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Ramón García: “Si te dicen que (el COVID) produce la muerte y no entiendes eso, no mereces vivir”
Actor vuelve a escena con La telefonista, la primera puesta en escena virtual en la que actúa durante esta pandemia. Entrevistamos a Ramón García en su nuevo debut a los 70 años.
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Todo el tiempo se la pasaba dibujando barcos. Quería ser marino como él. Hasta que un día su padre partió. Ramón tenía 9 años y él, alrededor de 65. “Amaba a mi padre, era como decir Dios”, recuerda sobre la temprana pérdida. Una herida que asegura ya cerró, pero una herida que dejó huella.
Era el cumpleaños de ‘Chapana’, entrañable personaje de la serie de TV Los Choches que García personificó. Estaba solo en su cuarto. De pronto, entraron ‘los choches’ con una torta. Las cámaras grababan la emotiva escena. ‘Chapana’ vio el gesto de sus pequeños amigos y se quebró. El rodaje siguió. Pero, en realidad, quien se quebró fue Ramón. Recordó que desde los 14 hasta los 36 años vivió solo y nunca festejó su cumpleaños, que era motivo de tristeza. “Me emborrachaba solo en mi cuarto”, revela el actor que ha sido parte de notables e históricos momentos de la producción nacional, como la serie de TV Gamboa y la película La ciudad y los perros, en la que sugirió la famosa frase “no me mire, cadete, ¿quiere que le regale una fotografía mía calato?”.
La telefonista es la primera puesta en escena virtual en la que actúa Ramón García durante esta pandemia. Las próximas funciones son hoy, el jueves 27 y el sábado 29 de agosto. A las 9:45 p.m., vía la plataforma TEVI. Entradas en tevi.live/cartelera. “Ya me gustó y quiero seguir actuando así”, me dice el actor de 70 años sobre este nuevo debut.
-¿Cómo estás pasando esta pandemia, Ramón?
De forma creativa. Inventando cosas. Si no quieres patinar en la vida, tienes que darte cuenta de la lección que te da este momento.
-¿Cuando dices “inventando cosas”, a qué te refieres?
Mejor dicho, adaptándome a medios como Internet, porque acuérdate de que soy un chiquillo de 70 años.
-Sin embargo, el chiquillo Ramón García del Leoncio Prado fue mozo, albañil, estudiante de Economía y, finalmente, se convirtió en actor. No es nuevo para ti adaptarte.
Creo que mi vida ha sido una suerte de probar situaciones, pasar por momentos bonitos, difíciles, feos, unos muy feos. Pero estoy aquí.
-¿Cómo así el chiquillo del Leoncio Prado se convierte en actor?
Por casualidad. En realidad, nunca quise ser actor. Primero quise ser marino como mi padre. Después ingeniero porque mi padre era ingeniero de máquinas. Me gustaban las matemáticas. Y después me gustaba más la cuestión social; entonces, pensé en ser economista. De repente, vi a unas chiquillas simpáticas, sin zapatos, vestidas como locas, en la cafetería de la universidad. Pregunté de dónde eran y me dijeron que eran del grupo de teatro. Y, bueno, entré al grupo y nunca más salí (ríe). Después de años leí un texto que decía que uno no busca la actuación, la actuación lo busca a uno.
-La actuación se vistió de mujer y te fue a buscar.
Sí, me quedé y ya está. Y la segunda vocación fue por cubrir a un amigo, que se iba de gira y quería que lo cubra 15 días en un lugar donde era profesor. Yo nunca había enseñado. Era el curso de Producción y Dirección de Cine y Televisión y desarrollé unas clasecitas. Cuando se cumplieron las dos semanas, el director me dijo que habían hecho una evaluación sobre mi trabajo y los chicos estaban contentos. Entré por 15 días y me quedé cinco años ahí.
-Varios de tus personajes tienen mucho de las facetas que ha pasado Ramón en la vida. ¿Un actor debe tener calle?
