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Les Luthiers: Marcos Mundstock, el malabarista de las palabras
La voz de Les Luthiers se ha ido. Una voz grave y poderosa. Marcos Mundstock nos enseñó que las palabras suelen ser más divertidas si las enviamos al absurdo.
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Puede que la precisión de Marcos Mundstock haya sido una herencia del oficio de su padre, un relojero inmigrante judío que desembarcó en la Argentina de 1930. Esta teoría se funda en que siempre tuvo la palabra exacta en su boca, como si esta permaneciera esperando el momento oportuno para salir, especialmente en los jacarandosos malabares idiomáticos que solía hacer en el escenario. Otra teoría podría desembocar en su madre, también judía. La mujer le solía hablar unas veces en español y en otras ocasiones en yidis –una variedad del alto alemán, con elementos hebreos y eslavos, que hablan los judíos askenazíes–, lo que quizás motivó a que desde pequeño Mundstock considere que el uso de las palabras también pueden representar un juego que rompa fórmulas.
Sea cual fuese el origen, no es una exageración decir que Mundstock (Santa Fe, 1942 -Buenos Aires, 2020) era un genio. No solo por lo expuesto líneas arriba, sino porque a todos sus malabares le agregaba una de las labores más difíciles para todo aquel que se considere artista: hace reír.
Mundstock falleció el miércoles último, a los 77 años, en Buenos Aires –a puertas del día del idioma castellano– y con él se han ido un grupo de notables personajes: el narrador de las aventuras de Mastropiero, el biógrafo de Manuel Darío, Oblongo ‘Ngue o Cantalicio Luna, el presentador del show ‘Entreteniciencia familiar’, el confundido teniente Stanley, el pirata modisto de ‘Las majas del bergantín’ y otros muchos más. En definitiva, se ha ido la voz de Les Luthiers.
UN HOMBRE NOBLE
A pocas horas de conocer el deceso, el músico Rubén Blades soltó unas palabras. “Su tono elitista y pomposo, y la parsimonia solemne con la que expresaba el absurdo de sus libretos resultaban un ingrediente esencial en la intención de sátira social y crítica que caracteriza la obra de ese genial grupo”, escribió el músico sobre su amigo.
No fue el único. La lista de personalidades que tuvieron palabras para el fundador de Les Luthiers pasaron por todas las artes y ciencias, incluso la política. El ex presidente argentino Mauricio Macri detuvo sus comunicaciones para calificarlo como “un hombre noble”.
En el Perú, el escritor Gustavo Rodríguez resumió con certeza el trabajo de Mundstock, con un mensaje que explica, además, el éxito del humor del grupo argentino: “En un tiempo en que el humor aquí era repartir cachetadas, su voz nos abrió otra puerta a muchos chiquillos”, dijo.
Marcos murió a causa de un enfermedad que lo llevó a dejar los escenarios hace ya más de un año. “De ahora en más, cada uno de nosotros deberá empezar a transitar el doloroso camino de aprender a convivir con su ausencia”, mencionaron sus compañeros en un tristísimo comunicado. No la tendrán fácil. En 2016 falleció Daniel Rabinovich, el otro genio, el del bigote y cabello cortito. Quizás la otra mitad de Mundstock, ambos eran especialistas en sostener diálogos sobre la base del absurdo.
“La musa de la danza era Tepsícore”, decía uno. “¿Esther Píscore?”, respondía el otro. De esta llana confusión, un universo se abría paso, un mundo que cobraba sentido.
Y es que para el irreverente Mundstock justamente la palabra era el arma principal. Sus monólogos, entonados con aquella voz grave de locutor (oficio que ejerció por varios años, además de actuar en series y películas), eran su sello característico. Se inventó al compositor Johann Sebastian Mastropiero y lo construyó tan bien que hasta ahora dudamos (con esperanza) si es que acaso que no tiene rostro. Recordamos con agrado su viaje a esa región de Oriente Medio llamada “Uf Al-Sudar”, donde no podría verse con un “jeque que lo aqueja la jaqueca”, pero sí con el Imán Abdul, un señor con una personalidad magnética, “como todos los imanes”. Aquel anciano le explicaría que a los musulmanes más fanáticos se les conoce como “muysulmanes”, mientras que a los que solo cumplían en parte los preceptos de Mahoma eran “mahomenos”. No guarde usted la sonrisa que hay más. También Mastropiero se enteró de que a algunos beduinos venían “de ciertos oasis poblados”, en cambio otros “de ciertos desiertos desiertos”.
Todo eso salía de la cabeza de Mundstock e iban a parar en esos monólogos a los que cada tanto le tenía que insertar una pausa larga, un silencio preparado para los aplausos. La única prueba de que la conjura del autor y el respetable se había logrado.
EL HUMORISMO
Por estos días en que los videos de Les Luthiers vienen siendo revisados con mayor ahínco en YouTube, uno viene sobresaliendo. El protagonista es Mundstock, pero esta vez no luce el traje de pingüino. Tiene puesto una camisa cualquiera y un saco plomo. Es del año pasado, con motivo del Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebró en Córdoba (Argentina). Mundstock no pudo asistir, ya los problemas de salud lo aquejaban, pero se dio el tiempo para grabarse ofreciendo un monólogo o más bien un desternillante reclamo en quince minutos.
“Propongo que un ‘en lo que canta un gallo’ equivalga a ‘dos santiamenes’ y ‘cuatro periquetes’. Pero si ya nos referimos a cosas de poca importancia, cuando alguien diga ‘me importa un comino’, más o menos querrá decir que importa ‘tres pepinos’ o ‘medio pimiento’”, dijo Mundstock haciendo reír a los señores y señoras más importantes de la lengua castellana.
Dos años antes de aquel episodio, Les Luthiers recibiría el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, un galardón que en ediciones anteriores lo han ganado personalidades de la talla de Umberto Eco, Zygmunt Bauman, Alain Touraine o Annie Leibovitz. En el discurso previo, el ‘pelado’ sería enfático: “El ejercicio del humorismo mejora la vida”. Pero, además, reflexionaría sobre el gran logro del grupo, que tiene más de medio siglo de vida. “Permite contemplar las cosas de una manera distinta, lúdica, pero sobre todo lúcida, a la cual no llegan otros mecanismos de la razón. El humorismo no depende de estar de buen humor o de mal humor. El humorismo es siempre social, comunicación y humanidades. Nuestra mayor satisfacción es habernos ganado, con la ayuda de la música, unos raros instrumentos y la exuberancia y las ambigüedades del idioma castellano, un lugar en el humorismo”.
El pelado Mundstock se ha ido. Ha partido para encontrarse con Robinovich. Ya nos imaginamos la tremenda tertulia que van a armar.
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