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Pedro Suárez-Vértiz: Y es que sucede así...

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Fecha Actualización
Por Alexander Huerta Mercado
La iglesia era enorme e imponente. Ahí estábamos haciendo el ensayo de la confirmación y éramos más de cien alumnos a cargo de un hermano religioso que nos organizaba de manera muy formal, cómo formar las filas para entrar, cómo pararnos, cómo sostener las velas. Con Pedro estábamos entre los que íbamos a dar los discursos en la ceremonia y recuerdo que él quería hacerle una consulta al hermano que no le hacía ningún caso porque estaba concentrado en formar a los estudiantes. Pedro insistió en vano varias veces: “¡Hermano, tengo una pregunta que hacerle!”. Fue entonces que lo vi abandonar al grupo, dirigirse hacia el altar de la iglesia, prender el micrófono y aseverar “¡hermano, tengo una pregunta que hacerle!”. De más está decir que fue atendido inmediatamente. Así era, imparable, feliz, un formidable agente del caos. Nos ponía apodos muy originales, dibujaba caricaturas nuestras en la pizarra haciéndonos cuerpos de fisicoculturistas o estrellas de rock. Construía castillos de arena con avenidas incluidas en la pista de salto largo, podía aplaudir con los pies en el aire, bailar como ruso, tirar tacles tipo Bruce Lee, era un acróbata nato; vi una vez que en el salón, cuando pasaban lista, él no levantaba la mano sino la pierna entera. Hacía dibujos surreales y extraordinarios.
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Toda sociedad necesita un personaje transgresor. Siempre lo tiene en las mitologías, en los cuentos, en las artes escénicas, alguien que rompa las reglas y que ponga el mundo de cabeza y que nos recuerde que nuestras reglas son absurdas. Desde el colegio, Pedro, tantas veces Pedro, ya se vislumbraba como ese ser.
La casa de Pedro quedaba en una zona tan original como él, junto al Olivar una callecita formaba un óvalo y en uno de sus bordes había un espacio siempre abierto y acogedor para todos. Rosita, la genial mamá de Pedro, siempre nos atendía con un espíritu juvenil y era un placer conversar con ella. Patricio era el hermano menor, nuestro cómplice con una elegancia e inteligencia que desde adolescente brillaba. Maria Fe era la hermanita que, si bien era la protegida por sus hermanos, demostraba mucha sensibilidad y una inteligencia vivaz que todos admirábamos. La casa estaba llena de amor y de música, Pedro tocaba de forma peculiar un enorme piano del que arrancaba canciones de los Beatles, oía música todo el día y mientras barría la casa usaba la escoba como utópica guitarra. Tenía un poster de Mick Jagger del tamaño de la puerta de su cuarto y hasta el poster de la Gioconda de la puerta de la casa tenía pegada en la boca la famosa lengua de los Rolling Stones. Era lindo estar cerca de todos ellos, había calidez, había empatía, risa y mucho, mucho amor.
No era fácil ser adolescente en el Perú en los ochenta. Habíamos nacido en pleno golpe militar y no vimos la democracia sino cuando cumplimos los doce años. El mundo había sido testigo de los movimientos juveniles universitarios en mayo del 68 francés, del concierto de Woodstock del 69, de la revolución sexual, de los hippies y de la contracultura. El Perú no vivió esos cambios pero las reformas de la primera fase del gobierno militar cambiaron para siempre al país y nuestros primeros años escolares fueron dirigidos por la reforma educativa de uniforme gris y una ciudad que se sinceraba con el resto de la nación, a través de un importante proceso migratorio que dio origen a una nueva cultura urbana a través de la música chicha que narraba el duro camino a la adaptación a la ciudad.
Hacia la segunda mitad de la década de los ochenta se puede decir que el Perú urbano vivió su pequeña y tardía revolución sexual ya en democracia, la que no había vivido en los sesenta. Ritmos como la salsa sensual y la lambada poblaron las radios, pero fue el rock peruano el que tuvo un protagonismo único. Aquí quisiera subrayar el aporte de Pedro en nuestra cultura popular. Arena Hash fue parte importante de esa pequeña revolución. Sus letras ya no eran para un solo grupo de la sociedad; recuerdo que los conciertos masivos unían a todos los sectores de nuestro tan dividido país. Se pueden decir muchas cosas pero indudablemente Pedro hizo de las experiencias y sueños cotidianos de los jóvenes encantadoras narrativas musicales. Lo cotidiano se tornaba atractivo y las personas de distintas clases sociales en un país bastante dividido podían identificarse con aventuras urbanas como cuando llegaban borrachos a sus casas y la cama les daba vueltas, o se reencontraban con una persona que les gustaba, o cuando conversaban de tú a tú con el estrés que les aquejaba. Nuevamente ahí estaba el Pedro que gustaba desafiar a las normas del colegio, pero en realidad era alguien que hablaba sin filtro y decía lo que sentía y por eso nos gustaba seguirlo, gozábamos de su libertad y de su espontaneidad. Creo que él mismo era el mensaje y creo que eso provocó que lo queramos tanto; veíamos a alguien cálido y bueno que era realmente miembro de la familia de todos nosotros.
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Admito que no soy imparcial con Pedro, siempre seré su amigo, seré su admirador y siempre me encantará discrepar con él y algunas ideas que posteaba en Internet. Era invencible y polémico, pero siempre auténtico y amoroso con su hermosa familia. Como antropólogo puedo decir que fue alguien que logró conectar con una juventud en momentos difíciles en un país siempre dividido y con miedo. A través de la música y el humor logró hablar del amor, del desamor, del morir y volver y del sexo. Temas que no se limitaban a un solo grupo social e hizo que sus seguidores no tuvieran una frontera definida. El pop y el rock permiten una mayor democratización al momento de bailar y todos, incluso los que no tenemos ritmo, sentimos que podemos salir a la pista sin ningún temor a dar saltos. Como fan, puedo decir que su música nos llenó de optimismo en un país donde pareciera que ser pesimista es la moda. Como amigo quiero recordarlo como comencé este artículo. Cuando nos tocó hablar en la noche de la confirmación, la enorme iglesia estaba llena y nos tocaba hablar en público. Vi a Pedro acercarse al micrófono ante un montón de personas que no imaginaban que aquel muchacho sencillo sería una estrella de rock y comenzar diciendo más o menos: “Yo he preferido ser espontáneo y decirles lo que voy sintiendo”. Gracias Pedro por serlo. Definitivamente escribiste tu propia música, cantaste tu propia canción y pronto nos tuviste a todos unidos cantando contigo. Como tú dirías… es que sucede así.
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