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Gonzalo Torres: “Capitales de América no tienen lo que tiene nuestro Centro (de Lima)”
“El monumento original de Bolognesi fue desnaturalizado en los años 50 por una visión de un Bolognesi más altivo”, dice el autor del libro ‘El jirón de Abraham’, que acaba de publicarlo. Entrevistamos a Gonzalo Torres.
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Vivía al final de la avenida Salaverry, por el parque La Pera del Amor, en el distrito de San Isidro, y estudiaba en el colegio Markham. El Centro de Lima era tal vez un lugar desconocido. Estima que por primera vez pisó aquel lugar desconocido a los 8 años de edad, cuando partió en una excursión colegial, en una aventura hacia las catacumbas de la plaza San Francisco. Lo que empezó como una travesía a lo diferente y extraño, hoy la recuerda como quizás una primera lección vivencial sobre nuestra historia.
Gonzalo Torres no es historiador, pero tiene la vocación por divulgar nuestro pasado. Luego de acariciar el éxito con Patacláun, sus pasos en la televisión han sido A la vuelta de la esquina y 20,000 Km. Historias del Camino. Además de ser conductor de los programa de televisión Un Perú así y Buenas nuevas, acaba de publicar el libro El jirón de Abraham (Fondo Editorial EMILima) con ilustraciones de Sandra Zimic; una invitación a jironear por las calles del Centro de Lima.
Si Gonzalo viajara a Birmania o Angola y tuviera que describir al Perú, a un país que está próximo a cumplir 200 años de Independencia, diría lo siguiente: “Es un país con muchas desigualdades, falta cumplir la promesa de la república”. Pero agrega que hay muchas personas que desde el lado civil intentan cerrar brechas para tener una sociedad más justa. No lo dice, pero el actor limeño que, esta semana cumplió 52 años de edad, desde su esquina y a su manera, acorta la brecha del conocimiento de nuestra historia.
-¿Conocemos el Centro de Lima?
Creo que hay un esfuerzo por conocerlo. Hay tours guiados y se han formado grupos patrimonialistas, pero igual es una tarea siempre pendiente. Se ha avanzado en recuperar el Centro de Lima. Hay un esfuerzo muy grande por recuperar esculturas, monumentos, casonas. Hay algunos sitios que se han estado poniendo en valor mes a mes, y es algo que no sucedía hace mucho tiempo. Por ejemplo, la Plaza 2 de Mayo y la puesta en valor del monumento. Falta mucho, pero se está avanzando.
-Hacia finales del siglo pasado estudié en una universidad privada y recuerdo que muchos compañeros no conocían el Centro de Lima, lo que me parecía sorprendente.
Y seguramente hay mucha gente que, de pronto, no ha ido al Centro de Lima porque no le interesa, pero hay muchísima información, lugares que sí nos competen. Por eso el tema de la divulgación es importante. ‘Para qué voy a ir al Centro de Lima si no me interesa o no hay nada que ver’. A veces lo que sucedía era que venían los turistas y estaban en Lima un día y se iban al Cusco. La idea es que ahora cuando vengan los turistas se queden dos, tres días en Lima antes de irse al Cusco. Capitales de América, como Santiago, no tienen lo que tiene nuestro centro. Tienen otras virtudes, pero no tienen el patrimonio que tenemos nosotros. Eso es lo que hay que poner en valor.
-¿Cuál es el valor del Jirón de la Unión, que es protagonista en tu libro?
El Jirón de la Unión siempre ha sido la avenida más importante de la ciudad desde la fundación de Pizarro. Siempre ha sido una avenida importante para el comercio. El nombre jirón es un peruanismo. No existe otro país que le diga a sus calles jirones.
-¿Siempre se llamó Jirón de la Unión?
No, no siempre. Es más, el verbo jironear es un peruanismo único en Lima. No siempre se llamó De la Unión. Eso ocurrió con el cambio de nomenclaturas de las calles en 1865 con Mariano Bolognesi, el hermano del héroe.
-¿Cómo se llamaba antes?
Tenía varias cuadras y cada una tenía su nombre. La cuarta se llamaba Mercaderes, también había Boza, Palacio. El Jirón de la Unión se llamó así porque unió calles.
