Eso fue una locura. A mucha gente le conté sobre el cuento, y estaban todos maravillados, y querían que lo ilustre, pero no sabía ilustrar. Busqué a ilustradores, pero todos me insistían que lo hiciera yo. Cuando estuve en Chile, en la casa de un ilustrador, le leí el cuento, y él también me insistió que lo ilustrara. Pues lo empecé a dibujar para mostrarles a todos que no podía. Pero cuanto más avanzaba, me gustaba la idea de unir palabras con imágenes. Cuando había algo que no sabía, jugaba, y me gustaba cómo quedaba. Se lo mostré a Eduardo Tokeshi, quien hizo la dirección artística, y me ayudó con partes del libro.