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Nuestra Magaly Solier
“Un día a principios de milenio, la vida cambió para Magaly Solier. El cine la encontró. A partir de allí, con su talento natural construyó una carrera de constancia, lo que permitió que coreáramos su nombre en festivales de todo el mundo”.
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El encuentro entre Magaly Solier y Claudia Llosa en la Plaza de Huanta, Ayacucho, fue mágico. Es principio del milenio, algún mes de 2002 o 2003. La joven directora ha viajado desde Lima en busca de actores para la película que lleva en mente. Magaly, en cambio, solo busca sumar algo de dinero para su viaje de promoción y es por eso que ha decidido vender puka picante en las calles. Bien podría ser el guión de una cinta, una película mágica sobre la amistad en la que el destino antojadizo se frota las manos arreglando el encuentro de dos artistas.
El punto de despegue fue aquel encuentro. Si queremos ponerle nombre, pues sería Madeinusa, ópera prima de Claudia Llosa. Una película que confirmaría el don de la cineasta por el séptimo arte, su mirada fresca para transmitir emociones y detalles sensoriales, además de su capacidad para traducir cuestiones nostálgicas y ceremoniosas.
Pero aquella película también nos destapó a otro genio. A Oriana Magaly Solier Romero le llevó poco más de 16 años saber que era lo más parecido a un vendaval para el cine. De un histrionismo envidiable y mensajera de sensaciones profundas, Magaly, autodidacta, se convirtió en la actriz que nunca imaginó, pero siempre quiso ser. De Huanta para conquistar Lima. La capital le quedaría chica. Su escenario era el mundo.
Magaly tocaría el cielo muy pronto. A los 22 años de edad protagonizaría La teta asustada, película con la cual daría la vuelta al mundo junto con Claudia Llosa. Su voz cantando en quechua en la ceremonia de la Berlinale 2009 aún resuena en el Friedrichstadt-Palast, un escenario que nunca antes había tenido a una intérprete sudamericana cantándole a su madre con tanto ahínco. Magaly, entre las luces y aplausos, le dedicó su triunfo.
“Cuando todavía era pequeña,
me caí y me rompí mi mano,
en eso me cantaste;
cantemos, cantemos,
cantemos bonito para olvidar
el dolor,
madrecita;
cántame, madrecita”.
El abrazo profundo entre Magaly y Claudia Llosa en aquella ceremonia ilustraría la complicidad entre directora y actriz. “Magaly, eres la fuerza de la cinta”, le dijo por ese entonces. “Nos hemos marcado tanto la una a la otra a nivel profesional que ya somos parte de nuestros días. Es una maravilla”, agregó.
Desde hace 14 años ninguna producción peruana ha llegado tan lejos.
Luego de esa travesía, que terminó con una nominación a los premios Oscar, Magaly iniciaría una etapa de madurez profesional, actuando en distintas producciones, dándose tiempo también para otras pasiones, como la música. Warmi fue el nombre de su primer disco, enteramente cantado en quechua. Resulta incalculable el aporte que le ha dado la actriz ayacuchana a la difusión de esta lengua. Con las películas y discos, nunca antes este idioma hablado por más de 10 millones de habitantes en Latinoamérica había resonado tanto. La Unesco, atenta a esta loable tarea, la nombró en 2017 como Artista por la Paz “en reconocimiento a su compromiso para proteger y promover las lenguas indígenas y la música indígena a lo largo de su carrera artística”.
Magaly protagonizaría luego otras producciones de renombre: Altiplano, Magallanes, Lina de Lima o Retablo. Nos quedamos cortos. Cada una de ellas vino acompañada de reconocimientos dentro y fuera del país. Uno de los últimos lo hizo de la mano del Festival de Cine de Zúrich, que la premió por su protagónico en la cinta The Saint of the Impossible. Magaly ha hecho que nos acostumbremos a escuchar su nombre en lo más alto.
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Y los cineastas que la han dirigido no han reservado elogios. “Magaly Solier tiene un talento único, algo que yo he visto muy poco”, dice sobre su trabajo la directora chilena María Paz Gonzales, de Lina de Lima. “Es una gran actriz, a tal punto que Damián Alcázar (actor), en pleno rodaje, me dijo: ‘Esta chica me hace sentir que yo estoy actuando y que ella va de verdad’”, indicó Salvador del Solar, quien dirigió Magallanes. “Tener a Magaly ha sido un lujo. Para mí, ser un director y tener en el reparto a gente como ellos es como ser entrenador y que te fichen a Messi”, comentó, por su parte, Fernando León, cineasta de Amador.
Con dos discos grabados, una filmografía que traspasa la veintena de películas, una larga lista de premios cinematográficos –en la que resaltan premios a Mejor Actriz en el Festival Internacional de Cartagena, Festival de Montreal, Festival Internacional de Cine de Guadalajara, Festival de Cine de Lima, Festival du Nouveau Cinéma, entre otros–, además de nominaciones a los premios Platino y el Oso de Oro de la Berlinale, no queda duda alguna de que Magaly Solier es la actriz peruana más premiada de los últimos años.
Su talento natural es innegable y su destreza, indiscutible. Pocas veces una actriz peruana nos ha llenado tanto de orgullo, agrupándonos en una sola voz para desear firmemente querer verla pronto nuevamente en una pantalla. Es su lugar en el mundo. El cine la encontró hace 20 años en una plaza ayacuchana. Ahora es necesario un reencuentro, pero uno que ocurra dentro de su corazón.
DATOS
Nacida en la provincia de Huanta (Ayacucho), Magaly Solier Romero es quechuahablante y creció participando en labores del campo con sus padres y hermanos.
En 2014 lanzó su segundo álbum, Coca Quintucha, que reúne temas tradicionales de los Andes interpretados en quechua.
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