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En Caliente: Predicar con el ejemplo
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Soy de la idea de que los futbolistas, entrenadores, o deportistas en general, no tienen el deber de darnos lecciones de vida. Para ello tenemos a nuestros padres o familia más cercana; y si ellos fallan, tenemos a nuestra conciencia. En todo caso podrían darnos ejemplo de lo que no se debe imitar cuando obran mal. Pero lo que, en realidad, no puedo concebir es que una persona vaya en contra de su propio decreto supremo, de su verdad absoluta, de su forma de ver el mundo. Yo sí creo que hay una norma que cada individuo debe impartir a cabalidad: la de no hacer lo que no se quiere que le hagan. Y Nolberto Solano lo hizo.
El ‘Maestrito’ predicaba en la selección sub23 una moral estricta. No podía haber faltas por indisciplina, porque el que no cumplía se iba a su casa. Así se quitó de encima a Kevin Quevedo de cara al Preolímpico de Tokio 2020. Al exentrenador de menores le valió tres rábanos quedarse sin su jugador más habilidoso. En su momento, fue aplaudido por castigar con mano dura este tipo de comportamientos antifutbolísticos.
Meses después, hace unos pocos días, Solano fue detenido por la Policía. La vergüenza y la deprimente defensa del ayudante de Ricardo Gareca llegaron a alcanzar fama mundial. ‘Ñol’ fue sacado de la vivienda de su vecina (acto permitido durante un toque de queda nacional) por incumplir el decreto gubernamental del estado de emergencia. Solano creyó que era buena idea salir de su casa, pese a la cuarentena, y compartir una reunión entre amigos, vacilando a todo volumen, mientras buena parte de la población acata la medida para no morir por el coronavirus.
El presidente Martín Vizcarra dijo hoy que todos los que no cumplan con el aislamiento social obligatorio se las verán con la justicia, específicamente con el Ministerio Público. Porque aquel acto, aparentemente inofensivo, de burlar la ley y caminar unas cuantas cuadras fuera de casa, pone en riesgo a todos los peruanos. Hay muchísima gente, con hipertensión, con asma, con obesidad mórbida, con cáncer, de la tercera edad, que fallece a causa del COVID-19.
Pero para el diestro pateador de tiros libres, no había mayor problema. Así se lo expresó, tan altanero, tan cegado, con un leve nihilismo y complejo de superioridad, al periodista Jaime Chincha. Nolberto Solano transgredió su propia moral, su propia norma, por la que pagaron —en su tiempo y sin clemencia— terceros. Y aunque parezca exagerado, el ‘Ñol’ es el reflejo de nuestra sociedad.
UNA SOCIEDAD SOLANA
Como Solano, existen varios. Somos una sociedad que vive plagada de este mal. Ni la pandemia del coronavirus puede ser más letal que el complejo de superioridad y la falta de respeto a la autoridad.
Nietzsche acabó por conceptualizar el término ‘nihilista’, o una persona que se resiste a seguir las normas establecidas, ya sea por el Gobierno de turno o las que rigen en la cultura de cada pueblo. Así somos nosotros, especialmente en estos tiempos de emergencia sanitaria. Ya van más de 26 mil detenidos por andar en las calles sin alguna justificación, según el último reporte del Ministerio del Interior y el de Defensa. Creemos que podemos pasar por encima de las normas de convivencia. Creemos que podemos salir bien librados si le jugamos sucio a la ley. Esta realidad nos lleva, por ejemplo, a tener un porcentaje del empleo informal de más del 70% en el país, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática.
Pero practicar una ética confusa no es nuestro único problema. También tenemos que lidiar con personas, como Solano, que tienen el popular complejo de Aristóteles. Un poco de fama, de reconocimiento público, nos puede llegar a convertir en perfectos idiotas. Creemos que somos intocables. Creemos que somos superiores al resto. El psicoanalista suizo Carl Gustav Jung introdujo este concepto del ‘complejo de superioridad’ el siglo pasado. Gustav Jung aseguraba que estos individuos tenían una fuerte carga emocional, basada en experiencias propias. Estas vivencias, lamentablemente, pueden transformarnos en seres altaneros, prepotentes, o como Aristóteles que creía ser más que su maestro Platón. Estas vivencias, además, pudieron ser determinantes para que Solano salga de la comisaría tan rápido, o para que ningunee el trabajo de cientos de periodistas en plena crisis.
Nolberto Solano se disculpó, tal vez por presión, tal vez por que le nació. Pero tendrá que trabajar mucho para recuperar la confianza, sobre todo, de sus próximos dirigidos. Tendrá que reflejar una conducta intachable para predicar con el ejemplo.
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