Lima Une Fronteras 2025 llega a la capital con una propuesta que pone a la inclusión en el centro, con una programación gratuita en espacios icónicos y participación de artistas con discapacidad, para demostrar que el arte no tiene barreras y que la diversidad enriquece el escenario y al público.
El festival se desarrollará del 1 al 9 de noviembre, con actividades en distintos puntos de la ciudad.
Inspirada en hechos reales y basada en el libro El miedo del lobo, de Carlos Enrique Freyre, retrata la historia de un niño ashaninka secuestrado por Sendero Luminoso.
Impulsado por Unaychay Perú -compañía artística dedicada a la difusión y preservación del folclore peruano a través de la danza- el festival busca democratizar el acceso cultural, fortalecer la identidad y promover el intercambio entre comunidades. La iniciativa convoca a familias, estudiantes y amantes del folclore a vivir experiencias donde la tradición dialoga con la contemporaneidad y el enfoque de accesibilidad.
“Este no es solo un evento; es un movimiento para transformar el paisaje cultural de Lima con experiencias abiertas, sensibles y diversas. La inclusión no es un eslogan: se verá y se sentirá en escena”, afirma Alexandra Ríos, vocera de la compañía.
Elencos peruanos compartirán escenario con delegaciones de países como Chile, México y Colombia, además de una comunidad ucraniana residente en Brasil, en un encuentro que apuesta por el respeto intercultural y el orgullo de las raíces. La presencia de elencos inclusivos —como bailarines en silla de ruedas— refuerza el mensaje: la danza es una forma de expresión al alcance de todas las personas.
El público podrá disfrutar de un pasacalle en el Centro Histórico y en Carmen de la Legua, una gala en la Sala Alcedo del Teatro Segura y en el Parque Municipal de Barranco, una master class con artistas invitados, presentaciones en instituciones educativas, y una noche especial en el Circuito Mágico del Agua, son las actividades que activarán distintos puntos de la capital.
“Queremos que niñas, niños, jóvenes y personas mayores se reconozcan en la danza y que ese reconocimiento ocurra también en colegios y barrios con menos acceso a programación cultural. La cultura se defiende viviéndola, no solo admirándola”, señaló Ríos.
La invitación está hecha: encontrarnos en la danza para unir fronteras, celebrar nuestras identidades y convertir la inclusión en una experiencia compartida.
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