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El sombrero chotano y Pedro Castillo [Crónica]
El sombrero chotano y Pedro Castillo [Crónica]
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Itila Herrera creció viendo a su padre elaborar sombreros de paja de palma. Sentado en un cuero de carnero en su casa de Chota, Cajamarca, don Julio Herrera trenzaba con una destreza envidiable uno por uno los delgados hilos vegetales, vertiendo cada tanto un poco de zumo de limón para suavizarlos. Esa era la tarea de lunes a sábado. Los fines de semana viajaba hasta el mercado de Bambamarca para venderlos. Itila recuerda que cada sombrero tardaba hasta dos semanas en confeccionarse. Don Julio trabajó por 40 años en este noble oficio de artesano hasta que la vista comenzó a fallarle. Para la confección de sombreros se necesita que todos los sentidos permanezcan atentos.
El sombrero chotano es de copa alta, falda ancha, de finos acabados y de blanco reluciente, describe Itila. Es el mismo para hombres y mujeres y solo hay diferencias por el tamaño. Como hija y nieta de artesanos, esta profesora cajamarquina conoce cada parte de la prenda al detalle. “Cada provincia cajamarquina tiene un estilo distinto, pero el de Chota y Bambamarca son similares. Son los que más se han extendido en la región”, comenta. Luego de dar un suspiro, reconoce: “Es parte de nuestra identidad. Mi mamá decía que si no tenía sombrero, le faltaba algo, le dolía la cabeza”.
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El sombrero chotano, que encuentra sus raíces en Europa y ahora es famoso porque el presidente Pedro Castillo lo usa a diario, es accesorio común en esta tierra cajamarquina, aunque su uso extendido se traslada al campo, donde el campesino lo usa para defenderse del aire, del calor y de la lluvia. “Lo normal es que se tenga dos. Uno separado para las fiestas, misas o eventos importantes. El segundo, uno más usadito, se guarda para el campo”, explica Itila, quien agrega que cada uno de estos sombreros puede llegar a costar entre 300 y 3,500 soles. El gasto que hace un comprador nos indica su estatus, comenta.
La profesora cajamarquina cuenta que los sombreros no solo protegen de la inclemencia del sol o la lluvia. También son usados para beber agua al dar con un río o pozo. ¿Cómo? La copa funge de salvador recipiente. Por otro lado, lamenta que su uso se encuentre cuesta abajo, sobre todo en la población más joven, debido a la aparición de gorras o prendas de menor precio.
Eso sí, menciona la docente, también bachiller en Turismo, al llegar a una casa, uno debe quitarse el sombrero en señal de respeto. Lo mismo al cantar el himno nacional, al saludar, en la iglesia como señal de reverencia o cuando se participa de la liturgia. Así dictan las costumbres chotanas. “Lo mismo al estar sentado en la mesa para comer”, sentencia.
A TODOS LADOS
Castillo ha conseguido poner al sombrero chotano en la palestra. Lleva el suyo a todos lados y no es una exageración. Su entorno ha mencionado que busca reivindicar sus orígenes. “De alguna manera está promocionando la artesanía cajamarquina”, dice Itila desde Chota, sin dejar de lado la polémica que ha levantado también el mandatario por no descubrirse la cabeza al entrar a las iglesias o recintos cerrados. Incluso, juró al cargo de presidente en el Parlamento con el sombrero fijado en la cabeza. La psicoanalista Matilde Caplansky ironiza: “Quizás considera que está con el cetro o la corona del rey de España”. Luego apuntala: “Evidentemente hay una falta de educación, de protocolo y cortesía al no sacárselo frente a una dama o cuando entra a una iglesia”.
Otros analistas han puesto hincapié en el abuso de este artefacto simbólico, hecho que Castillo seguramente tendrá que corregir, aunque por ahora temas mayores (como modificar su cuestionado gabinete o deslindar de personajes oscuros) urgen de su máxima atención. No querrá hacer justicia al dicho que reza: “Dios le da sombrero a quien no tiene cabeza”.
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