Al terminar el recorrido, Santa le propuso a Tayta pasar antes por el Centro Mágico Subterráneo para saludar a los mukis y, luego, lo invitó a cenar al Polo Norte. Así que allá fueron. Los mukis seguían cantando, algunos se daban un chapuzón de magia en la enorme piscina y otros continuaban comiendo dulces de caramelo. De pronto, uno dijo:
—Tayta y Santa...
MIRA: Cien años de soledad: Mira el árbol genealógico (infografía)
Y uno, y otro, y otro más, repitieron:
—Tayta y Santa...
—Tayta y Santa...
—Tayta y Santa...
Santa Claus rompió el eco con su voz:
–¡Jo, jo, jo!
Cuando todos los mukis se hubieron callado y reunido, con los ojos puestos en Santa Claus, él dijo:
—Quiero decir unas palabras. Esta Navidad hemos logrado algo realmente mágico. Hemos repartido todos los regalos en un tiempo récord y en las circunstancias más difíciles. Quiero que sepan que esto no hubiese sido posible sin Tayta, sin ustedes y sin los elfos, allá en el norte. Aunque vivamos en puntos opuestos del mundo, somos familia y nos queremos. Si estamos juntos, siempre habrá magia. Esta vez, a diferencia de todos los años, Tayta y yo, junto con los renos y las alpacas, repartimos los regalos juntos. ¡Y fue estupendo! Nunca lo había disfrutado tanto. Yo sé que ustedes, mukis, se lo pasan de maravilla. Los elfos son muy trabajadores, pero desde hoy quiero que también disfruten de la magia, canten y bailen como ustedes. Así que muchas gracias. ¡Jo, jo, jo!
Luego fue el turno de Tayta:
—Mis queridos mukis, quedan inauguradas las vacaciones. ¡Nos vemos en un mes!
Los mukis, como siempre, repitieron hasta el cansancio la palabra “vacaciones” y así arrancó la fiesta, a la que Santa y Tayta se unieron. Hubo una enorme ronda de baile y luego formaron un trencito, agarrándose de las cinturas. Esta sería una celebración sin fin, así que, en un momento, Santa Claus vio a su hermano:
—Tayta, es hora de irnos.
Hicieron el viaje turnándose para dormir hasta que llegaron a la casa de Santa Claus, allá en el Polo Norte, donde, nuevamente, encontraron un manto de nieve blanquísima.
Mamá Claus los recibió en la puerta con besos y abrazos. Lo primero que hicieron fue dar una vuelta por la Fábrica de Juguetes. A pesar de que la Noche Buena acababa de suceder, los elfos seguían trabajando en silencio, como relojes.
—Hemos empezado ya con el lote para la próxima Navidad —dijo el Jefe de los elfos.
—Aquí todo es perfecto —comentó Tayta.
—Ya me conoces. Soy un poco... —empezó Santa.
—¿Obsesivo? ¿Neurótico? —completó Mamá Claus, sonriendo.
—Yo iba a decir ordenado o precavido —dijo Santa.
Mamá Claus se acercó a Tayta y lo abrazó.
—Bienvenido al norte, Tayta. Estoy tan contenta de que estés aquí y tan feliz de que por fin estén juntos los dos hermanos. No te imaginas cómo te ha extrañado Santa. Y yo también.
—Tú también me has hecho falta, hermano —le dijo Tayta a Santa—. Y la verdad es que necesito ser más ordenado y atento.
—Yo creo que los dos son perfectos como son —dijo Mamá Claus, muy sabiamente—. Lo importante es que estén juntos y que se complementen y se ayuden y, sobre todo, se diviertan.
—¡Me ha dado hambre! —dijo Santa—. Pero, antes, quiero hablar con los elfos.
El Jefe elfo reunió a todos al centro de la Fábrica de Juguetes. Estaban callados, como si estuvieran en un salón de clase de niños obedientes.
Santa empezó a hablar:
—Queridos elfos, no los quiero aburrir con un discurso largo. Han trabajado muy duro esta y todas las Navidades y yo se los agradezco de corazón. ¿Pero no sería bueno que se tomaran ahora unas vacaciones? Yo mismo voy a tomarme un mes de descanso por primera vez en mi vida. Es una lección que he aprendido de mi querido hermano.
Al inicio, los elfos se miraron entre ellos un poco confundidos, pero de inmediato aplaudieron felices y desaparecieron en pocos minutos. Entonces, Santa, Tayta y Mamá Claus se sentaron en una larga mesa de madera con tres tazas de leche caliente a planear sus vacaciones.
—¡Estoy harto del frío! —dijo Santa.
—Ese es un buen punto para empezar —comentó Tayta—. ¿A dónde iremos?
Dos días más tarde, Santa, Tayta y Mamá Claus estaban sentados uno al lado del otro en sillas reclinables. Sus pies, descalzos, jugueteaban en la arena caliente. El sol quemaba y el mar tenía un color turquesa precioso.
—...y justo cuando dejé el regalo, un avestruz apareció por la ventana. Casi me da un ataque —dijo Tayta.
Así se pasaron los días, caminando en la arena, jugando en las breves olas del mar, contando anécdotas sobre Navidades pasadas, tomando jugos de frutas tropicales.
—Quisiera que esto no se acabara nunca —comentó Santa.
—No tiene por qué. Cada año deberían salir de vacaciones juntos después de Navidad —propuso Mamá Claus.
—Promesa de hermano —dijo Tayta.
Para el viaje, Santa Claus había dejado en el armario sus botas y su traje. De su imagen típica, solo mantenía la barba blanca, pues incluso estaba bronceado de tanto sol. Por eso, cuando regresó al Polo Norte, los elfos casi no lo reconocieron. Antes de despedirse, los hermanos se prometieron estar en contacto todo el año.
—Si me necesitas, llámame —le pidió Santa.
—Tú también, hermano —se despidió Tayta—. Pronto empezaremos a enviarte mucha magia.
—En este viaje, no te imaginas cuánta me has dado.
Datos:
-María Fe Castro Rey, escritora y psicoterapeuta, es la autora de Los dos Claus, libro que es parte del proyecto Navidad Sur.
-'Los dos Claus' es publicado por el sello Penguin Kids para la editorial Penguin Random House.
-Esta obra tiene como escenarios el Polo Norte y Machu Picchu.
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