Por Luis Carranza, exministro de Economía.
La gran incertidumbre política, agudizada por los conflictos, los casos de corrupción y el debilitamiento de las instituciones públicas nos llevan a ser pesimistas sobre el futuro.
Siendo eso cierto, y fuente de preocupación, cuando reflexionamos sobre las fortalezas y oportunidades que tenemos en el Perú encontramos buenas razones para pensar que podemos tener un futuro promisorio.
MIRA SUPLEMENTO EL PERÚ SÍ TIENE FUTURO
Gran fortaleza macroeconómica
A pesar de tener las crisis políticas recientes y de las políticas populistas y erráticas de los últimos tiempos, el Perú todavía es el país más sólido de la región en términos macroeconómicos. Venimos cometiendo errores: grandes obras innecesarias (como la refinería de Talara), destrucción del ahorro previsional, despilfarro del fondo de estabilización durante la pandemia, entre otras medidas inadecuadas; pero a pesar de eso tenemos uno de los ratios de deuda pública más bajos de la región, el más alto nivel de reservas respecto a producto y un sólido y capitalizado sistema financiero.
Esto quiere decir que se puede utilizar la palanca fiscal y financiera sin ningún problema para sostener un fuerte proceso de crecimiento de la inversión privada y pública.
Economía muy competitiva
A pesar de todos los problemas regulatorios y rigideces innecesarias que hemos ido creando, nuestra economía sigue siendo una de la más competitivas de la región. Esto gracias a los tratados de libre comercio, las reducciones arancelarias y la cultura de competencia creada en el país. El ejemplo más claro y directo es lo que pasa con la inflación. Cuando hay inflación de oferta, como el aumento de precios de energía y de materias primas agrícolas que tuvimos recientemente, en las economías poco competitivas, las empresas trasladan directamente los mayores costos y la inflación tiende a durar más tiempo. Por el contrario, en economías competitivas, las empresas no pueden hacer los traslados totalmente y tienden a buscar eficiencias que les ayuden a compensar parcialmente los mayores costos. Por lo tanto, en economías poco competitivas, los bancos centrales que quieren estabilizar precios deberán subir mucho sus tasas de política monetaria para evitar que la inflación se generalice.
En el pico del proceso inflacionario, la tasa del BCRP llegó a 7.75% mientras que las tasas de los bancos centrales de Chile, Colombia, Brasil y México se tuvieron que subir a dos dígitos para controlar el proceso inflacionario.
Es el mejor reflejo de la competitividad de la economía peruana frente a las economías más relevantes de la región.
Gran riqueza natural
Gracias a las condiciones naturales y nuestra geografía tenemos proyectos mineros por valor de 54 mil millones de dólares y proyectos agrícolas por más de 15 mil millones de dólares. Sacar esos proyectos adelante garantiza tasas de crecimiento entre 6 y 7% como promedio anual durante los próximos 15 años. Tomando en cuenta la generación de empleo, la mejora de la infraestructura y el desarrollo de industrias de proveedores (lo que Marshall llamaba las economías externas) nos llevaría a liderar el crecimiento en la región.
Posición geográfica privilegiada
El comercio de Asia en general, y China en particular, viene creciendo consistentemente con Sudamérica, siendo ya el primer socio comercial. Del total de las exportaciones, China recibe 24% e importamos el 21%, muy por encima de la relación comercial con Estados Unidos.
Como China e India seguirán creciendo, llegando a ser la primera y segunda economías del mundo en 2050, la relación comercial con Asia seguirá creciendo. Los flujos de transporte deberán optimizarse y allí Perú debe jugar un rol fundamental. Así como Lee Kuan Yew tuvo la visión de convertir a Singapur en el hub logístico en el sudeste asiático en los 60, esa misma visión deberíamos consolidar para Perú, convertirnos en el hub logístico del comercio entre Asia y Sudamérica.
Si tenemos todos los ingredientes para un buen futuro, ¿que nos falta? La receta. Solo nos falta tener claridad de ese futuro promisorio, entender cómo funciona la economía y alejarnos de las utopías. Esperemos que a partir de nuestros 200 años de vida republicana empecemos a consolidar esa visión de prosperidad que tenían nuestros grandes próceres.
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