Pablo Vil
Tengo que confesar algo: he visto HH un par de veces en vivo. La primera, en una especie de restobar, cuando apenas gozaban de una incipiente fama. En la segunda, tuve que comprar boletos con anticipación. El show ya no era en un pequeño local, sino en un anfiteatro. Han pasado muchos años ya de eso, incluida una pandemia, y HH es ya un fenómeno incontrolable. Y su popularidad ha ido muy de la mano con una polarización. Hoy por hoy, el Perú se divide entre los que gustan de su humor y los que lo detestan. Los que los alaban y los que los critican. Los que cuentan haberlos visto y los que confiesan haberlos visto.
Y, en medio del debate, una noticia: el dúo conformado por Jorge Luna y Ricardo Mendoza acaba de hacer un sold out en el Madison Square Garden. El legendario anfiteatro ubicado en Manhattan y que alguna vez albergó a Michael Jackson, Madonna o Luis Miguel ahora estará a la orden de dos peruanos comediantes.
“Por un lado, confirma la gran colonia peruana viviendo fuera de la frontera y, por otro, el éxito que a partir de la pandemia y las redes sociales ha adquirido el formato que combina tanto el show de conversación, el stand up y un poco el desenfado de la comicidad peruana”, sostiene el antropólogo Alex Huerta Mercado. “Asimismo, demuestra la capacidad de convertir lo cotidiano en risible y la identificación de dos personas que son percibidas como cercanas y que son perfectamente identificables como ciudadanos de a pie. Desafían lo políticamente correcto y presentan una suerte de portal frente a la vigilancia de lo que ‘es permitido’ en una cultura de la estricta vigilancia de los contenidos”, agrega el autor del libro El chongo peruano, antropología del humor popular.
Jorge y Ricardo, ambos provenientes del stand up, decidieron en 2019 subirse a la ola del podcast con un programa de improvisación. La fórmula era simple: hacer reír bajo anécdotas propias o preguntas del público. El éxito fue inmediato. El dúo demostró rápidamente una gran perspicacia. A la par, sus shows en vivo comenzaron a hacerse aún más populares. Sin embargo, la pandemia les serviría de plataforma de despegue definitivo. Durante este tiempo sus programas en YouTube sumaron millones de vistas. HH ya no era un simple programa; era toda una producción con el “set más caro del Perú”. Lo que comenzó con dos personas ahora es una marca que factura miles de dólares. Las entradas a sus shows se acaban con semanas de anticipación y no son pocos los artistas que darían mucho por salir un minuto en uno de sus programas.
Pero no han escapado de las críticas. Detallar los casos graves en los que han estado envueltos terminaría en un texto de menciones sobre el racismo, el clasismo, el machismo y homofobia. Cada caso podría ser discutido bajo su contexto y de forma individual, es cierto, pero hay un punto en común. Jorge y Ricardo se han defendido con el paraguas de que solo se trata de “humor negro”.
“Los grupos afectados ahora tienen voz colectiva y la han alzado para protestar cuando han considerado ofensivo el humor del espectáculo; eso ha sido importante”, sostiene Huerta sobre las críticas a HH. Justamente uno de estos colectivos, el Colectivo Down del Perú, manifestó su rechazo a los comentarios del dúo, que, en uno de sus shows, bromeó con términos como “diferentes” o “retraso”.
Cuando Ricardo y Jorge se burlaron sobre la muerte del actor Diego Bertie, otro humorista, Carlos Álvarez, salió también a enfrentarlos. “Puedes reírte de todo, de ti mismo, pero burlarte de un suicidio o una violación me parece que son excesos”, comentó.
Nicolás Yerovi, director del semanario de humor político Monos y Monadas, señala que no ha tenido la oportunidad de ver HH, pero sí puede decir claramente, apoyado en su experiencia, que no hay mérito alguno si buscamos reírnos del débil. “Reírse del débil o del frágil no es un mérito. Es un abuso, más bien. La cosa es reírse del poderoso, de quien abusa de ese poder. Y hacerlo con gracia, con ingenio. Pocos se atreven de reírse de alguien que puede tomar represalias”, menciona el escritor.
Pero, lejos de posicionarse bajo lo que debemos o no decir, Yerovi lanza un sutil dardo. “La verdad, yo no me jactaría de hablar huevadas; para eso ya están nuestros gobernantes. ¿Por qué tendríamos que hacerle competencia?”, dice y ríe.
Nadie busca ser un policía de la moral. El talento, la constancia y la capacidad de coger las oportunidades son los puntos más fuertes de HH. En YouTube hay decenas de videos suyos que demuestran su capacidad para hacer gracia de lo impensado. El dilema, nuevamente, recae en los límites del humor y los objetivos de la comedia.
Hace poco el actor Christian Ysla le dedicó un video a Jorge y Ricardo. “He aprendido que el humor es un arma para el cambio. Y creo que son los mejores usando esa arma. Úsenlas para cambiar el cerebro de ese público que los busca para escuchar ese chiste homofóbico, machista o racista y que aún no se ha dado cuenta de que es homofóbico, machista o racista (…). Ustedes están en otro nivel”.
Al enterarse de que habían llenado el Madison, Ysla publicó otro mensaje más. “Sigo pensando que son los dos mejores comediantes de este país y que con el talento que tienen me gustaría que hagan otro tipo de humor. Pero si con el tipo de humor que hacen llenan el Madison, bien por ellos”. Quizás de eso se trate todo.
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