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Hernán Vega, gestor cultural: “Cantando valses siempre tendremos fuerzas”
Hernán Vega, gestor cultural: “Cantando valses siempre tendremos fuerzas”
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Hernán Vega se recuerda desde muy pequeño cantando valses criollos. Era un muy buen aprendiz ya que apenas escuchaba las letras se las guardaba muy dentro suyo para memorizarlas y repetirlas en cada jarana. En su casa barranquina la fiesta era perpetua y, afuera de ella, una radio siempre lo acompañaba. Eran las décadas de los long play, del verso romántico y de los cánticos sufridos. Hernán dice que a pesar de sus 70 años sigue siendo ese muchacho al que solo le bastaba una guitarra para ser feliz. Y, por supuesto, no ha olvidado ninguna letra.
Hernán no se convirtió en músico, por lo menos no en uno profesional, y más bien se califica como un ‘músico de barrio’. En su repertorio siempre hay valses y boleros y diversas peñas limeñas lo han disfrutado. Toca la guitarra, un poco de piano y cajón y también el tres cubano. Su experiencia también le ha permitido dirigir la parte cultural del tradicional restaurante barranquino Songoro Cosongo, parada obligatoria para todo el que pisa este distrito bohemio. Así es Hernán, un personaje que ahora nos sorprende con un proyecto discográfico que busca desempolvar letras de valses antiguos con el fin de refrescarlos para las nuevas generaciones.
-Don Hernán, ¿en qué momento descubre la música?
Me recuerdo a los 8, 9 años escuchando discos long play. Mi familia es de Barranco y en cada cumpleaños había valses. Eso era lo que cantaba yo. A mí se me grabaron varias melodías, varias letras. Tengo un recuerdo muy claro: ir a la playa, a Ancón y cantar los valses en el camino. Siempre me llamaron la atención las bellas melodías. Ya después comencé a aprender a tocar la guitarra.
-¿Quién le enseñó a amar la música?
El amor a la música viene cuando uno nace. He tenido la suerte de brindar con el maestro Nicolás Wetzell, de tomar un poco y a cada rato con Luis ‘el chino’ Abelardo, disfrutar de tertulias con Manuel Acosta. Ellos son los que me han enseñado, los que me han marcado.
-Y ese amor lo ha llevado ahora a producir un disco con su agrupación, Lima Revivals. ¿Cómo nace la idea?
Tuve la suerte de estudiar guitarra con el maestro Wetzell, que nació en 1898. Él me enseñó cuando tenía casi 80 años y lo mejor de todo es que con él aprendí a tocar las canciones antiguas, los valses antiguos. Todas esas letras yo las apuntaba en mi libreta. Así fui aprendiendo. En la pandemia cerramos el restaurante y me quedé en casa, entonces saqué mi guitarra y mi cuaderno antiguo. Ahí me percaté de que muchos de los valses antiguos se han dejado de cantar.
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-¿La idea es rescatarlos?
Sí. Yo voy a una peña que le dicen El grifo porque hay gente de 84, 90 y 95 (risas). Yo soy el más joven, pero crecí con todos mis amigos cantando valses lindos. Ellos me pedían que yo cante porque tenía mejor memoria. Entonaba valses de los años 30, de los años 40. Eran valses selectos, pícaros, criollos. Entonces al recordar todos estos valses pensé en que deberían estar en algún medio digital para que las nuevas generaciones las puedan escucharlos.
-¿Cómo fue la grabación?
Estábamos en pandemia, entonces junto a Lima Revivals los grabamos con mucho esfuerzo. Buscaba que las letras de las canciones puedan “viajar”, entonces decidí que lo mejor era pasarlos al bolero, que ha estado presente siempre en cada generación. Me reuní con varios músicos para explicarles la idea y les pareció bien, el objetivo era hermanar estos ritmos. Las letras de las diez canciones que componen el disco son conmovedoras, van directo al corazón.
-¿Quedó conforme con el resultado?
Este proyecto no nace con la intención de que me conozcan a mí ni a Lima Revivals, sino que es una suerte de gesta cultural. Ahora esas letras se pueden apreciar en YouTube o Spotify. Es un primer paso para crear una comunidad de defensores de los valses.
-¿Qué particularidad guarda el vals?
Ellos hablan de la mayor fuerza que tiene el ser humano: el amor. Por ejemplo, te nombro Celos de Felipe Pinglo o Crepúsculo de amor. Uno se aferra a ese sentimiento tan maravilloso y no lo quiere soltar.
-Y Barranco, su lugar de toda la vida, le da un aire especial a los valses.
Hay pueblos de la tierra que tienen un encanto natural y uno de ellos es Barranco, que es mi casa.. Siempre lo he sentido así y mis amigos también. Y eso se traspasa de generación en generación. Ahora mi hijo cuando regresa de San Marcos me dice que cuando ingresa a Barranco siente la felicidad. Se cuenta que Abraham Valdelomar decía: “Cómo se puede ir al colegio o al trabajo habiendo un malecón con este mar abajo”. Yo crecí con el Puente de los Suspiros a mi costado, viendo a Martín Adán.
-Y es el barrio del Songoro Cosongo.
Sí, que está en nuestra casa familiar. Siempre nos hemos empeñado en ofrecer cultura, comida, pisco, canto. Es parte de una trayectoria familiar. Más que un administrador, soy un borracho culto (risas). Me encargo de la dirección cultural. Y en estos tiempos de COVID hay que ser casi un héroe para sobrevivir. Felizmente la cultura nos ayuda bastante. Más que un restaurante, la gente va por cultura y de paso se encuentran con comida riquísima.
-Empresario, gestor cultural, cantante. ¿Qué más le falta hacer, don Hernán?
La vida es tan mágica que te lleva por caminos que uno nunca imaginó. Si uno hace las cosas correctamente, siembra semillas y crece. Pero llega un momento en que te ves en un bosque maravilloso de circunstancias, tanto de progreso, como de contratiempos. Pero todo es bienvenido, hay que tratar de ser feliz y compartir esa alegría. Cantando valses siempre tendremos fuerzas.
-¿Qué vals ha marcado su vida?
Le diría qué Crepúsculo de amor de Felipe Pinglo. Tiene una letra bastante potente. Aunque es una pregunta bien difícil, quizás sería un popurrí de valses. Si tomo pisco te digo un vals, si tomo vino te digo otro, si tomo cerveza, también (risas).
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