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Mario Vargas Llosa: Te dedico mi novela
Historias de la relación de Mario Vargas Llosa con la música criolla, tema de su próxima obra literaria.
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Sonaron los primeros golpes de cajón y los acordes de guitarra. Sus pasos cortos descendían por las escaleras, y su voz delicada y elegante asomaba cantando un vals. La escuchó, volteó, se acercó y la abrazó. Ella respondió el saludo sin descuidar su canto. Recitó “Poema a la marinera” de Victoria Santa Cruz. Remató con una marinera limeña de Alicia Maguiña. Y cerró con “Cuando habló el corazón” de Luis Abelardo Núñez.
Los aplausos y los rostros colmados de gozo iluminaron la sala del departamento de Barranco. Cecilia Barraza había anunciado su retiro y lo estaba cumpliendo hasta esa tarde. Quebró su silencio escénico de dos años para retribuir la admiración hacia ella. Mario Vargas Llosa había llegado de Madrid y querían darle una sorpresa.
Cuando dio por concluido su breve recital, se sentó al lado de él; y, como siempre, lo trató de usted, como lo hacía con Chabuca Granda y Alicia Maguiña. Patricia Llosa –quien fue su esposa por 50 años– se acercó y le dijo a Cecilia: “Tú has sido la voz que ha acompañado a la familia durante nuestros viajes”.
Aquel 15 de diciembre de 2021, Mario le comentó a Cecilia que quería (o ya lo venía haciendo) escribir un libro sobre la música criolla. Efectivamente, Le dedico mi silencio (Alfaguara) es la nueva novela de nuestro Premio Nobel de Literatura. Obra que llegará a las librerías el próximo 26 de octubre. Ficción y ensayo que narra la gran pasión de Toño Azpilcueta por la música criolla y su encuentro con Lalo Molfino, guitarrista sin credenciales públicas pero que derrocha talento. Y Toño Azpilcueta se propone escribir un libro para contar la historia de la música criolla.
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PASIÓN DISCRETA
El escritor Alonso Cueto señala que Mario Vargas Llosa siempre ha sido un gran cultor y amante de la música criolla. “Este libro revela algo que él ha mantenido a lo largo de su vida: un compromiso con el Perú. Y la música siempre está presente en sus novelas, como La casa verde (1965) o La tía Julia y el escribidor (1977)”, me dice.
Recuerda que, cuando Mario llegó a Madrid, se ganaba la vida en un conjunto de música y baile peruano. A la vez, subraya un nexo que, asegura, puede ser “interesante”. Raúl Porras Barrenechea dio un famoso discurso en el Rímac, en el que habla del río, el puente y la alameda, frase que Chabuca Granda luego plasmaría en el vals “La flor de la canela”. Vargas Llosa ha dicho sobre Porras Barrenechea que “no solo fue un gran historiador sino un maestro. La gran pasión que tengo por la historia la debo a los años en que trabajé a lado de él”. Durante cerca de cinco años trabajó en su casa de la calle Colina, de 2 a 5 de la tarde. “Esas horas y esos años son los que me dieron mi mejor formación universitaria”, escribió alguna vez Vargas Llosa.
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Cueto se pregunta si a través de Porras Barrenechea podría haber venido este interés por lo limeño, lo peruano y por la música criolla.
“Me parece que Le dedico mi silencio es una manera de ver en la música popular peruana un espacio de encuentro, de reencuentro de nuestras diferentes identidades. Él ha investigado muchísimo para esta novela. Mario está lleno de vida, de estímulo y de ganas”, dice.
ENTRE LIBROS
Primero la nombró en Travesuras de la niña mala (2006), a través de Ricardo Somocurcio, quien expresaba su admiración por su voz. Siete años después, la volvió a mencionar en El héroe discreto (2013); en esta ocasión, Felícito Yanaqué se rinde a su canto.
Pero la admiración por Cecilia Barraza viene de la década del 80, hasta donde se sabe. Un primer acercamiento entre ambos se dio en la peña donde ella trabajaba. Unos meses después, Mario la contactó porque estaba interesado en Andrés Soto y los pregones que hacía, como “El tamalito”, “El membrillito”. En ese tiempo conducía La torre de babel, por Panamericana Televisión, e invitó a ambos para un programa dedicado al pregón limeño.
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Barraza entró al set de televisión y una voz le dijo: “¡Cecilia!”. No recuerda las palabras exactas, pero pudieron ser “soy tu hincha” o “soy tu admiradora”. Era la voz de Patricia Llosa. Cecilia subió un escalón y Patricia bajó otro, y se dieron un abrazo.
Y para el cumpleaños número 75 de Vargas Llosa se volvieron a encontrar. Fue celebrado en la Huaca Pucllana. Era otra sorpresa. Terminó su presentación y Mario caminó hacia ella. Le agradeció y Cecilia le entregó dos discos como regalo.
LOS REGRESOS
En septiembre de este año, Morgana la llamó. Le contó que viajaron con su padre para documentar el proceso de su escritura a propósito de Le dedico mi silencio. Le propuso que Cecilia sea parte del documental. La visitó y grabó su testimonio.
Pero Cecilia recuerda otros momentos. Cuando sufrió depresión, Mario le escribió; y cuando le dio infarto cerebral, le envió tulipanes. También me dice que, alguna vez, el cineasta Lucho Llosa comentó a la familia que, cuando fue a Madrid a visitar a Mario, entró al departamento y en su oficina sonaba la voz de Cecilia mientras escribía Travesuras de la niña mala.
Cecilia Barraza, que en unas semanas cumplirá 71 años, anuncia su regreso a los escenarios y a la televisión. Mario Vargas Llosa, sobre los 87 años, retorna a la novela después de Tiempos recios. Han pasado cinco años para ambos y el camino de la música los vuelve a unir.
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