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-En El jirón de Abraham se recuerda al arco que estaba por el puente Trujillo, por la Casa Aliaga.
Eso era desde tiempos virreinales y tenía una inscripción arriba que era “Dios y el Rey”. Cuando el Perú se independizó se cambió por “Dios y la Patria”; y había un reloj en la Plazuela de Desamparados, pero se quemó en 1879. Se quería reconstruir, pero en 1879 estaba a la vuelta de la esquina la guerra con Chile y no se pudo cumplir la reconstrucción.
-Hace poco hubo un debate por la escultura original de Bolognesi: si esta debía retomarse o quedarse la que conocemos. ¿Cuál es tu opinión?
El monumento original fue, por llamarlo así, desnaturalizado en los años 50 por una visión de un Bolognesi más altivo. Pero a mí me gusta mucho el Bolognesi original, es más evocativo, es el momento en donde precisamente él está ofrendando su vida y entrando en el tránsito a la gloria. Ese es el monumento original y siempre ha tenido sus detractores desde el comienzo. Por ejemplo, González Prada no estaba de acuerdo con ese monumento.
-¿Qué decía?
Decía que parecía un Bolognesi borracho. No lo dijo con esas palabras pero sí lo anunció y desde allí en la mente de muchos se quedó con esa imagen. Yo sí considero que la otra imagen, que estuvo mucho tiempo en el Real Felipe, que es el monumento original, tiene un mérito y un simbolismo que a mí me gusta. Aunque respeto las opiniones contrarias con fundamento.
-La figura original se presta también a la interpretación de que es un Bolognesi derrotado y muchos no quieren tener figuras que muestren derrota.
Ese es el otro discurso que también es válido, pero me gusta ese momento porque es la verdad, cuando Bolognesi sucumbió en el morro y nos ganaron. Me gusta la idea y narrativa de lo que es justo el momento en que Bolognesi está yendo a la gloria eterna, abrazado a su bandera. Es más, creo que eso también nos enseña mucho. Es ofrendar tu vida por un ideal.
-¿Qué se aprende de la derrota, Gonzalo?
Se aprende mucho. Y la vida de Bolognesi es un poco eso, es una vida estoica. En realidad, él estuvo esperando los refuerzos hasta el último momento, refuerzos que no llegaron. Y eso nos hace ver cómo la política, de toda la vida, nos ha abandonado como país, como nación, como Estado. No ha estado ahí en los momentos en que más debería estar y cuando más los necesitamos (a los políticos). Tenemos que reconciliarnos con nuestra historia, con nuestro pasado.
-¿Hoy qué guerra libramos?
Creo que libramos una guerra contra la indiferencia de nuestro patrimonio, libramos una guerra porque le sacan la vuelta para demoler lugares que son históricos. En Barrios Altos, por ejemplo, se están cometiendo varios crímenes de construir depósitos de tres pisos demoliendo quintas muy valiosas y hay que hacerle la guerra en todos los frentes.
-¿Viajarías a ese pasado de 1917, al pasado que viaja Abraham en el Libro?
Elegiría todos los años. Cada siglo tiene su encanto y viajaría permanentemente. Sí, conocer esa Lima antigua. Ir al Palais Concert, por ejemplo, cuando estaba de moda. Sí, es una idea utópica, pero que me seduce bastante.
AUTOFICHA:
- “Estudié en el colegio Markham. Somos cuatro hermanos, pero yo soy el menor. El que me sigue me lleva 7 años. Yo era el muñequito de torta de mi hermana, que le encantaba vestirme con la ropa que a ella le gustara”.
- “He vivido vida de barrio, jugaba fútbol de garaje a garaje. Como era medio malo, tapaba. Era la década del 70, cuando estaba de moda los álbumes y las figuritas de Argentina 78; también los muñequitos de Milo, los moticucos. Pero mi fantasía de niño era ser mago”.
- “No intenté ser mago, porque soy pésimo con las manos, mi motricidad fina siempre ha sido pésima. Iba estudiar Derecho y entrar a la academia diplomática, pero me desencanté y terminé estudiando Publicidad. Ojalá podamos regresar al teatro presencial, que la gente vuelva a los museos y exposiciones”.
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