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Jaime Lértora: “Si algo enseño a la gente es que aprendan a ser interesantes”
Pensaron que sería abogado. Es ingeniero, pasó por la actuación y la docencia. Y hoy es consultor en temas de comunicación. Perú21 entrevistó a Jaime Lértora.
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No perdía una discusión en casa. Sus padres decían que sería abogado. Finalmente, Jaime Lértora es un experto en el uso de la palabra.
Por alguna razón, en su casa había un mimeógrafo y se le ocurrió crear un periódico. Tenía 12 o 13 años. Impreso que salía una vez por semana bajo el nombre de Antorcha Agustiniana. Imprimía en dos pliegos de papel bond oficio. Policiales, sociales, onomásticos, sobrenombres, un crucigrama pirata y una caricatura. Vivencias de adolescencia. Costaba cincuenta centavos de sol y lo vendía en el colegio. Él hacía casi todo, aunque por pudor no se autodenominaba director del medio.
Una noche preparó una tertulia en un campamento en Valdivia. Era estudiante universitario y estaba en una suerte de misión de voluntarios. Encendió velas y recitó a Pablo Neruda: Poema XV y Poema XX, de memoria ante unos 20 chilenos. No era actor, tampoco poeta, pero ya tenía el dominio de la palabra. “Se quedaron con la boca abierta”, recuerda. Le pregunto por qué lo hizo. “Porque me gusta llamar la atención, seguro”, responde y ríe. Esa noche, sin saberlo, nació el actor, que años más tarde brilló en la televisión, el teatro y el cine.
Pero se tituló como ingeniero agrónomo, aunque casi no lo ejerció. Vino la reforma agraria y se quedó sin trabajo. Asumió el papel de experto en computadoras en IBM, que lo llevó a enseñar programación de computadoras y luego a la docencia universitaria en temas de expresión oral y corporal, que finalmente lo encumbró a la consultoría de habilidades comunicativas. Un coach que nos dice “¿cómo hablar y convencer a tu público?”, desde hace 25 años. “No me preguntes por qué estudié Ingeniería Agrónoma, nunca supe responderlo”, advierte antes de empezar la entrevista.
¿Estudiar Agronomía fue un placer o una tortura?
Yo no quería irme de la universidad. Mis compañeros de promoción terminaron en cinco años, yo me quedé siete años. Me pasé a estudiar Economía, Ciencias Sociales, Sociología, Psicología. Ha sido muy bueno para mí no tener definida la vocación. Soy devorador (de conocimiento) y un escandaloso divulgador.
Ahí puede estar la raíz que explique por qué eres coach.
Y a pesar de no haber estudiado actuación, también siento la vocación actoral. Y tú sabes que los actores somos mentirosos profesionales. De chico he sido bastante mentiroso, he imaginado mucho. Y no he perdido mi curiosidad. Entonces, ¿de dónde nace todo este caos que alimenta? En mi familia numerosa todos hacíamos, no estábamos nunca sin hacer nada, el ocio no existía; jugábamos, sí, pero siempre estábamos leyendo, escuchando música. Siempre he necesitado un público, sea en la mesa de mis abuelos, sea en la casa, siempre he necesitado ser protagónico. Esto es herencia de mi padre, hijo de italianos, de 1.92 metros; y cuando no prestábamos atención en la mesa, se paraba y se iba, golpeaba la mesa.
¿Haces algo parecido?
Debe ser, pero sin golpear la mesa. Si algo enseño a la gente es que aprendan a ser interesantes, y eso tiene que partir de que tú te creas interesante. Si no te interesas, no vas a ser interesante para nadie. Ese es el coach que hago, no soy un coach ontológico ni esos nombres; no vendo cebo de culebra, para nada.
El fondo del asunto es lo que acabas de decir: que necesitas público siempre.
Claro. Y hay que escuchar, que es algo que sigo trabajando. Si hay algo que yo sé hacer, es que he aprendido a darme cuenta, me encanta darme cuenta, hasta donde me dé la curiosidad.
¿El coach desplazó al actor?
Sigo siendo actor sin estar actuando. Actor en el sentido de prestar atención a tu propio personaje para saber cómo pisas, cómo caminas, cómo te sientas, cómo te relacionas. El actor está en permanente mirar desde afuera para entrar a consciencia.
Entonces, todos somos actores.
Todos debemos, el asunto es que somos malos actores. Hay que enseñar a la gente a que actúe bien de sí misma. Pero uno debe sentirse cómodo, cercano y seguro, porque también en el teatro la relación de confianza es la que crea la escena. Pero ahora estoy luchando contra algo que puede venir con la edad, que es el empezar a repetirse. Odio eso, odio contar lo mismo. Pero como soy mentiroso, cuando estoy contando algo lo cambio (risas).
Todo el rato estamos versionando lo que hemos vivido.
Somos un release 3, release 4 de nosotros mismos. Y eso te mantiene actualizado.
¿Te volviste actor por accidente?
Siempre me jaló la escena. En el barrio, a los 14 años, recitábamos a Lorca en las fiestas, y me encantaba. Y ya en la universidad me acerqué al grupo de teatro.
En los talleres que das se propone vencer el miedo. Después de conversar más de una hora, me queda claro que la palabra miedo no debe ser habitual en ti.
En todo caso, no le tengo miedo a hablar en público. En vez de vencer el miedo, hay que enseñarle a la gente que ame.
Incluso, para qué vencer el miedo, hay que tener miedo, ¿no?
Sobre todo hay que tener miedo a no saber, el miedo es un buen resorte porque te obliga a prepararte.
¿A qué le tienes miedo?
A nada.
¿Ni a la muerte?
No, porque nos vamos a morir todos. Pero estás hablando con alguien que puede considerarse inmortal. La inmortalidad la puedes adquirir fácilmente cuando decides vivir.
AUTOFICHA:
-“Al año de ingresar a enseñar en la Universidad de Lima, me empezaron a pedir que enseñe a profesores, en temas como cursos de animación del aula, y me lo fui inventando (ríe) porque nada de eso existía. Y vino el regalo máximo, el origen de todo lo que tengo ahora”.
-“Había un curso que se llamaba ‘Presentaciones de alto impacto’ y la universidad ganó un concurso para dictarlo en Cajamarca. ‘Usted va’, me dijeron. Nunca lo había dictado. Fui y se me abrieron los ojos. Fui construyendo cursos como ‘Habilidades comunicativas’”.
-“En todo este tiempo he seguido haciendo televisión. Y seguí actuando cuando podía. Es más, hice El gran teatro del mundo en 2017. Amo el teatro, pero una temporada de dos meses significa que deje de enseñar, que es lo que me mantiene. Además, he llegado a un nivel y estoy en el top”.
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