María Belén Bazo tuvo al Perú entero en vilo durante los últimos Juegos Olímpicos, en los que consiguió un enorgullecedor cuarto puesto, y escribió su propia página en la historia del deporte peruano. Su historia, no obstante, es una de resiliencia, de superar la tragedia y recomponerse, y volver a creer en sí misma.
MIRA: ¡CLASIFICADAS AL MUNDIAL! Perú ganó medalla de bronce en Sudamericano de Vóley
¿Cuál es el primer recuerdo que tienes con la vela?, ¿cómo descubriste este deporte?
Comencé a navegar en el Regatas, en la academia de verano, porque mi hermano mayor, Juan Fernando, ya hacía windsurf. De chiquita, hacía gimnasia, desde los cinco años hasta los once. De ahí me cansé, porque era muy difícil de seguir, muy sacrificado. Entonces, me retiré de la gimnasia, pero extrañaba mucho el deporte, así que pensé en pasarme a otro. Mi papá hacía surf, y mi mamá, tenis: ¡así que me metí a tenis y a windsurf! Era lo más parecido al surf entre los deportes que había en el Regatas en ese momento. Y, bueno, en verdad me encantó.
Durante el último año sucedieron muchas cosas, ¿no? Desde lo que pasó en los Panamericanos de Santiago hasta la final olímpica en Marsella.
Fue un año sumamente complicado. Entrené, desde 2020 hasta 2023, con el equipo holandés. Me mudé a Holanda y entrené con ellos, y después, a mitad del año, decidí regresar a Perú. Me cansé un poco de estar allá. Es un país bastante diferente y, además, sentía que había mejorado todo lo que podía allá con ese equipo. Ese año, a mi mamá le diagnosticaron cáncer en septiembre, y eso coincidió justo con mi decisión de mudarme a Perú de regreso.
Entonces, me quedé en Perú con mi mamá por varios meses, pero todavía tenía los Juegos Panamericanos en noviembre, y lo que más quería mi mamá era que yo siga con mis sueños, con mis objetivos, y que no me quede a su costado todo el tiempo. Seguí con mis entrenamientos, hice lo posible por mantenerme concentrada y enfocada, y, bueno, viajé con mis papás a los Juegos Panamericanos.
Me fue bastante bien durante todo el campeonato. Iba luchando el primer y segundo puesto con la mexicana. Llegué al último día en segundo lugar, a solo un punto detrás de ella, pero en las semifinales partí por milésimas de segundo adelantada. No sé por qué. Era una partida en la que no tenía que arriesgar.
Pero en el momento, ya sea por los nervios, por la presión o por las ganas de querer ganar, cometí ese error y me descalificaron. Pasé al quinto lugar y, bueno, perdí la medalla y el cupo a los Juegos Olímpicos.
Fue muy, muy difícil. Era la última vez que mi mamá me iba a ver en un podio, porque, si bien los Juegos Olímpicos estaban cerca, es bastante difícil ganar una medalla.
Era difícil, pero todavía tenía una chance más de clasificar en abril, en Francia. Entonces, nos regresamos a Lima. Seguí entrenando, y mi mamá siguió empeorando, y en marzo falleció.
Yo tenía que viajar en abril al clasificatorio para los Juegos Olímpicos. Entonces, dije “bueno, igual voy a viajar, así que lo voy a intentar”. Fui, lo intenté y me fue muy mal.
Era difícil, muy difícil. Por fuera sentía que estaba bien, navegaba y todo, pero, al final, estaba sola con mi entrenador.
Regresé a Lima, a empezar una vida nueva, sobre todo a superar todo lo que había pasado con mi mamá, y estar de luto. Me quedé como que un poco en el aire, sin mi deporte, sin mi mamá, sin saber qué hacer.
Estuve muchísimo tiempo con mis amigas, con mi papá, con mi hermano… Y, al final, esa es la vida, y hay que seguir adelante. Empecé a ver opciones, a hacer planes para mi futuro. Pero, de pronto, me llega la noticia de que un país se retiró y, como yo era la siguiente del ranking, el cupo olímpico era para mí.
Viajé a Cádiz con mi entrenador a hacer en un mes todo lo que no habíamos hecho en tres meses. Después me fui a Marsella (donde se llevarían a cabo las competencias de vela en las Olimpiadas), pero esta vez con mi papá y mi hermano. Les dije: “Por favor, necesito que me acompañen porque no quiero ir sola”.
Y en el campeonato todas las cosas se dieron perfectas. Hubo poco viento, y esas son mis mejores condiciones. Y, bueno, como casi no voy a los juegos, al final estaba allí con una mentalidad totalmente diferente.
¿Qué se sintió llevar la bandera peruana en la ceremonia de clausura de las Olimpiadas?
Fue muy especial, sobre todo con Stefano, porque hemos crecido juntos. Estos son nuestros segundos Juegos Olímpicos, y hemos pasado por un montón de momentos difíciles. Entonces, fue un momento importante y especial para nosotros porque ya los dos sentimos que logramos nuestro objetivo.
¿Qué crees que les falta al windsurf y a los deportes de vela para que sean más populares y puedan ser más practicados en el Perú?
Se necesita más infraestructura. Necesitamos más centros de alto rendimiento de las municipalidades. Tenemos un montón de lugares increíbles para navegar. Desde hace varios años, en Paracas, estamos intentando hacer un centro de entrenamiento en un terreno que es del Estado, y queremos pedirlo para la federación, para hacer un centro de entrenamiento y que más peruanos tengan acceso a la vela. Es imposible hacer una campaña olímpica de vela viviendo en Perú, porque para la vela es muy importante entrenar con otros. Cuando tú navegas, tus decisiones van a depender de lo que hacen los otros. Entonces, si no tienes un grupo de nivel para entrenar, nunca vas a poder practicar la parte táctica y estratégica del deporte.