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Luis Jaime Cisneros: El maestro ejemplar que murió hace 10 años
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Cuando los restos mortales del lingüista y maestro universitario Luis Jaime Cisneros (1921-2011) quedaron en reposo en el cementerio Parque del Recuerdo, en Lurín, en medio de honores de ministro de Estado, el Perú acababa de perder a un hombre que representaba valores tan apreciables como la honestidad intelectual, el sentido de la ética y el amor por la enseñanza.
Esa mañana del entierro, el sábado 22 de enero de 2011 –murió dos días antes, el jueves 20–, escuchar las palabras emocionadas del antropólogo Juan Ossio, un exalumno; o ver el rostro triste de su amigo, el actor Ricardo Blume, y a otras personas cercanas a él como el ex presidente de la CVR, Salomón Lerner Febres, nos hicieron sentir una pena enorme por el país que dejaba el profesor Cisneros.
Fue verdaderamente una lamentable pérdida. A sus 89 años, Luis Jaime Cisneros había dado lecciones de vida intelectual y cívica a muchas generaciones universitarias que lo habían visto entrar entusiasta y jovial durante décadas a sus salones con la seguridad de estar dejando huellas en esas mentes jóvenes.
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Cisneros fue maestro durante 60 años en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), y algunos años antes lo fue también en la Decana de América, San Marcos, donde enseñó al Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, el curso de “Literatura Española del Siglo de Oro”.
EL NACIMIENTO DE UN INTELECTUAL
Había nacido en Lima, el 28 de mayo de 1921. Y por el destierro de su padre, el periodista y poeta Luis Fernán Cisneros en tiempos del oncenio de Leguía, debió vivir con su familia en Argentina donde estudió Medicina y Filología en la Universidad de Buenos Aires. Luis Jaime retornó al Perú en 1947, poco antes del golpe de Estado del general Manuel A. Odría. En tiempos de la dictadura odriísta (1948-1956) dirigió un periódico, “Democracia”, donde reveló su inquebrantable espíritu democrático.
En San Marcos se doctoró en Literatura, y luego de enseñar unos años en la histórica casona sanmarquina, pasó a la PUCP. Entre 1969 y 1971 fue en este último centro de estudios superiores que llegó a ser decano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas. Pero nunca dejó de enseñar los cursos de filología, estilística y filosofía del lenguaje.
Profesor universitario en varios países latinoamericanos y europeos entre los años 60 y 70, Cisneros era un ciudadano comprometido con la vida política del país. Con esa idea en mente, de defender el Estado de Derecho y la democracia peruana, el maestro Cisneros fue parte del Partido Demócrata Cristiano, el cual ayudó a fundar en 1956.
Compartió sus inquietudes políticas con la pasión de su vida: la pedagogía. Un ejemplo de ello nos dejó el 24 de mayo de 1961, cuando publicó en su columna de El Comercio, “Palabras de la juventud”. Un artículo potente, claro y humano. Allí nos dejó estas profundas palabras:
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“Son muchos los jóvenes para quienes el Perú es solamente una historia gloriosa. Pero muy pocos tienen una visión exacta de la medida en que esas glorias prefiguran un hermoso porvenir. Para muchos alumnos jóvenes, vaticinar que el Perú tiene un destino hermoso es solo una necesaria utopía. Miden a la patria a través de circunstancias dolorosas, juzgan por los actos mediocres de ciertas gentes, son testigos del poder del dinero y sufren en muchos aspectos los alcances de la corrupción del poder. Y creen que es necesario volver la cara y mirar con nostalgia los tiempos idos. No saben que hay que volver la cara para sacar del pasado la necesaria fuerza que abarca nuevos surcos al porvenir. Y sin embargo, somos muchos los que no perdemos la confianza en la juventud; algo más, la amamos bien. Los muchachos no suelen percatarse a veces que nuestro amor por la juventud está basado en sus propios sueños”.
Muchos años después fundó y presidió la Asociación Civil Transparencia, entre 1994 y 2000. Cisneros siempre estuvo cercano de la actividad periodística, ya que no solo dirigió “Democracia” en los años 50, sino que llegó a ser director del diario “La Prensa”. Sin embargo, la vida del doctor Cisneros estuvo centrada en la labor académica e intelectual, tanto como miembro de número de la Academia Peruana de la Lengua, que también presidió, como miembro correspondiente de la Real Academia Española. El maestro de la PUCP fue también miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y de la Academia de Letras de Uruguay.
EL ESTUDIO DEL LENGUAJE ERA SU PASIÓN
Escribió pensados tratados y estudios, así como agudos ensayos sobre diversos temas. Era un especialista en literatura española clásica, por eso su estudio sobre “El Lazarillo de Tormes” es un libro clave para la comprensión e interpretación de esta obra capital de nuestra tradición literaria. Imprescindibles son sus libros: “Lenguaje”, “El estilo y sus límites”, “Lengua y enseñanza” y, por supuesto, el libro en tres tomos: “Lengua española”.
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Con una historia de alto magisterio a sus espaldas, el profesor Cisneros escribió estas palabras que aun retumban en sus lectores. “Leer es aprender a vivir” es un artículo que publicó en el suplemento El Dominical de El Comercio, el 15 de junio de 1996:
“¿Y para qué leer? ¿Para saber algo, algo más de lo ya sabido? ¿Para estar enterados y tener idea más o menos clara de dónde venimos y adónde vamos? ¿Para atesorar en la memoria historias que un día son venganzas y premios otros días? Leemos para robustecer nuestra hermosa condición humana. No para huir de la realidad misia. No para exhibir nuestra experiencia como un lujo cultural sino para tener idea rotunda de nuestras carencias y comprender cuán necesitados estamos de la palabra de los otros, del rumor de los otros, de la presencia viva de los otros, del dolor compartido con quienes, como nosotros, son también creadores inseguros de lenguaje”.
El 19 de diciembre del 2006, Luis Jaime Cisneros recibió la Orden de El Sol del Perú en el grado de Gran Cruz, en reconocimiento a su gran aporte a la lengua y a la educación peruana. En el 2008, en una entrevista con El Comercio, dijo de la muerte: “Sé que vendrá en el momento menos pensado y estoy preparado. Lo importante es que los que te rodean también lo estén”.
Tres años después, el 20 de enero de 2011, afrontó ese momento final con la máxima tranquilidad, en paz y, seguramente, con la conciencia completamente limpia.
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