El domingo, cuando yo era niño, me angustiaba mucho. Esa sensación de la anticipación, los nervios, lo que va a venir. También me angustiaba porque tenía que escoger con quién estar: con mi papá o mi mamá, que estaban separados, lo que me producía la sensación de que algo se había roto. Cuando se separaron, con mi mamá nos vinimos a Lima. Por eso también me gustó que Domingo fuera un migrante. Al principio, no sabía si los papás de Domingo iban a estar separados, pero luego el papá ha muerto cuando él es pequeño. Justo estaba leyendo Días de infancia de Máximo Gorki y en el primer capítulo se le muere el papá, y eso al chibolo le da una mirada diferente del mundo; lo hace más reflexivo. Y yo quería que Domingo pensara. Cuando era profesor y mandaba a leer a mis alumnos El guardián entre el centeno (de J. D. Salinger), algunos me decían que no les había gustado, porque Holden (el protagonista) pensaba mucho. Les gustan los libros donde pasan cosas, más que este monólogo interior que yo disfruto mucho.