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Los dos papas: Conversaciones en el Vaticano [CRÍTICA]
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En 2013 el mundo miraba cómo un Papa renunciaba a su mandato y días después un argentino era nombrado en su lugar. Si bien el viraje que acababa de tomar la Iglesia católica era notorio, siempre quedó una nebulosa sobre los entretelones de esta elección, una curiosidad a la que el mundo parecía resignado a no conocer. Seis años después, Los dos papas ha llegado para tratar de llenar ese vacío. Y a pesar de que gran parte de esta película dirigida por Fernando Meirelles –el realizador de cintas como Ciudad de Dios y El jardinero fiel– ronda la ficción, nos acerca lo más posible a dos personajes arropados en el misterio, sello de su institución.
Los dos papas arranca en 2005, cuando Jorge Bergoglio (Jonathan Pryce) se entera de la muerte de Juan Pablo II mientras brinda un discurso luciendo su acento rioplatense (un gran trabajo de voz en off). Este poderoso detalle nos susurra que tenemos al frente un largometraje más cercano a Latinoamérica que a Hollywood.
La noticia lleva al cardenal a viajar a Roma para participar del cónclave en el que finalmente Ratzinger (Anthony Hopkins) sería elegido. Pero años después ambos mantendrán un encuentro casi inesperado. Castel Gandolfo y la Capilla Sixtina son algunos de los envidiados escenarios. Es aquí cuando definen su condición frente al otro, una relación radicalmente opuesta que empieza desencantada para terminar en un tango de complicidad. Comprender este recorrido es tarea del espectador. Las herramientas serán los diálogos inteligentes propuestos por el literato y periodista Anthony McCarten. Benedicto y Bergoglio se trenzan en un duelo en el que desenvainan sus posiciones filosóficas, mientras ven cómo sus armaduras los dejan vulnerables. Lloran, ríen, cantan, comen pizza, ven fútbol.
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PECADOS CONCEBIDOS
La intención de humanizarlos puede ser lo más criticado de la cinta, aunque también la forma en que se abordan los hechos que los hacen sucumbir, tocados superficialmente, quizás como un recurso para entender cómo se resuelven las cosas en el Vaticano.
Hopkins se mantiene en plena forma y su actuación es la mejor desde El silencio de los inocentes (1991). A ello se suma Pryce, que adhiere a su parecido físico con Bergoglio un trabajo de desprendimiento para ser lo menos británico posible.
Meirelles prioriza en la cinta las tomas en movimiento y sus flashbacks sirven para entender cómo las relaciones pasadas de Bergoglio y sus actos durante la dictadura militar argentina terminan definiendo las actitudes del hombre que vemos hoy como papa. Cualidades actuales que le han valido no ser bien visto por la parte más conservadora de la Iglesia, mientras que en el ala opuesta, su accionar tampoco puede ser olvidado. Lo mismo ocurre con Benedicto, que no ha logrado escapar de su pasado en la Alemania de Hitler.
La música, que va del tango al famoso “Bella ciao”, es precisa en esta historia de dos personas que buscan redimirse.
Los dos papas es atractiva para católicos y no católicos. Es una historia melancólica, pero no por eso deja de ser entretenida. Al final, cuando Benedicto decide dejar el cargo y se confiesa ante Bergoglio, ocurre un diálogo que demuestra esta constante dualidad:
-Benedicto: “Muchas gracias, me ha quitado un gran peso de encima”.
-Bergoglio: “Y usted me ha puesto uno”.
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