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Los Jaivas: Eduardo Parra, desde París, a 40 años de ‘Alturas de Machu Picchu’ [Entrevista]
Se cumplen 40 años de la publicación del disco ‘Alturas de Machu Picchu’, que musicaliza la poesía de Pablo Neruda, obra que luego sería filmada en la misma ciudadela inca. Perú21 entrevistó a Eduardo Parra, uno de los fundadores del grupo chileno Los Jaivas.
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Inventó que era el poeta del grupo. Se sintió el poeta del grupo. Es el poeta del grupo. Antes de intentarlo, renunció a temprana edad a sus estudios del colegio. Todo lo que vino después lo aprendió lejos de los muros de las escuelas, siendo autor de cuatro poemarios, entre canciones y creando –como él dice– más del 80% de las letras de Los Jaivas, el grupo chileno que hoy es una institución, una escuela de la música latinoamericana.
Magia. Una palabra que dice y explica lo vivido desde 1963, cuando nacieron los creadores de “Todos juntos” que, pese al fallecimiento de Gabriel Parra y Eduardo Alquinta, han ascendido muchas cumbres, una de ellas ser la banda sonora de un continente. Eduardo Parra se pregunta cómo llegamos a crear todo esto. “No recuerdo haber tenido ganas de hacer lo que hicimos”, dice y ríe. Magia. Una palabra que dice y explica la creación del álbum Alturas de Machu Picchu, que cumple 40 años de haber sido publicado. Música creada sobre los cimientos de la poesía del Premio Nobel Pablo Neruda en el libro Canto general. Disco que luego sería filmado en la ciudadela inca y que tuvo como invitado al entonces futuro Premio Nobel Mario Vargas Llosa. Magia que propuso e impulsó el productor peruano Daniel Camino.
En unos días, Eduardo Parra será operado. La poliomielitis que lo atacó a los 3 años de edad ahora lo obliga a transitar por este tramo hospitalario, alejado de los escenarios. “Siempre he tenido nostalgia de Lima”, me dice desde París y se adelanta a la primera pregunta. Miro el cuaderno de apuntes, cambio de planes y lo interrumpo brevemente.
-¿Por qué la nostalgia?
Mira, la historia es larga. Cuando empezamos a hacer nuestra música, no pensábamos que podía haber parangón en otros lugares de Sudamérica; sin embargo, estábamos equivocados, porque los había. El Polen en Perú, Arco Iris en Argentina y La Banda Municipal en Venezuela.
-¿Hubo alguna influencia de El Polen en Los Jaivas?
No, porque no nos conocíamos. Nos fuimos a conocer después de que El Polen, por lo menos, ya tenía un álbum, como nosotros, que teníamos El volantín.
-Una coincidencia mágica.
Fíjate tú que se puede decir que el continente entero estaba produciendo, en una suerte de magia, unos grupos que quizás el continente no se los esperaba, porque hasta ese momento existía la música folclórica, pero la música folclórica a mi manera de ver no tenía una influencia fiera en la sociedad; hasta muchos la despreciaban. En ese tiempo, todavía les gustaba ser colonialistas.
-¿A ustedes les dijeron algo?
No nos decían nada. Comenzamos con una consciencia musical nueva en Latinoamérica, que no era folclor, era algo nuevo. Éramos nosotros frente al mundo.
-¿Pero ustedes nacieron de la convicción de crear algo nuevo o lo novedoso fue apareciendo, otra vez mágicamente?
La verdad, fuimos imbuidos mágicamente. Éramos un grupo de fiesta, que tocábamos covers de bossa nova, twist, chachachá, toda la música que podría servir para la fiesta. De un momento para otro, la cosa cambió.
-¿Qué pasó?
Creo que nosotros queríamos ser creadores. Nos cansamos un poco de ser los intérpretes. Habíamos hecho una muy antigua promesa: vamos a tocar en muchas fiestas para ganar plata y comprar instrumentos, y con esos instrumentos vamos a hacer nuestra música. Pensábamos que éramos jazzistas, porque adorábamos el jazz.
-¿En ese momento tocaban tan bien como los jazzistas?
No. Sin embargo, nos estábamos preparando para ser eso. Algunos conocimientos teníamos. Queríamos ser una banda de jazz.
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-¿Por qué no lo fueron?
