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Jeremías Gamboa y la conquista de Lima en Ciudad de Cuentos
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María José Arróspide: “Todos somos un collage que está conectado por este lenguaje universal que es el baile”.

María José es fundadora de “BYLA”, una comunidad de bailarines y no bailarines que busca el empoderamiento a través de la danza.

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Fecha Actualización
Por años, el baile fue una pasión para ‘Majo’. Un recurso que la hacía sentir activa, feliz y empoderada. Este empuje la motivó a ir a Australia para buscar nuevos retos. Hoy María José Arróspide emplea sus habilidades para devolver lo aprendido, empoderando a personas de todo el mundo a través del baile.
¿Por qué Australia?
Me encontraba en un momento muy crítico en Perú porque me sentía encajonada con el trabajo de 9 a.m. a 7 p.m. Estuve muchos años en esa rutina y sentía que quería salir a ver el mundo y hacer algo distinto. Mi primo estaba en Australia, así que decidí irme a un lugar lejos a estudiar diseño para desconectarme por completo y sacudirme de la rutina.
¿Por qué te quedaste allá?
Encontré una comunidad internacional, un conjunto de nacionalidades, edades, países y objetivos de vida. Mucha gente dispuesta a empezar de cero. La energía de un nuevo comienzo fue como una goma, me ‘pegó’, me atrapó. Además, la forma en la que funciona el país. El clima, el tráfico, no hay delincuencia. Uno no se da cuenta del estrés que te puede generar Lima por cosas a las que estamos acostumbrados.
¿En qué trabajaste al llegar?
Entré a un startup donde mi trabajo era de marketing y diseño gráfico. Pero me encontré en la misma situación de Lima, donde trabajaba mucho, y yo había venido para viajar, conocer el país y el trabajo me estaba consumiendo. Pero en paralelo mi negocio de baile iba creciendo. Así que decidí apostar en mí por el baile. Lo que aprendí en la empresa, lo empecé a aplicar en mi negocio. Y en marzo de 2020, cuando todo estaba escalando, llega el COVID-19. Entonces, sentí miedo porque acababa de renunciar a mi ingreso fijo, y ya no podía dictar las clases de baile.
¿Qué hiciste?
Tenía dos caminos, hacer las clases con una membresía online o hacerlo gratis y crecer mi comunidad. Estuve dos semanas tratando de descifrar y llegué a la conclusión de que ese era un momento para ser generosa y hacer que la gente se mueva en una circunstancia tan difícil. Así que generé una membresía voluntaria. La idea era que aportaran los que pudieran, pero si no podías, entonces podías compartir la clase con tus amigos, no quería cerrarle la puerta a los que no podían. Y logramos ser más de 20 países que hemos bailado el último año.
¿Qué se siente ver a gente siguiendo tu coreografía?
Es muy gratificante, sobre todo porque son personas con antecedentes muy distintos. Cuando uno es adulto es difícil y hay cierto miedo en adquirir un hobby que requiere expresión, como el baile o la actuación Hay miedo a hacerlo mal o al qué dirán. Involucra verte vulnerable. Mi clase es para bailarines y no bailarines. No se trata de saber todos los pasos sino de cómo nos sentimos bailando juntos. El baile es muy poderoso y no hay que ser bailarín, solo conectarse con la música y sentirse activo y eso ha empoderado a otras personas y unirse.
¿El baile siempre ha estado en tu vida?
Entré al baile algo tarde. Quien me inspiró a bailar fue mi hermana Lu que baila desde que aprendió a caminar y es una capa. Mientras más la veía bailar, más me provocaba pasarme al baile. A los 14 años fui a mi primera clase de flamenco y descubrí un lado mío que nunca había visto. Una fuerza interna de interpretar y sentirme empoderada y querer mejorar en técnica, expresión y actitud, y ahí es cuando el baile me atrapó. Hice flamenco por 10 años, pero nunca pensé que el baile sería una carrera, siempre lo vi como un hobby que me hacía sentir muy bien. Y cuando me sentí encasillada, todavía en Lima, decidí buscar algo distinto y me metí a bailar reggaetón. Esto fue dos años antes de venir a Australia, donde ya sentía que mi vida era muy predecible. Sentía que tenía que cambiar algo y si no haces un cambio no puedes quejarte de que las cosas sigan igual. Me enamoré del reggaetón porque es un estilo más sexy y atrevido.
¿Cómo incorporaste el baile en Australia?
Cuando llegué me di con la sorpresa de que no había nada relacionado al baile, porque las actividades más artísticas están en Sydney. Yo vivo en Manly que es una península que está en las playas del norte y es un barrio más tranquilo, pero no hay muchas actividades artísticas o culturales. Mientras conversaba con las amigas que iba haciendo, noté que todas buscábamos clases de baile, pero no había dónde. Haciendo ese sondeo decidí crearlo yo. Me busqué un estudio y así empezó todo.
¿Has tenido que sacrificar mucho para ir logrando tus metas?
Esta ha sido la decisión más difícil de toda mi vida. Hasta ahora me cuestiono todos los días. Yo creo que la vida está para disfrutarla con la gente que uno más quiere y al final todo lo demás es subjetivo, no es esencial. Yo soy demasiado unida a mi familia. Mis hermanas son todo para mí. Mi mamá, mi papá, la Mamachela (abuela); me cuesta estar lejos, sobre todo ahora que no sé cuándo voy a poder regresar porque las fronteras de Australia siguen cerradas.
¿Tienes pensado volver?
Tengo el sueño de poder crecer esta comunidad digital lo suficiente para poder moverme, porque no puedo estar tan lejos de mi familia por tanto tiempo. Me duele demasiado no verlos hace 2 años. Lima, con todo lo caótica que es, la amo porque es mía, es mi ciudad, mis raíces. Me gustaría ser una de las mayores embajadoras de la cultura latina en Australia, pero también generar una comunidad global de bailarines y no bailarines que disfruten moverse con la música. Todos somos un collage que está conectado por este lenguaje universal que es el baile.
¿Cómo ha sido el manejo de la pandemia en Australia?
La población es muy chica para el tamaño del país. Son 25 millones de habitantes y es 6 veces el tamaño de Perú. Hay 5 ciudades grandes y todas están distanciadas entre sí. Las fronteras siguen cerradas desde marzo de 2020. Han sido estrictos y solo hay cerca de mil muertes en todo el país.
AUTOFICHA
“Nací en Lima el 23 de octubre de 1991. Soy comunicadora de la Universidad de Lima y diseñadora gráfica de Billy Blue College of Design (Sydney, Australia). La pandemia me impulsó a fusionar mis pasiones y compartirlas en el mundo digital. Así descubrí mi propósito: conectar el mundo a través del baile”.
“Byla (baila) significa be yourself. Live active (sé tú mismo. Vive Activo). Esta es una comunidad de bailarines y no bailarines que busca el empoderamiento a través de la danza. El crecimiento fue orgánico. Fueron llegando personas a quienes les encantó mi clase y la fueron compartiendo con sus amigas y se convirtieron en embajadoras de mi marca”.
“No puedo alquilar un estudio porque es muy caro, pero ahí viene la actitud del emprendedor. Toco puertas y alquilo las horas libres donde mi marca vive por una hora a la semana”.
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