¿Qué se hace cuando pierdes un hijo y un esposo, y entre ambos episodios te detectan dos veces el cáncer?
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Silvia Miró Quesada creó dos libros: Unos días con Bobby y Renacer. Resignificación del duelo. A la vez, ayuda y evangeliza sobre el cuidado y valoración de nuestros cuerpos para prevenir el cáncer, y lo hace en alianza con Oncosalud, especialmente en esta temporada, en el Mes Mundial de la Prevención del Cáncer de Mama. Pero, sobre todo, no usa la palabra ‘perder’. Se pierden las llaves o se pierde el celular: ella sabe dónde están su hijo y su esposo.
Recibo a Silvia en el set de televisión de Perú21. Ingresa y me dice: “Siento que me llevo bien con las cámaras”. Ensaya una explicación: le recuerda a su infancia cuando acompañaba a su tío Pablo de Madalengoitia a sus programas en vivo. “Me gusta cuando sales en televisión”, le decía. “¿Quieres venir?”, le respondía Pablo sobre su otrora programa de concursos La pregunta de los 500 mil reales. Y así, a los 6 años, se deslumbraba con el universo temprano de las comunicaciones.
Me dices que no te avergonzabas frente a las cámaras de televisión. ¿Has sido de armas tomar siempre o la vida te hizo así?
Soy bien frontal.
Se nota en tu tono de voz.
Quizás la vida ha hecho que yo sepa manejar y gestionar las situaciones difíciles.
Para alguien con un carácter así, enterarse de que tiene cáncer debe ser o demoledor o un “OK, esto lo superamos”.
En el 97 tuve cáncer de colón y el segundo cáncer, el de mama, fue en 2015. En este último proceso, cuando me lo dicen, fue un “qué flojera, volver a comenzar”. Además, tenía el problema de que mi hija se casaba a las pocas semanas. Tenía que hacerme la cirugía muy rápido, antes de la boda, y la quimio comenzó al día siguiente de la recepción.
¿Contaste lo que vivías o guardaste silencio?
Las personas que están alrededor nuestro tienen que saber lo que a uno le pasa para que puedan tomar sus propias decisiones. Y mi hija me dijo: “Mamá, si quieres no voy de luna de miel”. Le dije: “No, mi amorcito lindo, es un problema que me atañe a mí y, felizmente, tengo la compañía de tu papá”. Y también le dije: “Has comenzado un nuevo proyecto de vida; eres una administración distinta, y yo tengo mi propia administración” (sonríe).
Y cuando te enteraste del cáncer de colon, ¿sí fue difícil?
Ahí sí me asusté, porque mis hijos eran chicos: mi hija tenía 10 años y mi hijo tenía siete.
¿Qué edad tenías?
37 años. La suerte es que mis dos cánceres han sido detecciones tempranas. En el caso del colon, el doctor me dijo que me haga una colonoscopia.
¿Qué encontró?
Solo me dijo que me haga la colonoscopia. A las pocas semanas regresé y le pregunté por qué decidió que me haga la colonoscopia, y me dijo: “Porque, cuando metí la mano para hacerte el examen de tacto, me di cuenta de que mi mano se trababa y no tenía una libre circulación”… Pero la primera vez que tuve que hacer una quimioterapia no me cayó nada bien, y creo que un factor fue que no tomaba mucha agua. En el cáncer de mama sí tomé bastante agua.
Tomar agua puede ser un tip.
Me han dicho que uno debe hidratarse mucho porque botas, de alguna manera, la toxina.
Ahora, sobre el cáncer de mama, cuentas que surgió la alerta a raíz de que pensaste que tenías una picadura de abeja.
Sí… Estaba irritada la zona. La detección temprana me salvo. Por eso, acompaño a Oncosalud, porque al cáncer de mama lo vencemos juntos.
¿Qué de nuevo se puede decir del cáncer de mama?
Siempre se habla del autoexamen, pero yo le agrego que es un acto de amor propio, uno tiene que quererse. Una chequea su mama, la mira cómo está, la siente, porque la mama es un tema de amor.
Pero también está el miedo a enterarnos del cáncer.
Un médico me decía: “La diferencia entre los pacientes en Estados Unidos y el Perú es que allá la gente va al chequeo médico para que le digan si tiene cáncer y tomar las medidas; en cambio, en el Perú la gente no va porque tiene miedo de que le digan”. Yo creo que el cáncer tiene que ver mucho con la actitud.
¿Tanto así?
He visto partir a mi hijo hace 10 años, cuando él tenía 25 años, y mis dos cánceres, y lo que me ha levantado ha sido mirarme y decir: “Silvia, caracho, estás bien”. Si uno está bien consigo misma, la gente que está alrededor tuyo estará bien.
¿Lo de tu hijo fue por cáncer?
Fue una especie de aneurisma. Fallece un año antes del segundo cáncer. No se sabe si eso provocó que bajen mis defensas. Por eso, también tengo cuidado en cómo manejo el estrés.
Pese a lo vivido, te veo bien.
Tengo una hija maravillosa y dos nietas maravillosas: una familia maravillosa. Y gracias a mis episodios puedo acompañar a muchas mujeres. Es muy doloroso saber que al día mueren seis mujeres porque no se les detectó el cáncer de mama a tiempo. Son 1,858 mujeres al año. El 80% de estas mujeres llega con cáncer de mama avanzando.
¿Y cuántas se pueden salvar si lo detectan a tiempo?
Si te agarra en el primer nivel, se pueden salvar hasta el 100% de casos.
¿Qué se tendría que decir de Silvia Miró Quesada de acá a 100 años?
Mi hijo decía siempre que yo era una mujer muy persistente.
Autoficha:
-“Soy Silvia María Miró Quesada. Tengo 65 años. Entré a la universidad, a Comunicaciones. Terminé la universidad en el 83, pero me licencié en el 2010. Mis dos maestros Eduardo Zapata y Juan Biondi me impulsaron y escribí el primer libro Derribando muros”.
-“Edité con Planeta el libro Lecciones de gestión de talento en el Perú. Me invitan a salir de El Comercio, donde estuve más de 40 años, y luego formé mi empresa que se llama E-Cloud, que asesora, analiza y viabiliza la monetización de archivos periodísticos históricos”.
-“Quizás en algún momento escriba un libro sobre cómo entré en este proceso de evangelización para recuperar los archivos periodísticos históricos, pero ya con los medios importantes que hayan digitalizado. Y no sé qué será de mi vida después. Pero yo soy muy activa definitivamente”.
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