La historia nunca es como uno quiere hacerla. No se puede construir una historia anticipadamente. La historia se va haciendo paso a paso. La historia es diaria y nadie sabe cuál va a ser la historia. Cuando llegó el momento, nuestro amigo ‘Gato’ (Alquinta) fue el primero en decir: “yo me voy a recorrer Latinoamérica”. “Pero cómo te vas a ir del grupo”, respondimos. “Me voy y punto”, insistió. Nos quedamos súper tristes, se nos había ido el cantante y un querido amigo. Se fue y llegó a Perú, Ecuador, Colombia. Y volvió un día. Nosotros llorábamos, llorábamos y llorábamos.
-¿Dejaron de tocar cuando él se fue?
No. Contratamos a otros músicos que podían reemplazarlo en la fiesta, pero nos sentíamos muy mal. Sentíamos que el grupo no existía. De pronto, regresó ‘Gato’ y cuando regresó, fue el cambio total. “Ahora sí vamos a hacer lo que habíamos dicho”, prometió.
-¿Por qué vino con ese ánimo?
Yo creo que él se fue para darnos un escarmiento.
-¿Por qué el escarmiento?
Porque nosotros no queríamos salir del estatus que habíamos logrado como músicos convencionales, animadores de fiestas.
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-‘Gato’ fue visionario.
Sí, fue él quien realmente dijo: “¿o vamos hacer lo que habíamos dicho o no?”. Lo único fue que no pasó lo que pensamos: ser un grupo de jazz.
-¿Qué grupo lograron ser?
Nunca pudimos calificarnos, puesto que hicimos una música muy contemporánea, muy difícil de identificar. Me remonto a los años 70. Era muy difícil de identificar si es folclore o rock and roll. Éramos reacios a ponerle nombre a la música. Al final de cuentas, era música chilena, pero no habíamos hecho todavía Alturas de Machu Picchu; ahí dimos un salto muy grande, pusimos la valla muy alta.
-Alturas de Machu Picchu puede ser rock progresivo o una ópera rock. ¿Cómo nació ese disco?
Habíamos conocido a Daniel Camino en Buenos Aires. Nos fuimos para París y comenzamos a hacer nuestra vida comunitaria y musical. Resulta que Daniel llegó a París y nos dice: “Vengo porque tengo una idea genial”. Recuerdo perfectamente: “Pablo Neruda, Los Jaivas y Machu Picchu”. Era una trilogía increíble, bonita. Todo muy lindo, pero no nos sentíamos con los poderes, con la confianza, no sentíamos que el continente nos había dado el pase para hacer eso. Le dijimos a Daniel que no: “definitivamente, no lo vamos hacer. Perdónanos, pero no vamos a hacer eso. Y nos dejó una posibilidad: “Me voy a Perú, pero voy a estar en Madrid un mes más o menos. Si ustedes se arrepienten, aquí tienen el teléfono y pueden llamar”.
-¿En qué momento se arrepintieron?
Albertito Toledo, el argentino que tocaba con Los Jaivas, se fue del grupo y dejó un testimonio, un tema. El tema sonaba y todos lo conocíamos en la casa. De pronto, un día lo escucho y me voy a la pieza, y haciendo la cama tiro la sábana y cuando la tiro me pasa el aire, y yo me quedo perplejo y digo: “Del aire al aire. El tema ese que escuché de Albertito es ‘del aire al aire’ (del poema de Neruda)”. Bajé corriendo las escaleras y fui donde Dominique, que era nuestro ingeniero de sonido francés. “Por favor, ponme el tema que me mostraste el otro día”, le dije. Lo puso y empieza (imita el sonido de una zampoña). Y yo digo: “Sí, es ‘del aire al aire’”. Fui por la comunidad donde vivíamos en París y golpeando puerta por puerta, diciendo: “Tenemos reunión, por favor, en media hora en la sala de la música”. Pasó media hora y todos estábamos en la sala. Misterio. “¿Y por qué estamos aquí?”, se preguntaban. Le dije a Dominique: “Por favor, pon la música”. Puso la música (otra vez imita el sonido de la zampoña). Y todos me quedan mirando y me dicen: “Pero si todos conocemos ese tema”. “Sí, ¿pero ustedes saben qué nombre tiene ese tema?”, dije. Bueno, pues, ese tema se llama “Del aire al aire”. Sin querer y mágicamente, estábamos comenzando a hacer Alturas de Machu Picchu, habíamos comenzado nuestra obra magna.