No necesariamente, porque también puede recibir información a través de los libros, de los textos, de películas, de la música. Claro, la información también puede ser recibida de forma vivencial. Yo sentí hambre, miedo, frío, angustia, odio y leí un poco. Pero hay buenos actores que la información la recibieron a través de un libro. Concretamente, te menciono uno que para mí es de los mejores actores y que es un tipo que nunca lo vas a ver con las manos vacías, siempre tendrá un libro en la mano, y te hablo de Alberto Isola. Es una enciclopedia andando.
-Entonces, sí es una condición que un actor lea.
Definitivamente. Cuando comienzas a crear, la creatividad no es nada más que el juego de todos los conocimientos que tienes en tu cabeza. Si tu cabeza está hueca, ¿qué vas a crear? Nada pues.
-Insisto en las coincidencias de tu vida con la carrera de actor. El papel de sacerdote que hiciste en The Young Pope, la serie de HBO, de alguna forma coincide con una etapa en la que te entregas a la religión.
Felizmente, el personaje tomó una línea que es muy parecida a mi forma de pensar en cuanto a la religión. Yo soy católico convicto y confeso, franciscano capuchino.
-¿Habrías sido sacerdote?
Lo gracioso es que en mi test vocacional en el colegio militar una de las opciones era ser sacerdote. Y casi me hago en el pantalón de la risa, porque en ese tiempo era más mataperro. Siempre digo que me quedé en cerdote (ríe). Después con el tiempo, participé en la iglesia e hice un retiro anual. Y estoy dentro de los que promueven el cambio.
-El descontrol por la bebida ya es una etapa superada.
Ya es parte del pasado.
-El amor ha sido como una vacuna, Ramón.
Sí, porque... Bueno, mi esposa ahorita está en la cocina y me está escuchando (ríe). Tenemos un pacto: siempre que nos vamos a acostar, rezamos y pedimos perdón.
-Me dices que te has enfrentado al miedo, al odio. ¿Hoy qué te da miedo?
Enfermarme, que se enferme mi familia. Me da mucha pena lo que está pasando, que la gente no haya aprendido y no aprenda, que lamentablemente van a morir más. El otro día leyendo encontré que la primera gran epidemia fue la antonina en el año 165 hasta 180. La epidemia duró 15 años, y el 30% de la población de Roma desapareció. El emperador Marco Aurelio dio las mismas disposiciones que ha dado Vizcarra. Del 165 al 2020 no hemos aprendido ni mierda. La gente hace fiestas, sale sin mascarilla. Dios me perdone, pero creo que hay dos especies humanas: homo sapiens sapiens y el otro es homo sapiens imbéciles. Si te dicen que hace daño, que produce la muerte... si no entiendes eso, la verdad, no mereces vivir. Suena horrible lo que digo, pero, ¿qué quieres que te diga?
-De La ciudad y los perros a tu participación en la serie de HBO, con 70 años, ¿qué papel te falta hacer?
Antes de que empiece la pandemia me di el gusto de hacer de drag queen. Me gusta el drama y tragedia de estos personajes. Antes de viajar a Roma, estaba haciendo una novela de un canal en la que mi personaje era un reciclador que busca botellas en los basureros donde están las ratas. El director me dijo: “Ramón, ¿no te das cuenta de qué paradójica es la vida del actor? Ahora estás en un basural y mañana estarás en Cinecittà, el Hollywood de Italia, y te estará dirigiendo un ganador del Oscar”. Y sí pues, así es nuestra vida. Hoy estamos aquí y mañana estamos al otro lado.
AUTOFICHA:
- “Me llamo Manuel Ramón García Monteagudo. Tengo 70 años. Nací el 15 de noviembre de 1949, en la provincia constitucional del Callao. Soy aliancista, pero de chico era del Boys. Estudié en el colegio America High School del Callao”.
- “Como castigo estuve un año en el colegio Alfonso Ugarte y luego pasé al Leoncio Prado. Estudié Comunicaciones en la Universidad de Lima. Creo que en cine he hecho unas 24 películas. Cortometrajes, novelas y obras de teatro son un montón”.
- “Recomiendo que vean La telefonista porque es una puesta en escena interesante que parte de una situación bastante común, que es el reclamo por teléfono, que pasa por una tragedia, todo un drama y con un desenlace interesante. Me divierto mucho, yo hago las cosas para divertirme, para disfrutar”.
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