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Vanessa Saba: “Mis personajes favoritos son los mediocres persistentes”

‘La calle inclinada’ (Planeta) es su debut literario, de la pantalla y las tablas a las palabras, al libro. Un conjunto de cuentos donde sus personajes fracasan o pierden el control. Antes de su retorno a México, Perú21 entrevistó a Vanessa Saba.

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La hospedaron en un hotel que describe como bonito y antiguo. Estaba en Chile para presentar la puesta en escena de La verdad de las mentiras, de Mario Vargas Llosa, quien también viajó. Se hospedó en una suite del segundo piso, una fiesta no la dejaba dormir. Pidió otra habitación y le cedieron una en el cuarto piso. “Era la cosa más extraña que he visto en mi vida”, me dice Vanessa Saba. Parecía que el piso estaba inclinado. Caminaba y sentía que las paredes se le venían encima. Entró al cuarto y había una mesa con dos sillas, como si fueran dos personas. Cerró la puerta y salió corriendo.
Esa escena sobrevivió al tiempo y apareció de pronto cuando tuvo que escribir el cuento “La calle inclinada”, que finalmente le da nombre a su debut literario de la mano de la editorial Planeta. Un conjunto de cuentos que inicialmente los iba agrupar bajo el nombre de “mujeres buscando un lugar”, pero con su editor optaron por algo más sugerente.
Una mañana despertó, seguramente para escribir en el blog que tenía en Internet. No lo encontró, ya no existía. No sabe qué pasó, pero cree que una madrugada, medio dormida, ¿casi sonámbula?, lo anuló. Tenía fresco el malestar porque la andaban molestando en las redes sociales con un suceso atribuido a su padre. “Algo de Petroperú, no recuerdo”, me dice. Se hartó, no quiso más y, entre sueños, eliminó el sitio: es la teoría que ensaya. Le comento que esa historia puede ser parte de un cuento. “Es verdad”, dice y ríe. Estamos, casi varados, en la puerta de un café miraflorino que esta mañana no ha abierto.
-Cuando te entrevisté el 2019, estabas cantando. ¿Ya escribías cuentos?
Sí, de hecho los dos primeros cuentos (“Las pantuflas” y “Familia”) son del 2006 o 2007. Tenía varias cosas escritas, tenía un blog que se llamó Mujeres buscando un lugar. De los primeros cuentos que escribí en la vida.
-¿Por qué te animaste a escribir sobre los 30 años?
No tengo idea. De niña leía mucho y dicen mis papás que jugaba sola, no hacía mucho caso al entorno, muy para adentro, me abstraía. De adolescente perdí la concentración para leer y después retomé la lectura y ahorita ando medio desconcentrada de nuevo.
-¿Y en 2019 esos textos ya tenían forma para un libro?
Esos escritos se quedaron ahí durante años y en la pandemia o antes pensé que tal vez debería preguntarle a alguien si eran publicables. Los dos últimos cuentos (“La calle inclinada” y “La campiña”) son de los dos últimos años. Así ha sido un poco...
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-¿Y hoy se te puede decir escritora?
No sé (sonríe)... Depende del que lo mira de afuera, ¿no? Ojalá sí, me encantaría.
-“Las pantuflas” parte de una idea interesante: una mujer que no puede bajar de la cama porque no encuentra sus pantuflas.
No sé cómo apareció... El personaje de la mujer está inspirado en una costurera que vivía en un segundo piso encima de una panadería; y mi abuela, cuando yo era chica, me llevaba a esa costurera y el olor a pan era sofocante. Eso recordaba.
-¿Tienes estudios de escritura creativa o literatura?
He estudiado guion en una escuela argentina. Nada más. Será que he leído mucho y ahí hay un entrenamiento. Por ejemplo, para “La calle inclinada” tenía una imagen: una mujer que se suicida todas las noches, pero no muere, como un castigo.
-Cuento que titula el libro y que me parece un nombre fabuloso.
Es bonito, ¿no? Discúlpame, perdón que lo diga...