-¿Por qué tenía tan presente ese poema de Neruda?
En mis tiempos, uno podía no conocer nada de Neruda, nada del mismo poema “Alturas de Machu Picchu”, pero todos en América conocíamos (la expresión) “del aire al aire”. A los pocos días tomamos el teléfono y llamamos al número que nos había dejado. Le dijimos: “Hola, Daniel. Llevamos tres minutos de Alturas de Machu Picchu” (risas); ya habíamos comenzado a hacer “La poderosa muerte”. Daniel no lo pudo creer. “Inmediatamente, me consigo Machu Picchu con mi amigo”, dijo, amigo que era nada menos que un ministro.
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-¿Alguien del grupo conocía Machu Picchu?
Nadie. Pero cuando llegamos a Machu Picchu fue como si hubiésemos hecho la música allá mismo. Ahí hubo magia, porque no puede haberse dado de otra manera.
-¿Las demás canciones del disco fluyeron igual de rápido?
Fueron tres meses. No solo lo compusimos sino también lo grabamos. Ahí se dio algo sensacional, que solo lo puedo tildar de creación, una creación muy particular. Es un secreto que va más allá del conocimiento. Sin conocer Machu Picchu, teníamos la necesidad y la razón de hacer una música latinoamericana. Era probablemente necesario porque no había una música ciudadana, aparte del folclore neto, que representara a nuestro continente al final de cuentas.
-¿Pero cómo lograr componer en tres meses una obra cumbre?
En esa época, en Francia, vivíamos en una casona inmensa, donde el comedor y el salón eran nuestra sala de música, donde teníamos armados todos los instrumentos y teníamos un sonido potente y poderoso para poder trabajar. Pusimos todo nuestro pensamiento y técnica al servicio de esa obra. Tomé el poema de Neruda, que son doce cantos, me tocó esa posibilidad, porque soy cercano a la poesía. Resumí esos doce cantos en siete; hay cuatro cantos que hablan de la poderosa muerte; por lo tanto, el tema se llamó así, “La poderosa muerte”. Y titulé “Del aire al aire” para empezar “La poderosa muerte”.
-¿Cómo fue trasladarse de París a Cusco?
Primero pasamos por Buenos Aires, donde tocamos en Obras Sanitarias, posteriormente pasamos a Chile. Pudimos entrar a Chile porque no éramos exiliados políticos, habíamos salido de Chile por autoexilio. En Cusco estuvimos 15 días, en Machu Picchu mismo. Pero hay un tema donde yo no toco porque durante la creación de ese tema yo estaba con gripe, es “Amor americano”; por lo tanto, yo tampoco estaba en la grabación del video. Entonces, estaba en una montaña más allá de donde grababan. Pasaron dos cosas impresionantes: vi un cóndor y avisé que pasaba un cóndor. De pronto, me dicen: “es un cóndor joven”. ¿Cómo podían saber que era un cóndor joven? Adelante iba un pajarito más chico, el cernícalo, que le enseña a volar a los cóndores (risas); primer milagro. Me lo dijeron los habitantes de Aguas Calientes, que esa noche nos invitaron a quedarnos en sus casas, porque algo había pasado con el hotel. En la noche nos llevaron con linterna y todo, y nos quedamos diferentes personas en diferentes casas. El desayuno en la mañana fue fabuloso porque las aguas del Urubamba son ensordecedoras. Desayunamos truchas con jugo de naranja; truchas que saltaron del Urubamba a la sartén. Segundo milagro.
-¿En qué momentos grababan en Machu Picchu?
Entre las 9 de la mañana y las 6 de la tarde no grabábamos porque a esa hora entraban los turistas. Teníamos horarios antes de las 9 y después de las 6.
-¿Alturas de Machu Picchu es el mejor álbum de Los Jaivas?
A mi manera de ver las cosas, en Obras de Violeta Parra tiramos todo a la parrilla, pusimos todos nuestros conocimientos musicales a favor de esa obra; en Machu Picchu todavía no sabíamos eso, no estábamos capacitados para decir: “vamos a tirar todo a la parrilla”. Yo me quedé con arrepentimientos con respecto a mi teclado Moog, arrepentimientos de hacer muchos efectos; mi trabajo al final de cuentas en Los Jaivas ha sido siempre un trabajo de proponer cosas a través del sonido de los teclados, como es el solo de “Sube a nacer conmigo hermano” o en “La poderosa muerte”. Me tocaba la parte electrónica, era el creador de atmósferas.
