La máquina celeste era un equipo que ganaba, goleaba, gustaba, campeonaba, bicampeonaba, tricampeonaba y llegaba hasta la final de la Copa Libertadores de América. El Sporting Cristal, hoy, es un club que anima y golea a los de abajo, pero hace poco o nada con los de arriba.
Aunque duela aceptarlo públicamente y con el respeto que el hincha cervecero se merece, este club se convirtió en un lobby al que le importa tan poco ganar un título que es capaz de desperdiciar a asistidores de lujo como Santiago González o goleadores de talla mundial como Martín Cauteruccio.
Perdonen, pero no me entra en la cabeza cómo un equipo con —por lo menos— esos dos jugadores en sus mejores condiciones no ganó el Apertura y, a falta de cuatro fechas, se despidió del Clausura. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que Universitario, el rival de este año, tenga casi la misma cantidad de goles con Valera y Flores, y encima esté infinitamente mejor ubicado?
¿Cómo es posible que con un equipo con tantos buenos futbolistas solo se golee a los clubes del interior y a los que buscan salvar la categoría, a esos que —con mucho esfuerzo— tienen tres veces menos presupuesto y apenas uno o dos jugadores top? La única explicación es que ya no hay pasión. Eso se perdió con la nueva “administración”.
Ahora, la máquina solo prende a veces y lo del “año par” tendrá que esperar hasta el próximo bisiesto. Es lamentable, pero cierto. El “manual del estilo” sigue en alguna oficina de La Florida, pero la pasión se quedó con los Bentín. Ojalá que este 2024, a falta de títulos, Sporting Cristal pueda terminar su temporada con una gran victoria y dando la cara.
Quitando los encuentros contra Comerciantes y Comercio, ante la crema, en el Estadio Nacional y rodeado de 40,000 almas, Sporting Cristal tendrá una gran oportunidad. ¿Podrá?
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