Frente a sus tintas, Lorenzo Osores no tiene una imagen preconcebida que plasmar. Entonces, comienza a dar forma a fantasmas. Diseña mediante el sonido, el ritmo o las direcciones del movimiento del pincel. Pintura automática, le dicen.
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Es así que los rostros de los limeños se convierten en presencias irresueltas, en mosaicos de emociones en la exhibición La del estribo, en la galería Juan Parra del Riego.
La expresión coloquial que da título a la exposición es utilizada para designar a la última cerveza que la gente espera antes de irse, la cual, generalmente, nunca es la última.
Es así que las 80 piezas expuestas, hechas en papel de arroz, son una continuación de la noche. Cada una de las pinturas, la mayoría con tinta china —técnica con la que se familiarizó en su estadía de 1985 a 1987 en el gigante asiático—, captura un momento cotidiano filtrándolo en un caleidoscopio de sombras inquietantes.
Una estética que lo vincula, dice Osores, a la Nueva Objetividad, movimiento artístico y cultural que emergió en Alemania en la década de 1920 como respuesta a los horrores de la Primera Guerra Mundial, el cual buscó la representación detallada de la realidad, a menudo enfocándose en la vida urbana y las condiciones sociales de la época. Una realidad hecha de cicatrices.
Y también al expresionismo, a la distorsión de formas para enfatizar la expresión emocional. Esta deformación, en el caso de Osores, incluye figuras alargadas, algunas apenas esbozadas y composiciones descentradas. Una distorsión adecuada para capturar el desequilibrio natural de la urbe.
Traumas urbanos
“Simmel decía que ‘la ciudad es un estado mental’ y nuestra ciudad tan caótica es un reflejo de la insania de algunos de sus habitantes que yo dibujo”, comenta el artista.
Y su obra es una enciclopedia de aberraciones limeñas. Una cartografía introspectiva con fragmentos de siluetas que invitan a reflexionar sobre lo efímero.
En medio de tanto, Osores se considera un romántico. “Posiblemente, mi obra es más natural y romántica porque su centro es la mujer. De todos mis personajes ella siempre sale airosa”, dice. Y su imaginación esparce distintas figuras femeninas. Sensuales siempre. Algunas veces de forma explícita; otras, sutilmente. De tal forma, sus piezas suelen ser eróticas y sombrías a la vez. Torvas y vitales en medio de una penumbra bizarra.
¿Qué deforma a sus personajes? “El infierno en que vivimos. El tráfico caótico de Lima es apenas una manifestación del caos total que vive la sociedad peruana”, dice.
Refiere también la agresión continua contra el medioambiente, la cultura, la educación de buen nivel o el cine peruano que está despegando. Además de ello, el reino de la delincuencia, protegida por leyes congresales, responde.
“Todo eso expresa la inhumanidad de un sistema social absurdo y siniestro que, de una manera no tan obvia, se refleja en los personajes que rondan mis dibujos”, manifiesta Osores. Personajes que flotan en un entorno decadente. Es decir, un país que duele hasta en los trazos.
Dato:
-Fundó y dirigió las revistas de humor y cultura: El Idiota y El Salvaje Ilustrado. Participó en publicaciones como Vaca Sagrada, Hipócrita Lector, Adarga, entre otras. Fue jefe de arte del quincenario Monos y Monadas. En 2007 publicó el conjunto de relatos La sonrisa de la musaraña. En 2012 publicó Onán es enano.
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