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Jorge Toyama: “Debemos cambiar ese chip cultural que nos lleva a la informalidad”
El socio del Estudio Vinatea & Toyama considera que los cambios en el mercado laboral deben venir como parte de la reforma integral que debe emprender el Gobierno.
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Con un mercado laboral golpeado por la pandemia y con una segunda ola que ha motivado una nueva cuarentena, el laboralista Jorge Toyama analiza los desafíos que enfrentan trabajadores, empresas y autoridades en medio de una coyuntura poco favorable para impulsar la generación de nuevos puestos de empleo.
Considerando que la informalidad laboral creció ocho puntos porcentuales y que en el Congreso se puede generar un mayor riesgo regulatorio, ¿hacia dónde debe apuntar la reforma integral del marco laboral?
Hay tres ejes importantes que debería evaluar el presente Gobierno, sentando las bases para que pueda implementarse en el siguiente mandato. El primero, es la reconversión laboral para que las personas de sectores o actividades afectadas por la pandemia puedan recalificarse, reconvertirse y optar por una nueva actividad técnica profesional donde puedan desarrollarse. Eso es urgente. En segundo lugar, buscar mecanismos para formalizar el país porque las personas trabajan, pero lo hacen en condiciones muy precarias. Y lo tercero, es la reforma integral del sistema laboral peruano, donde hoy toda la regulación está prácticamente concentrada en las grandes empresas formales y se descuida todo el mundo informal de la microempresa.
¿Qué hacer en ese sentido?
En esta reforma necesitamos que la regulación incluya a la microempresa, que el Estado tenga una política de promoción del crecimiento de estas empresas a través de asistencia técnica y otros mecanismos y que exija que pongan en planilla a sus trabajadores con intervenciones de manera focalizada.
¿De qué manera?
Por ejemplo, hoy en la emergencia, hay empresas que producen oxígeno y solo trabajan en un turno y cierran de noche. El Estado podría hacer que esas máquinas trabajen de noche con un turno más y podría inyectarles apoyo económico, subsidiando parte de la planilla. Así, creamos más empleo formal, apoyamos a las empresas y, además, se tendría un efecto sanitario muy importante.
¿Cómo enfrentar el reto de la informalidad?
El reto está en ver de qué manera cambiamos ese chip cultural que nos lleva a la informalidad y me refiero a trabajar toda una reforma cultural desde el colegio, con enseñanzas masivas. Tal vez, la pandemia pueda ser una oportunidad. Si el Estado ayuda a las empresas, por ejemplo, con Reactiva, debe exigirles que tengan a su gente en planilla o que no tengan multas en Sunafil. Necesitamos formalizar agresivamente con mecanismos de promoción, de persuasión y también de sanción.
En cuanto a la reconversión laboral, ¿por qué será uno de los grandes desafíos para el periodo poscovid?
Reconversión laboral significa prepararse para trabajar en algo distinto a lo que hacías porque las tendencias en el mercado cambiaron. La palabra de moda ha sido “tengo que reinventarme” y ahí el Estado tiene un rol y puede actuar con diversas herramientas. Hay países en donde el Estado ha invertido ingentes recursos en reconversión laboral hacia actividades que hoy en día tienen una mayor demanda como, por ejemplo, las empresas orientadas a la tecnología.
En el caso de los sueldos, que se redujeron en 10% en el 2020, ¿qué esperar este año?, ¿continuará la carrera descendente?
En efecto, es posible. Estamos entrando a medidas más restrictivas que implicarán una paralización o reducción de las actividades económicas por el confinamiento selectivo de 15 días, pero que aún no sabemos si será mayor. Claramente, si esto se extiende, habrá un impacto en el empleo y en los ingresos. Antes de diciembre, la mayoría pensaba que la pandemia ya había pasado y que las proyecciones para este año eran optimistas. Solo nos queda esperar que las medidas surtan efectos y que esta segunda ola no sea tan prolongada.
¿En qué medida la intensificación de las brechas o desigualdades tras la pandemia se convierten en otro desafío para el mercado laboral?
El COVID-19 ha adelantado por varios años la implementación de la tecnología en la organización del trabajo o la ha hecho más intensiva en aquellos sectores en donde ya se venía aplicando. Ello supone, en algunos casos, una intensificación de las brechas y desigualdades. Se dice que la pandemia afecta más a los obreros, al personal de mando medio y a los trabajadores no calificados que tienen que hacer trabajo presencial frente a los jefes que hacen trabajo remoto. Otra desigualdad se da entre los trabajadores que hacen remoto, no todos tienen las mismas facilidades, algunos viven en zonas de baja conectividad o casas no equipadas para el remoto, mientras que otros viven en zonas con mayor conectividad o en viviendas mejor equipadas.
También se ha intensificado la brecha de género.
Claro, es otra desigualdad porque por la tradición del machismo en el país, las mujeres con hijos tienen que sumar a su labor el trabajo de la casa. ¿Cómo revertirla? Fortaleciendo lo que ya viene prevaleciendo que es el trabajo hibrido o mixto porque, lamentablemente, ya no volveremos a la normalidad anterior.
¿Hasta qué punto “lo laboral” puede seguir afectando los planes empresariales?
Según el Foro Económico Mundial, somos el octavo país con mayor rigidez laboral en despidos y contrataciones en el mundo. A mayor rigidez, más trabas para la inversión. Cuando una empresa global o multilatina evalúa dónde ubicar su sede regional, usualmente toma tres variables: tributaria, laboral y política. Hoy no somos competitivos y a menor inversión, menor empleo sostenible, formal y seguro.
¿Qué tan lejos o cerca estamos de que este tipo de temas se conviertan en trabas para las fusiones y adquisiciones?
“Lo laboral” es un punto cada vez más relevante en las operaciones financieras y societarias. El valor de una empresa toma en cuenta “lo laboral” que se traduce en número de juicios laborales, cantidad de inspecciones, nivel de conflictividad, entre otros. “Lo laboral” tiene incidencia a tal nivel que no solo puede impactar en el valor de una operación sino también hasta anularla.
¿En qué medida las denuncias y juicios se convertirán en una tendencia poscovid en el país?
Claramente, habrá un incremento de la conflictividad (laboral) pues hay reclamos embalsados que no se pudieron procesar en medio de la pandemia y también reclamos nuevos derivados de la pandemia, ya sea por incumplimiento de las normas de seguridad y salud en el trabajo, por contagios dentro de la empresa, por compensaciones, rebaja de sueldos, suspensión perfecta, entre otros.
¿Se incrementarán la sindicalización y los arbitrajes?
En cuanto a la sindicalización, se observa que habrá un incremento pues en una época donde el trabajador se siente desprotegido y con temor a que le puedan rebajar su sueldo o lo desvinculen, entonces tiende a buscar protección y el sindicato es una opción en la que podría ampararse. Y, los arbitrajes han aparecido como una válvula de escape en algunos casos de controversia en las negociaciones colectivas. Arbitrajes llevados por las empresas dado que no podían asumir una huelga que podría impactar más en su economía complicada, o también los arbitrajes llevados por los propios sindicatos, dado que las empresas no ofrecían una opción y una huelga en pandemia tiene limitaciones.
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