenta cómo el karaoke le salvó la vida”.
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