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Matar al padre

"Todos los escritores peruanos contemporáneos somos, aunque no lo queramos, hijos o hijastros de Vargas Llosa".

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Mario Vargas Llosa
Fecha Actualización
Paul Montjoy Forti, escritor e investigador

 

Mario Vargas Llosa ha muerto. Hacer un recuento de su trayectoria literaria y de su vida es en vano. Hoy todos los medios de comunicación, incluso los que fueron más críticos con él, lo recuerdan. Su muerte supone un suceso traumático para la literatura peruana y solo puede ser comparado, tal vez, con la muerte de César Vallejo o de José María Arguedas. En redes sociales se pueden leer lamentos de quienes quisieron estandarizar la literatura peruana con el estilo de Vargas Llosa e inflaron a escritores cuya obra es insulsa, chata, pero que bajo el padrinazgo del patriarca llegaron a tener cuantiosas ventas. Se lamentan los que han intentado explotarlo o ganar algún tipo de reconocimiento público haciendo alarde de su amistad con él (incluso algunos han publicado paupérrimas biografías del escritor). En fin. También se lamentan aquellos que vieron en Vargas Llosa al enemigo y negaron su paternidad. 

Todos los escritores peruanos contemporáneos somos, aunque no lo queramos, hijos o hijastros de Vargas Llosa. Sin él, sin su brillante éxito, posiblemente no existieran ni las editoriales en las que publicamos porque el Nobel, nos guste o no, nos regaló algo que los peruanos carecemos: entusiasmo. En lo personal le debo a Vargas Llosa mi escritura y mi vocación literaria; se la debo como a García Márquez, Borges, Ribeyro o Cervantes. Deberles mi pasión a estos escritores no hace necesariamente que deba militar por ellos como si fuesen un partido político. Hay que mantener cierta distancia para no caer en típicas guerras pírricas de los envidiosos.

No conozco otro caso de un escritor que haya hecho una radiología tan profunda y exacta del poder y el autoritarismo en América Latina. Ha hablado de la dictadura de Odría en Conversación en la Catedral, de Trujillo en La fiesta del chivo, también de la Guerra de Canudos en Brasil en La guerra del fin del mundo, del mundo militar en La ciudad y los perros, Pantaleón y las visitadoras, entre otros, y también del golpe de Estado a Jacobo Árbenz en Tiempos recios, una de sus últimas novelas que deberá ser revalorada eventualmente. Además de sus artículos de opinión y de sus ensayos literarios. Posiblemente la tragedia de Vargas Llosa es que después del Nobel, tal vez por presiones editoriales, terminó por copiarse a sí mismo y publicó varios libros mediocres. Esto es común, especialmente en aquellos que alcanzan el éxito pronto. García Márquez tiene textos malos y Cervantes también. 

Otra de las cualidades que debemos reconocer en Vargas Llosa es la férrea vocación literaria y su enorme disciplina, dos características poco comunes entre escritores (especialmente la primera). Vargas Llosa no es el enemigo. Al revés, fue un escritor que fue perdiendo popularidad por sus posiciones ideológicas. Sin embargo, acertó en la gran mayoría de ellas: Criticó a Fidel Castro y se separó de la revolución cubana después del caso Padilla (cuyo video original ha sido publicado hace poco), afirmó que el realismo socialista no funcionaba en los años setenta, dijo que el México del PRI era una dictadura perfecta (lo dijo en México y frente a Octavio Paz), criticó a Pinochet y dijo que la peor democracia es mejor que cualquier dictadura; calificó a Trump como un payaso, entre otros. Fue un hombre valiente y, por supuesto, tuvo terribles yerros también, especialmente en los últimos años, como apoyar a la ultraderecha en España o brindar su apoyo a Keiko Fujimori. 

Vargas Llosa no es el enemigo (el enemigo que se ha inventado la academia). Fue un hombre con luces y sombras (un hombre, al fin y al cabo). De un hombre que nació antes de la Segunda Guerra Mundial y que ha vivido hasta el 2025, lo mínimo que se puede esperar es que haya cambiado un poco sus opiniones y sus posturas. No es lo mismo lo que Vargas Llosa escribe en La casa verde sobre los pueblos amazónicos, antes de la reforma agraria, que en El sueño del Celta, aunque con mucho menos calidad que la primera. Cambiar de opinión y perspectiva es saludable.

Como dije: ha muerto Vargas Llosa y esto es un suceso traumático. Por un lado, se corre el peligro de caer en una profunda mediocridad en el mundo literario peruano, que está dominado por reyezuelos especialistas en publicar bodrios con bonita envoltura. Pero también es una oportunidad para levantar el velo y ver lo que ha quedado después de la enorme dependencia del padre. Será necesario aceptar nuevas voces, perspectivas y estilos. Y, en cuanto a Vargas Llosa, cuando pase el examen del tiempo, aquel que nos hace olvidar las miserias humanas (como Cervantes que estuvo preso por evadir impuestos, por ejemplo), quedará solo la obra y será esta la que hable por él. Todo decantará y quedará solo el escritor. En unos cien años, cuando quien escribe y quien lee estas líneas no estén en este mundo, estoy seguro, se seguirá estudiando la obra de Mario Vargas Llosa.

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