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Mario Vargas Llosa “inmortal”: Breve crónica de un día maravilloso
El escritor peruano ingresó oficialmente a la Academia Francesa, encargada de velar por la lengua de Flaubert.
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En medio de días oscuros, el Perú entero recibió ayer una gran dosis de brillo. Orgullo, sin duda alguna. Y se lo debemos a Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), el peruano que en 1959 llegó joven y en completo anonimato a París, con el único entusiasmo de hacerse escritor y que hoy, más de medio siglo después, es arropado por Francia entera como uno de sus más grandes intelectuales. Vargas Llosa ya es oficialmente miembro de la Academia Francesa. Un “inmortal”. La centenaria institución creada en 1635 por el cardenal Richelieu con la misión de velar por la lengua francesa, ayer lo acogió en una ceremonia que quedará grabada por mucho tiempo en nuestras retinas.
El reloj marca las tres de la tarde en París, 9 de la mañana en Lima. Los miembros de la Guardia Republicana desenvainan sus espadas para rendir homenaje a los “inmortales”, que, uno a uno, ingresan al Salón de la Cúpula. De fondo, los redobles de tambores marcan el paso y dan cuenta que la ceremonia está por empezar. Dejando a un lado su espada de hoja forjada en Toledo, Mario Vargas Llosa se apresta a leer su discurso.
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A unos metros, su familia. A unos cuántos más, el rey emérito español Juan Carlos I. A su alrededor, un gran número de intelectuales y personalidades francesas, como el ex primer ministro Manuel Valls.
En su escrito, Vargas Llosa narra el camino previo a llegar a Francia. Lo hace para resaltar lo importante que fue para su vida como escritor pisar París y caer en la cuenta de lo que se leía, de que los franceses habían descubierto la literatura latinoamericana. Ahí, alejado de su Perú, conocería aun más de los problemas que compartían las naciones de esta parte del mundo. “Y empecé entonces, en Francia, a escribir en español y sentirme un escritor del Perú y de América Latina”, exclama al público en un perfecto francés.
“Gracias a Francia descubrí la otra cara de América Latina, los problemas comunes a todos sus países, la horrible herencia de los golpes militares y del subdesarrollo, la guerrilla y los sueños compartidos de liberación”.
Y, por supuesto, llega la mención al “maestro” Gustave Flaubert. “Sin Flaubert no hubiera sido nunca el escritor que soy”, reconoce, mientras en el público se esbozan nada más que sonrisas.
Vargas Llosa ocupará el sillón 18 que dejó el filósofo Michel Serres en 2019 y, como manda la tradición, toma parte de su discurso para elogiar a su antecesor. El ensayista termina su escrito con reflexiones sobre la necesidad de libertad y lo trascendental que resulta la Literatura para el ser humano, no sin antes criticar los totalitarismos y la Rusia de Vladimir Putin.
Así transcurrió el elogio de Francia a Vargas Llosa y viceversa. Ver al peruano ayer con el atuendo decimonónico con bordados de hojas verdes, como manda el código de los “inmortales”, ha sido algo extraordinario. No sé si nos alcance la vida para ver algo similar.
FRAGMENTO DEL DISCURSO
“¿Qué ocurrirá con la literatura en el futuro? Lo que nosotros queramos, por supuesto. ¿Podría ella desaparecer? Sería posible, sin duda alguna. Pero un mundo sin soñadores sería pobre y tristísimo, un mundo sin aventuras, aburrido y siniestro, un mundo orquestado por los poderosos y sometido a su constante vigilancia. No es lo que quisiéramos. Por el contrario, la literatura debería seguir explorando la vida y la muerte, fijando nuevas fronteras para la fantasía de los seres humanos, sin olvidar la rica montaña de sueños e irrealidades que ha dejado atrás”.
*El discurso de MVLl formará parte del libro Un bárbaro en París, a la venta desde el 23 de febrero.
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