-En los cuentos hay fracaso, caos, no saber a qué lugar ir. ¿Por qué?
No sé. Mis personajes favoritos son los que han fracasado, los mediocres persistentes. Supongo que yo de alguna manera me identifico, hay algo...
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-Pero nadie pensaría que eres una fracasada.
(Risas). Te agradezco mucho.
-¿O te ves así?
Depende de las épocas. Hay épocas que me valoro un poco más; otras épocas que pienso que todavía no lo he conseguido, que debo esforzarme más.
-¿Y hoy con el libro cómo te sientes?
Estoy contenta. Es un logro que me digas que has leído el libro y que te parece que están bacanes los cuentos. He venido a filmar una película también. Pero es una carrera tremendamente inestable.
-Hay quienes creen que ser actor es ‘cool’, que siempre se la pasan bien.
Ojalá pudiera sentirlo así, pero siempre soy pesada conmigo, o tal vez es con lo que trato de luchar siempre: no ser mediocre.
-¿Cuáles han sido tus fracasos?
Me he mudado a México y digo: “Caray, tal vez debí venir antes”. La cara del diablo es un guion que escribí y fue un fracaso absoluto porque es malísimo, no tengo ningún problema en decirlo. Me salió pésimo. Y está bien, es un aprendizaje. Pero también sería muy mezquino de mi parte decir que he fracasado, porque he tenido la suerte de vivir de lo que me gusta, y eso es bastante.
-¿Te atreverías a decir cuáles han sido tus triunfos?
Ay, mi madre (lo dice en voz baja, hacia adentro). Ella y él considero que es una película que nos gusta, que nos salió bien. El hecho de haber podido publicar el libro. Y hay otros triunfos más personales, en los vínculos familiares siempre pasan cosas. Habernos mudado a México y probar a ver qué sucede.
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-En el libro hay algo de lo difícil de ser mujer, escondido en sus personajes, ¿no?
En “La campiña” un poco... En realidad creo que en todos los cuentos está. El libro tiene una carga feminista mayor de la que yo hubiera pensado, no estaba escrito ni pensando así.
-¿Te ha costado ser mujer?
Es que siento que he sido muy privilegiada. Lo que no es fácil es trabajar, hacer, esforzarte. Aunque de chica era terriblemente tímida, la actuación me ha ayudado.
-Me da la impresión de que hasta ahora eres tímida.
Sí, pero por ejemplo, cuando estaba en el IPP no podía hablar en clase, me sentía muy bruta, tenía pánico de decir alguna estupidez y estaba segura de que si abría la boca, lo que iba a decir era una estupidez. Después me he vuelto sociable, pero siempre introvertida.
-En el 2019 me dijiste “no he tenido grandes certezas, me ha costado hallar mi lugar”. ¿Has encontrado un lugar con este libro?
Por un lado, sí; pero por otro lado, te diría “espero que no”, porque siento que cuando encuentras tu lugar, ya dejas de buscar, y eso me da pena, porque siento que la búsqueda es lo más bonito.
-Final abierto siempre...
Eso, final abierto (ríe), son los más bonitos... Escribir me está llamando mucho...
AUTOFICHA:
- “Soy Vanessa Saba Zarzar. Mis dos apellidos son palestinos. Mis bisabuelos eran de Palestina. Pero abuelos, papás y nosotros hemos nacido en el Perú. Tengo 47 años. Nací en Lima. Estudié Publicidad en el IPP por una terquedad ridícula”.
- “Pero a mí me gustaba la música y mis papás me decían que me meta al Conservatorio. Yo tocaba piano. El modelaje me salvó, porque en Publicidad no estaba contenta. Un día vendía ropa en El Trigal, pasó alguien que me dijo para hacer fotos”.
- “También me dijeron que me mandarían al casting de Miss Perú. Y eso me llevó a la actuación: a algunas chicas del Miss Perú nos vieron y nos mandaron a hacer una audición y quedé yo, en el Canal 4. En México he hecho series, una telenovela y ahora hago castings”.
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