-Quizás fue un elemento gravitante para llamar a Los Jaivas grupo de vanguardia.
Es probable que eso haya influenciado mucho. Sin embargo, la maestría de Claudio (Parra) en el piano es innegable, pero estaba complementado con lo que yo hacía.
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-Empezamos esta entrevista hablando de aquel cuarteto latinoamericano. ¿A qué atribuye que Los Jaivas continúen con la fuerza que hoy tienen?
Principalmente, por nuestra constancia, nuestra suerte de poder estar ‘juntos’ con una consciencia real de nuestra música.
-Pero las pérdidas de Gabriel y el ‘Gato’ han sido duros infortunios para Los Jaivas.
Nos atacó bastante fuerte el destino, nos hizo perder primero al baterista, un súper buen baterista, era un goce tocar al lado de él.
-¿Cómo era Gabriel?
Era una fuerza natural, impresionante. Era muy recalcitrante también. Él creó una batería latinoamericana, que no había sido inventada hasta ese momento, y lo hizo por el amor a Latinoamérica.
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-¿Con cuál de sus hermanos, Gabriel o Claudio, tuvo una relación más cercana?
Siempre tuve una relación muy directa con Gabriel, por ser el hermano menor y yo el mayor.
-Usted cuidaba a Gabriel.
Sí, incluso en los juegos cotidianos. Una vez estábamos jugando un partido de fútbol en el barrio y el equipo contrario eran súper malandrines, y como iban perdiendo al final nos agarraron a peñascazos (risas); tuvimos que salir corriendo y a Gabriel ya lo habían pateado, y estaba sangrando en la canilla; lo tomé en brazos y salí corriendo con él.
-¿Qué tal ha sido ser parte de Los Jaivas?
Somos tres hermanos indisolubles en el pensamiento y en la acción. ‘Gato’ Alquinta y Mario Mutis son nuestros amigos que conocemos de tiempo. Cuando conocí a Mario Mutis tenía 7 años. La cosa viene desde muy temprana edad.
-Eduardo, ¿llega un momento en que piensa en la poderosa muerte, a quien indefectiblemente todos tendremos que entregarnos tarde o temprano?
Tuve un primer encuentro a muy temprana edad, justamente con la polio; yo tenía 3 años y el virus me atacó. Me acuerdo de esa noche. Y de esa te salvas o no te salvas, y los que se salvan quedan lisiados de todas maneras, como yo que quedé con una patita más corta (ríe). Esa noche yo estaba luchando, la cosa venía en serio, no era solo un dolor de cabeza, una gripe o una transpiración. A los 3 años yo sabía que me debatía entre la vida y la muerte. Estaba frente a algo muy poderoso. Lo único que se me ocurrió fue hacerme el muerto (ríe a carcajadas) y yo creo que la muerte me encontró tan tierno que me perdonó, fíjate.
-¿Qué le dirá cuando la encuentre?
Ya no me puedo hacer el muerto de nuevo (risas). Será chiste repetido, ya no resultará (ríe). Pienso decirle: aquí estamos, me voy a entregar súper contento, porque ya me perdonó una vez y logré hacer muchas cosas fantásticas en la vida que no se me habrían ocurrido hacerlas.
AUTOFICHA:
- “Soy Héctor Eduardo Fernando Parra Pizarro. Tengo 75 años. Nací en Los Andes, es un lugar que queda muy cerca de Santiago de Chile, es la provincia contigua. Somos cuatro hermanos Parra: Eduardo, Claudio, Gabriel y Carmen”.
- “Salí del colegio a temprana edad, no terminé y nunca estudié nada. Soy autodidacta. Fui un chico rebelde. Mis padres no me dijeron nada, no hubo conflicto. Y he publicado cuatro poemarios. He escrito, por lo menos, las letras del 80% de las canciones de Los Jaivas”.
- “‘La conquistada’ es una de las letras que hice y es de las que más me gustan. Pero les gustó primero a los fans, y a mí me terminó gustando igual. Actualmente, me ocupo de toda la razón virtual de Los Jaivas, tengo a mi cargo los correos, los sitios web, las redes sociales. Ojalá que vuelva lo presencial y que sea lo más pronto posible”.
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