Por Enrique Castellanos, profesor de Economía de la Universidad del Pacífico
Los primeros 100 días de Trump han sido casi un cataclismo económico mundial. Al principio su determinación y dinamismo, parecía un aire refrescante en medio de tanta desidia política a nivel mundial: su lucha contra la inmigración ilegal, el recorte de gastos y hasta el corregir políticas gubernamentales extremas fueron aplaudidas por tirios y troyanos. Sin embargo, los gobiernos no son corporaciones y un presidente no es un CEO o gerente general. Las dinámicas y complejidades de gobernar la mayor economía del mundo han demostrado ser un reto demasiado grande para este singular empresario inmobiliario.
Por varias semanas he visto FOX News (el canal pro Trump) para tratar de entender la racionalidad en las medidas económicas de este gobierno. Lo que me he encontrado es - casi siempre - hurras, letanías y mantras de apoyo incondicional a Trump. El presidente está jugando ajedrez en 3D, no trates de entenderlo, solo síguelo.
Sin embargo, lo más elaborado que he escuchado es la tesis de la gran estrategia para reindustrializar USA, donde los aranceles o tarifas son solo una pata de la mesa. Estas medidas serán acompañadas de recortes de gastos, reducción de impuestos y refinanciamiento de la “supuestamente impagable” deuda pública norteamericana. Todo lo anterior dará un golpe de timón en su economía; la cual ahora se reorientaría a industrias estratégicas y de seguridad nacional, esto a su vez permitirá una recuperación del empleo obrero, la reducción de la balanza comercial y fiscal, en suma, un crecimiento económico acelerado. O, en palabras simples de Trump, al paciente había que operarlo y al principio le va a doler. Sin embargo, todo indica que el paciente quedaría mucho peor.
Lo más triste es que este paciente no estaba enfermo: su PBI crecía al 3%, su desempleo de 4% era históricamente muy bajo, la inflación había regresado a los niveles aceptables del 3% y la famosa deuda pública norteamericana ha sido y es totalmente manejable (después de todo EE.UU. imprime todos los dólares que necesita). ¿Cuál era la necesidad de cambios urgentes y radicales? Un enigma que está probablemente más en el campo de la sicología que la economía.
El problema de esta estrategia de reindustrialización es que llega —por lo menos— unos treinta años tarde. China y Asia en general ya hace muchos años que son las fábricas del mundo. EE.UU. perdió esta batalla hace tiempo con dolorosas consecuencias para sus ex ciudades manufactureras y población obrera. No obstante, en estas décadas la economía norteamericana se reacomodó y siguió siendo el país líder del mundo. Para que EE.UU. “retroceda el tiempo” necesitaría desarrollar cadenas de valor, rediseñar la logística, reentrenar mano de obra, cambiar tratados internacionales, etc. O sea, como si al gobierno peruano hoy se le ocurriese recuperar Arica y Tarapacá. ¿Ya un poco tarde, no?
Adicionalmente, EE.UU. subestima a China. Una nación con cuatro mil años de una historia de trabajo, resiliencia y disciplina. La dictadura de Xi Jinping tiene todo el manejo político para pedir prolongados sacrificios al pueblo chino. En cambio, según los polítólogos, a Trump se le acabaría la pista el próximo año. Si los norteamericanos no ven mejoras rápidas, el próximo año el congreso posiblemente pasaría a manos demócratas.
Pero Trump va para adelante y, al parecer, no hay un adulto responsable dentro de su equipo que lo confronte. Peor aún, la mitad del pueblo norteamericano cree ciegamente lo que dice: EE.UU. ha sido abusado por el mundo, que ha renegociado los aranceles con 70 países en una semana, que la reindustrialización de EE.UU. ya comenzó, en fin, que han sido salvados del abismo. En palabras de sus correligionarios “América is now kicking ass” (EE.UU. le está pateando el trasero al mundo).
Por eso el titular, con el aplomo de quien no conoce la duda, una frase atribuida a Borges. Porque quisiera sembrar la duda en algún trumplover de que, quizás, su líder no sea tan astuto y sabio, quizás, Trump no siempre diga la verdad, quizás, EEUU no necesita un “dia de la Liberación”, quizás, es mejor concentrarse en tecnologías de punta e Inteligencia artificial que en manufactura y automóviles, y quizás —Dios nos proteja— Trump no sepa que hacer en 90 días con los aranceles. Pero como la realidad siempre supera a la ficción esta historia continuará.