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Liliana Mayo: “Mis padres siempre me enseñaron la alegría de servir”
Lo que vino en forma de castigo, se convirtió en su pasión: ayudar. Y hace 44 años creó en el garaje de su casa el Centro Ann Sullivan. Perú21 entrevistó a Liliana Mayo.
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Hacía muchas preguntas. Tantas que ya no pudo ser psicóloga clínica. Tantas que a su coordinador no le gustó y de castigo la mandó a las tareas de educación especial. “Tres meses y me salgo inmediatamente “, pensó. Vio niños en jaulas y con letreros que decían: “No te acerques que muerde”. Niños desnudos y atados en azoteas. Hasta que tuvo a su cargo a una niña con autismo, se la entregaron casi resignados a su condición. Pero Liliana logró avances notables. Y se hizo más preguntas: ¿Cuántos niños así hay en el Perú? ¿Cómo podemos ayudar a pesar de que no hay servicios? Y tuvo una sola respuesta: “Tengo que hacer algo”.
Hace 44 años, Liliana Mayo puso la primera piedra para crear el Centro Ann Sullivan. Empezó por casa, en el garaje, con ocho niños. Hoy el centro, ubicado en San Miguel, es una institución que educa a cientos de personas con habilidades diferentes. Para hacer sostenible esta noble labor, este 18 de noviembre organizarán un almuerzo en la Huaca Pucllana. Informes en 998700993 o 980308788 o vía web: www.es.annsullivanperu.org.
¿Volvió a ver a la persona que creyó haberla castigado? “Lo vi, no dijo nada”. Pero Liliana, sí: “Gracias, porque encontré mi camino. El dolor es aprendizaje. El castigo se convirtió en mi pasión”.
¿Lo suyo se puede definir como trabajo en el sentido más clásico de la palabra?
No es un trabajo. Es una pasión, es una vocación. A veces me dicen: “No tomas vacaciones”. Cuando uno tiene esa pasión, hace de su trabajo una vacación. Me encanta lo que hago y quiero a mi país. Acá puedo pasar horas porque veo lo que se puede lograr en nuestros alumnos.
¿Cómo lo ve?
Por ejemplo, hay dos alumnos que llegaron a los 5 años de edad. Muy humildes. Los doctores les dijeron a sus madres “no hay nada que hacer, nunca serán independientes ni productivos ni felices”.
Aparece su perrita. Se llama Kona, tiene 3 años y se sienta a su lado. Kona ayuda en el trabajo con los niños.
Y entonces, ¿qué pasó con los chicos?
Nadie creyó en ellos. Y ahora uno se está graduando de contador.
Ingresa. Saluda y se presenta. Es Ronald (a la derecha en la foto). Me pregunta mi nombre.
Él vino a los 5 años sin hablar. Y ahora tiene 31 años. Y se gradúa como contador. ¿Cómo no me voy a sentir feliz? Ha viajado solo a Estados Unidos y el gobierno de Panamá me dice: “¿Eso ocurre en el Perú?”. Su mamá ha apoyado muchísimo. Participó en lo que llamamos la escuela de familia. Los padres vienen a recibir educación. Desde chiquitos nuestros alumnos hacen tareas en casa. Se les enseña trabajo en equipo. Los preparamos para la vida.
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Ronald, ¿qué piensas de lo que dice Liliana?
Vengo desde Villa María del Triunfo. Me siento muy contento por haber culminado mi carrera de Contabilidad. Me he esforzado mucho. Y ya vivo solo desde hace tres años. Prefiero estar solo, ya me acostumbré.
Liliana, ¿usted a qué no se acostumbra?
Dios me da fuerza. Mis padres me enseñaron servicio desde que era chica. Nadie me quería dar un lugar para empezar y mis padres me dieron la cochera de la casa. Yo no hago esto por ser excepcional sino porque mis padres me enseñaron lo que era ayudar a otro ser humano…
Liliana llama a Sandro (a la izquierda en la foto) a unirse a la entrevista. Saluda y pregunta nuestros nombres. También vino a los 5 años de edad al centro. Y hace la precisión: " Vine en el mes de abril de 1987".
Sandro, ¿a qué te dedicas ahora?
Bueno, he aprendido muchas cosas en el Centro Ann Sullivan. Y ahora trabajo en una empresa.
Liliana, cuando le propuso a sus padres abrir el centro en el garaje, ¿no le pusieron peros?
Para nada. Mi mamá me dijo: “Dale a la casa un valor humanitario. Cuando empieza un sueño, todos te van a ayudar”.
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¿Cómo fue su infancia?
No hablaba bien, nunca pronuncié la letra erre. Mis primos hasta ahora me dicen “plima” (ríe). Mis padres se fijaron en lo que sí podía hacer y tenía un abuelito que decía: “Ese es su adorno” (ríe). Este espíritu de ayuda me lo dieron mis padres. La farmacia de mis padres estuvo en lugares humildes y vi cómo ayudaban a la gente. Mis padres siempre me enseñaron la alegría de servir. Mi madre decía: “No tengo lo que heredé. Lo que gané lo perdí. Solo tengo lo que di”. Y Sandro, por ejemplo, ha cambiado su casa: antes era de esteras, hoy es de madera y está construyendo con cemento. Su padre tiene derrame cerebral y él es el mejor cuidador.
Sandro pide intervenir. Me pregunta cómo estoy.
A los 15 años empecé a trabajar en Wong de San Miguel. Y hoy también cuido a mi papá. Lo ayudo en las terapias, a caminar, a hacer los ejercicios.
Liliana, ¿qué le da fuerzas?
La pasión te da ese espíritu guerrero. La realidad ha cambiado porque las empresas les dan oportunidades laborales a chicos como Sandro y Ronald. Los padres tienen altas expectativas, que no tenían. Nos falta que quizás el Gobierno también tenga altas expectativas de lo que ellos pueden lograr. Son personas, no son un estorbo. Son una bendición.
¿No piensa en qué habría pasado si se convertía en psicóloga clínica?
No hay dinero que se pueda comparar a lo que es cambiar la vida de un ser humano.
AUTOFICHA:
-“Soy Yolanda Liliana Mayo Ortega. Tengo 71 años. Nací en San Isidro, pero soy chalaca, toda mi vida la he pasado en el Callao. Soy chalaca, de La Punta. Terminé el colegio e ingresé a San Marcos para estudiar Psicología. Yo quería ser médico, en mi familia son farmacéuticos”.
-“Mi maestría la hice afuera del país, pese a que me dijeron que sería imposible. Este edificio (el centro) es producto de que ganamos un premio de la lotería de Holanda. También me dijeron que era imposible. He aprendido que un ‘no’ es una manera lenta de decir ‘sí’”.
-“Este edificio lo tenemos desde hace 15 años. Ahora queremos que la gente de provincias no tenga que venir a Lima y que podamos educar a los padres a través de la educación virtual. Queremos que todo niño con habilidades diferentes o problemas físicos en el Perú tengan esta oportunidad”.
CONOZCA EL CENTRO ANN SULLIVAN:
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