Por María José Escribano y Pablo Urbiola, del equipo de Regulación digital de BBVA
Los avances tecnológicos que están detrás de las criptomonedas pueden aplicarse también a activos más tradicionales, como los instrumentos financieros o el propio dinero fiduciario. La tokenización permite ‘digitalizar’ esos activos y representarlos en forma de tokens, dotándolos de una serie de propiedades con un gran potencial para mejorar el sistema financiero.
Los tokens contienen no solo información sobre el propio activo que representan sino también reglas sobre su funcionamiento, permitiendo simplificar la forma en que se ejecutan las transacciones. En los mercados de valores, la tokenización permite que en una misma plataforma se puedan emitir bonos, intercambiarlos en el mercado secundario y automatizar el pago de cupones y la devolución del principal por parte del emisor. Igualmente, los pagos de un comprador a un vendedor internacional se pueden desembolsar de forma automática a medida que el vendedor cumple ciertos hitos (por ejemplo, el envío de la mercancía desde un puerto).
Para aprovechar al máximo las ventajas de la tokenización, un aspecto clave es que distintos tipos de tokens se puedan integrar en las mismas plataformas, incluidos no solo tokens que representan activos financieros (como un bono o un préstamo), sino también dinero tokenizado. Esto permite que el intercambio de un activo (la compra-venta de un bono, por ejemplo) y el pago asociado a esa operación se puedan producir de forma automática y simultánea.
La tokenización del dinero abarca tanto el dinero emitido por los bancos comerciales, como el dinero emitido por los bancos centrales. Surgen así los conceptos de depósitos bancarios tokenizados y de monedas digitales mayoristas de bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés).
En este contexto tecnológico, el Banco de Pagos Internacionales (BIS) ha introducido el concepto de ‘unified o shared ledgers’ (registros unificados o compartidos) para denominar a las plataformas comunes donde coexisten los distintos tipos de tokens y se almacena toda la información necesaria para que las transacciones financieras se ejecuten de forma simultánea en un único lugar.
La tokenización junto con estas plataformas comunes, representan los ingredientes necesarios para concebir la infraestructura financiera del futuro. Aunque la mayoría tienen un alcance limitado en términos geográficos o de colaboración público-privada, recientemente se ha puesto en marcha el ‘Proyecto Agorá’, promovido por el BIS conjuntamente con el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), y que cuenta con la participación de los bancos centrales de siete zonas monetarias entre las que se incluye México y más de 40 instituciones financieras del sector privado. Este proyecto pretende construir un prototipo técnico para los pagos mayoristas transfronterizos basado en una plataforma programable en la que se integren el dinero tokenizado emitido por los bancos comerciales y por los bancos centrales.
Además de las iniciativas globales, también se están llevando a cabo proyectos de carácter local, como es el caso del desarrollado por el Banco Central de Brasil con el Drex brasileño, la moneda digital de Brasil, una iniciativa que tiene el objetivo de promover la eficiencia de los mercados financieros a través de un ecosistema, la plataforma Drex, donde los intermediarios pueden convertir sus balances de depósitos y dinero electrónico en Drex y así emplearlo en operaciones de compraventa de activos o pagos.
La tokenización y las nuevas infraestructuras financieras enfrentan diferentes desafíos que deben abordarse para poder avanzar en su desarrollo. Por un lado, se necesita una mayor claridad regulatoria sobre el tratamiento de los depósitos bancarios tokenizados y sobre su naturaleza jurídica, que debería ser equivalente a la de los depósitos tradicionales, y, por otro lado, es necesario seguir adaptando la normativa actual sobre los instrumentos financieros tokenizados y las infraestructuras de mercados financieros para aportar mayor certidumbre al mercado.
Además, los bancos centrales deben apostar decididamente por los proyectos de CBDC mayoristas, que, como el euro digital, presentan beneficios claros al aprovechar la tokenización y la tecnología DLT y, preservan el funcionamiento actual del sistema financiero y la intermediación bancaria, evitando riesgos para la estabilidad financiera. También debe abordarse el reparto de roles y funciones entre el sector público y el sector privado en las nuevas infraestructuras, así como la tecnología y el nivel de descentralización. Por último, a medida que sigan proliferando proyectos y avancen la tecnología y los casos de uso, será imprescindible la convergencia hacia infraestructuras y estándares comunes para evitar la fragmentación y alcanzar la escala que necesita cualquier mercado financiero.