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ESCRIBIR, UN EJERCICIO QUE SANA

María Luisa del Río: "La felicidad es una decisión; toca agarrarse de lo que hay”

La escritora, periodista y DJ acaba de publicar ‘Se busca un final feliz’ (Editorial Planeta), un relato íntimo, amable, duro y sanador. Un ejercicio de honestidad sin morbo.

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María Luisa del Río.
"La honestidad, cuando no busca el morbo, tiene un poder liberador", dice María Luisa del Río.
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Tenía que escribir y dejar el alma expuesta. Lo hizo. Sin pudor. Como se hacen las cosas que deben contarse: hoy y solo hoy. Se busca un final feliz es un libro íntimo que te lleva a recorrer esos temas que a veces no se quieren abordar: las heridas de la infancia, las imágenes que marcaron. 

La angustia, la pérdida, el dolor. Las etapas que se queman y las que comienzan. La menopausia. La incertidumbre, la alegría, la paz. El ruido sano, el ruido malo. La soledad. Los sueños pendientes. El futuro.

Coincidimos en los 90 en una sala de redacción, días locos, muy locos. Es esa edad en la que uno descubre el oficio: para enamorarse de él… o para irse. María Luisa del Río quedó cautivada. Quería escribir, y no solo reportajes, crónicas o notas cortas. “Me doy cuenta de que ese era el camino que me iba a hacer feliz”, dice. Y eligió el relato breve.

En las páginas del libro describe su proceso con la ayahuasca, “una planta maestra que le ayudó a matar el ego”; el duro golpe de una parálisis facial que tambaleó su vanidad, la cotidianidad, grata o asfixiante.

Escribes que te consuela la suerte de haber caminado tus primeros 30 años sin Internet. Casi un privilegio.

Sí, pero me parece fascinante el hoy. Recuerdo sí los días en que esperábamos una llamada, una carta o un disco. Esperábamos. Ahora eso no existe. Y nuestra imaginación era un recurso importantísimo porque no todo estaba disponible. Esperábamos un programa de televisión, esperábamos tantas cosas, ¿no? En esta virtualidad excesiva imaginamos mundos y la realidad es otra porque todos muestran, yo también, su cara más feliz en las redes sociales. Rara vez se muestra la vida real con su aburrimiento, con su fracaso. Nuestra generación aprecia todas las herramientas que tenemos ahora porque sabemos lo que era vivir sin ellas. Había algo más romántico en no tenerlas. Había algo más puro. Antes, si queríamos saber algo, teníamos que ir al lugar, no mirar pantallas o buscar en Google.  

Hasta nuestra relación con los padres ha cambiado…

Hace 30 años tú desaparecías por tres semanas, por vacaciones o algo, y tus padres no sabían de ti, y eso no era motivo de angustia. Esperaban el día que volvieras y tocaras el timbre. No necesitaban saber día a día que habías sobrevivido, que estabas bien. Hoy vivimos una ilusión del control. Con los hijos, por ejemplo. Y la verdad es que no podemos evitar que las cosas sucedan.

¿Hay momentos en que te cansas de ser, como tú dices en el libro, el hombre de la casa?

Lo tuve que sanar. Era un rol que nadie me había pedido. En una familia homoparental, yo había asumido el papel del macho proveedor. Yo había parido antes a mi hija, pero en esta ocasión no había sido yo y tomé esa postura. Aprendí que en una familia de dos mamás ninguna de las dos tiene por qué ser el hombre de la casa. Si estamos formando una familia de dos mamás es porque se puede existir sin el hombre de la casa. No tengo nada contra los hombres, pero soy mujer y me tocó recuperar mi feminidad, la estaba perdiendo por no ubicarme en el nuevo contexto.

¿Cómo nace el libro?

Tenía unos diarios escritos a mano y sentí que ya era momento de publicar. Había pasado 10 años sin publicar algo tan personal. Me di cuenta de que había una necesidad de sanar. Cuando mi papá muere, entro en una depresión porque me dolió ver cómo no había sabido ser feliz él y me dio mucho miedo repetir su patrón.

Llega el perdón.

El perdón y también agradecer lo aprendido. No hace falta gritar cuando algo nos duele. Hay que quererse mucho para no explotar cuando la vida se pone difícil.

¿En qué etapa de tu vida aprendiste a quererte?

Hace poco. Ha sido tarde. Después de mucho dolor. También he aprendido tarde que la felicidad es una decisión y hay que agarrarse de lo que hay y no lamentarse por lo que no hay. Siempre hay algo bonito.

Tus tres hijas, por ejemplo.

Ellas. El mar. La música, la selva, la salud, el estar hablando ahora las dos, la posibilidad de salir a bailar, de ponernos a leer… Cosas que no tienen que ver con el dinero ni con tener una pareja.

Relatas la pérdida de Doris Bayly, periodista y amiga muy cercana.

Su ausencia es muy fuerte y muy grande. Con un amigo se va un tipo de humor, un lenguaje. No los recuerdos, los recuerdos quedan, pero se marcha ese amor incondicional, esa compañía garantizada.  

Escribes sobre la menopausia, un tema del que muchas no hablan.  

Hay que empezar a hablar de eso. Últimamente converso con personas de mi edad o un poco menores que están en ese proceso y que están deprimidas, pero totalmente deprimidas porque el cuerpo no entiende el cansancio, la ansiedad, la tristeza.  

"Ser mamá me cambió la vida. Hace un tiempo salía con alguien que me decía: ‘yo no soy tu prioridad’. Y yo le respondía: ‘yo no soy mi prioridad’. Ser madre hace que tu vida ya no gire en torno a ti".

¿Qué no contaste en el libro? 

Eliminé textos muy domésticos, asuntos que quizás podían afectar a otros y en el caso concreto de mi padre no entrar en detalles de cómo vivía lo que vivía. Hay una gran omisión que es el paso que yo doy de la heterosexualidad a la homosexualidad. Me enamoré de una mujer a los 38 años. He sido heterosexual por mucho tiempo y luego descubrí que podía enamorarme de las mujeres y sentí una plenitud maravillosa en ese camino. Esas experiencias me etiquetan como bisexual, definitivamente, pero a estas alturas de mi vida mi orientación es homosexual, pues la verdad es que me gustan mucho más las mujeres. En todos los aspectos. Nunca sentí que estuve en el clóset. Solo estuve en otro canal.  

“Este libro me tomó años porque, por fin, acepté mi vida. Me ayuda la edad, la trayectoria y el haber atravesado un proceso largo de sanación. Hoy estoy cómoda conmigo”. 

¿Qué reacciones ha tenido el libro?

Me están llegando comentarios muy lindos, lo cual me llena mucho. Hay espacio para este tipo de libros. Escribir es un ejercicio profundamente sanador, y no es exclusivo de quienes se dedican a la escritura. La honestidad, cuando no busca el morbo, tiene un poder liberador. 

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