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¿Qué ocurre en nuestro cuerpo cuando salimos a correr?
Exploramos el placer de correr, limitado durante el confinamiento. Desde la Literatura hasta la Ciencia y el testimonio de un campeón.
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Ponerse las zapatillas, estirar, calentar, salir. Correr nos demanda un gran esfuerzo físico, pero sobre todo mental. ¿Quién no ha sufrido al empezar la rutina deportiva? ¿Quién no ha buscado alguna excusa para desistir a los primeros metros? El running es una actividad que misteriosamente y, a pesar del tormento que genera, sigue cautivando.
Y qué mejor que la literatura para ilustrarnos sobre el arte de trotar. El escritor Haruki Murakami (Kioto, 1949) dedicó un libro entero a reflexionar sobre lo que motiva al ser humano para salir a correr. De qué hablo cuando hablo de correr es el título de la deliciosa obra en la cual nos deja claro que, para él, practicar este deporte es una cuestión vital. Fue en 1982 cuando decidió empezar a practicarlo, algo tarde porque ya tenía 33 años. Aun así, los beneficios empezaron apenas a los dos meses. Dejó de fumar y bajó tres kilos. Un año después ya se encontraba participando en una maratón en Atenas. Por estos días continúa en la empresa de mantenerse en forma y corre 10 kilómetros cada mañana.
“Y es que escribir honestamente sobre el hecho de correr es también (en cierta medida) escribir honestamente sobre mí”, dice Murakami, quien no escatima en dejar públicos sus sentimientos, momentos, experiencias y sufrimientos. Desde el prólogo nos da un ejemplo de lo difícil que puede resultar mantenerse en el camino de la actividad física. “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”, señala al recordar la frase que solía utilizar un corredor de maratón. Y lo explica: la dureza de esta actividad es algo que no se puede controlar. En cambio, lo de poder o no poder queda a voluntad del corredor. Así se resume la diferencia entre seguir o desistir.
CARRERA CONTRA EL MIEDO
Para Rosbil Guillén, empezar a correr fue aun más duro. No solo tuvo que enfrentar el desgano, sino también luchar contra el miedo. Al ser una persona con discapacidad visual, necesitaba ayuda para comenzar a practicar. Fueron sus amigos de la asociación Yo Soy Sus Ojos los que lo invitaron a dar unas vueltas. Corrían los primeros meses de 2016, cuando aceptó el reto de salir a trotar en las calles limeñas, sin imaginar que tres años después lograría una medalla en los Juegos Panamericanos en Lima. “Correr me ayudó física y mentalmente. En 2017 fui a correr la maratón de Nueva York y fue allí que decido convertirme en profesional”, recuerda.
¿Qué se siente al correr? “Es como si día a día le diera un alimento al cuerpo. Después de entrenar, me siento relajado. Y si hablamos de cuestiones físicas, pues me ha fortalecido el sistema óseo, los músculos. Siento que tengo mayor resistencia”, comenta Rosbil, quien por estos días se encuentra en el Centro de Alto Rendimiento en Huancayo, preparándose para participar en las Paralimpiadas de Tokio en 2021.
LA FELICIDAD
Los beneficios de salir a correr son varios: tener un control de nuestro peso, regenerar la masa muscular, luchar contra la celulitis, mejorar el sistema cardiovascular, fortalecer nuestros huesos y la lista puede continuar. Pero estas ventajas no solo se quedan en el aspecto físico. Los deportistas aseguran que ejercitarnos cambia el estado de ánimo. “Básicamente esto se debe a que la realización de ejercicio incita a la segregación de endorfinas, mejor conocidas como las hormonas de la felicidad”, sostiene Verónica Oblitas, médica del deporte. Para la especialista, esto es una suerte de recompensa neurológica por el esfuerzo físico realizado por un tiempo prolongado y constante. “Al correr disminuye la angustia, la ansiedad. Además, mejora notablemente la autoestima por el mismo hecho de estar realizando ejercicio físico”, agrega.
El actor británico Eddie Izzard logró una hazaña en 2016: correr 27 maratones en 27 días. Lo increíble de todo fue que nunca antes había corrido ni practicado un deporte parecido. ¿Cómo lo hizo? Su fisioterapeuta, Tim Cruse-Drew, explicó que lo logró gracias a las endorfinas que liberó su cerebro durante todo ese tiempo. Terminar una maratón le daba la suficiente energía para enfrentar otra al día siguiente. Una suerte de estar drogado sin haber consumido ninguna droga.
Una persona difícilmente abandona una actividad física cuando la ha realizado de forma constante por, al menos, seis meses. Ese sería el tiempo estimado que le tomaría adquirir el hábito de correr y, por lo tanto, el tiempo más difícil. Es por eso que durante los primeros días, indica la doctora Oblitas, es imprescindible respetar el principio de progresión. “A veces sobrepasamos nuestra capacidad y generamos abundante dolor en nuestros músculos, además de malestares. Ello nos genera una experiencia negativa que nos lleva a abandonar la actividad. Lo que se recomienda es correr de manera progresiva. Pronto comenzaremos a notar cambios adaptativos”, explica y afirma que, para una persona común, lo recomendable es correr tres o cuatro días a la semana en un tiempo promedio de 30 a 45 minutos.
El pasado 3 de junio el Gobierno dispuso el permiso para realizar ejercicios. Aquel día cientos de corredores que portaban mascarillas salieron a las calles. El protocolo es estricto: distanciamiento y uso obligatorio de las mascarillas; la nueva normalidad así lo exige.
El confinamiento nos ha hecho reflexionar sobre la importancia de las actividades físicas. Ya lo sabíamos, solo nos faltaba recordarlo. En todo caso, volvamos a un artículo del escritor Mario Vargas Llosa publicado en 1979. “Tarde o temprano la gente tendrá que convencerse de que, como leer un gran libro, correr –o nadar, patear una pelota, jugar al tenis o saltar en paracaídas– es, también, una fuente de conocimiento, un combustible para las ideas y un cómplice de la imaginación”. Que no se nos haga muy tarde.
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