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En la incertidumbre, felizmente siempre está Paolo Guerrero
En una noche irreconocible, Perú logró el pase al repechaje con un gol de su capitán. Es que cuando la guerra es dura las batallas también aceptan empates.
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Qué de bueno habremos hecho el primer día de enero de 1984 para que José Paolo Guerrero Gonzales haya nacido en el Perú. Si a Aquiles, el guerrero de la mitología griega, le pusieron como debilidad el talón derecho, al nuestro le bendijeron la pierna enterita. Y hablamos de ella porque estamos con vida. Porque si a Paolo Guerrero le hubiese ido bien en las Matemáticas o las Ciencias, el país estaría en silencio. Porque si Paolo hubiera querido ser médico o músico, quizás también otro sería el andar. Aplausos a 'Doña Peta', su madre, que lo dejó agarrar un balón, uno más para Gerd Müller que le enseño a definir y otro a Nolberto Solano que lo convenció de que era bueno también para los tiros libres. Se lo agradecemos todos, porque hoy su pierna derecha es la estrella. El peruano más popular en Brasil no quiere tener vacaciones en julio de 2018 y marcó el empate ante Colombia en el Nacional y con eso nos ha dejado en un letargo hermoso. Hemos clasificado a un repechaje al Mundial. Tentaremos ir a Rusia en un mes, tiempo suficiente para conocer más de Nueva Zelanda —el próxima rival— el país que mueve su economía al compás de sus vacas lecheras y donde el rugby es el deporte nacional.
El partido que nunca debimos hacer
Lo de ayer fue pésimo. Quizás uno de los encuentros más bajos de Perú en toda la Eliminatoria. Y es que ya nos habíamos acostumbrado a verlos jugar bien. André Carrillo quizás fue la ilustración perfecta: impreciso, individualista, alejado y desconcentrado. De 10 partidos, Carrillo tiene uno malo y fue el que le tocó la noche del martes. El desempeño del resto pasó el 5 de puntaje, y raspando. Es que Colombia no es Bolivia, tampoco Paraguay y menos Ecuador. Colombia es el número 10 del mundo en el Ranking FIFA, con dos monstruos arriba: Radamel Falcao y James Rodríguez, y fue justo este último quien nos dejó moribundos por 20 minutos en nuestra propia casa.
El gol vino de una desconcentración. El ‘Mudo’ y su habilidad para anticipar ya habían salido del campo y Araujo era el que lo reemplazaba. Lo acompañaba Ramos, de un partido decente. 55 minutos, un feo peloteo en el área de Gallese y gol. Adiós al mundial ruso, hora de sumarle cuatro años más al calendario nefasto que llevamos todos encima. El Estadio Nacional — que demostró que más se grita por las colas virtuales— se enmudeció aún más. A miles de kilómetros Argentina ganaba porque a Messi es Messi y nadie lo puede discutir y a Chile no le iba tan mal con su derrota en Sao Paulo. Perú era la víctima, el eliminado hasta ese entonces.
Y lo malo puede ser peor. El nerviosismo se hizo evidente en cada balón perdido por Cueva y Flores. Hasta Guerrero retrocedió para ser el renegón del equipo de una década atrás. La impaciencia reinaba en los pies de Yotún. Cambio. Gareca decide que esto no puede seguir así. Reyna por Carrillo y Ruidíaz por Yotún. Todo o nada. La gloria o el delirio. Tres delanteros para intentar vencer al gigante. Cueva se le acerca a Guerrero, lo agarra de la cabeza. ‘Calmate, mi hermano’, quizás le dijo. La luz al final del túnel viene de prisa.
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Pero alguien en la banda no dejaba de correr. Aldo Corzo galopaba cada vez que iba por un balón y su regreso era con victoria. El incansable defensa de Universitario se jugaba el partido de su vida e iba vestido de locomotora. Una pelota en el aire y nada que pensar. 75 minutos y Corzo va con la cabeza a lucharla. Al frente el colombiano decide ir con los toperoles al aire. ¿Acaso hay mayor muestra de amor por tu camiseta que tentar una decapitación? A veces critican que el defensa no piensa y claro que tienen razón. Corzo no piensa, Corzo siempre va y lo hace sin arrugar. Eso le bastó para generar un tiro libre a favor de Perú.
“Tiene de profe a Nolberto Solano así que algo debe de saber”, grita un hincha desde Oriente. Paolo Guerrero no lo escucha, se coloca con disposición a patear el tiro libre y al lado tiene a Cueva. ‘Tranquilo, Paolo’, seguro le vuelve a decir. El capitán se para frente al balón -a Dios gracias que nunca escuchó que el tiro era indirecto-, concentrado, da tres largos pasos para atrás y al pito del árbitro patea. La pelota hace una curva y se hunde al lado del palo derecho. Un gol para volver a nacer, crédito de Ospina, el arquero colombiano. El pie derecho de Paolo otra vez. Como ante Argentina, Venezuela, Chile y Uruguay, ‘San Paolo’ apareció.
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Los últimos quince minutos se jugaron más en campo colombiano que en el peruano. Perú quería, pero no podía. Ni con sus tres delanteros en la cancha. La supremacía era una ilusión porque Colombia nunca más se inquietó. Pekerman tranquilo desde el banco confiaba que el Mundial estaba cerca. Minuto 85 y Yimmi Chara entra a la cancha colombiana, lo hace y no solo ordena a sus compañeros. También les cuenta que Brasil ya golea en Chile y Venezuela vence a Paraguay. Falcao lo escucha y lo replica. ‘Firmamos el empate’. Gareca, el estratega, está en una encrucijada pero sabe que es lo mejor. Una guerra tiene cien batallas y en alguna de ellas se debe optar por el empate. ¿Acaso no cargamos el peso de 35 años sin un Mundial? Las hazañas peruanas poco sirven si no conseguíamos entrar si quiera al repechaje. ¿La corrida de Vargas ante Argentina en 2008 nos llevó a Sudáfrica? Perú firmó el empate y lo hizo a lo Corzo, conociendo sus limitaciones. El triunfo sería mucho premio para un equipo que entró nervioso a jugar el partido de su vida. Gareca, repetimos, el estratega, lo sabía. Pitazo final la alegría de vivir nunca estuvo más fuerte en el césped del Nacional.
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Habrá que esperar un mes para ver si esta aventura tiene un final feliz, porque si la vida se ha hecho para sufrir, qué bonito que sea así. El país no quiere llegar a su bicentenario sin ir al Mundial y Gareca ya debe saber que el delantero Chris Wood lleva marcados 268 goles en su carrera. Contamos con un plus: el compromiso de los jugadores está intacto. Suficiente para pensar, comer y dormir todo octubre y noviembre pensando en una victoria. Dos batallas más, Perú... Dos batallas para saber si tanta lágrima fue suficiente.
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