Con casi medio siglo de experiencia, ha visto cómo el Perú se volvió una plaza atractiva de conciertos.
¿Cómo lidia con el ego del músico?
Generalmente, los artistas más grandes son los más simples; me he dado cuenta con el tiempo. Son 45 años que hago shows. Dios quiera que pueda llegar a mis bodas de oro. Mi primer espectáculo fue Roberto Carlos en la Plaza de Toros de Acho. Estuvo en el hotel Crillón. Era una época gloriosa: 1987. Antes, estuve muy dedicado al jazz, porque hice el Satchmo en Miraflores en el año 84, y antes de eso fui representante de Armando Manzanero durante 10 años.
Aprendió con Manzanero.
Él fue quien me enseñó sobre este negocio. “Con él aprendí”, lo dice la canción, pero es en serio. Yo administraba el Satchmo. Había llegado al Perú para hacer el Lion’s Pub, que era un lugar de rock. Miki González… Todos empezaron ahí. Y, cuando Manzanero me conoce, me dice: “Señor Ferrand, ¿no quiere ser mi apoderado? Acá le dicen mánager, pero yo quiero una persona con la cual viajar, que me represente y me haga los contratos”. Y ahí empecé a viajar con él durante 10 años. Toda una vida. Es padrino de mi hijo menor, Jorge. Sentí mucho su partida por el COVID-19. Una pena. Tremendo compositor.
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¿El COVID-19 cambió todo?
Sí. Al año siguiente del COVID-19 fue glorioso porque, como la gente estuvo encerrada, iba a ver cualquier espectáculo. Todo el mundo se endeudó con la tarjeta de crédito, y luego las cosas ya se nivelaron.
¿Qué grandes conciertos quedan pendientes?
Elton John, hasta el día de hoy, estoy diciéndole todos los meses a ver si viene para que le hagamos la despedida. Porque Elton John se retiró de los escenarios en Europa, pero había quedado en que iba a hacer una gira en Latinoamérica. Y hasta ahora no dice 100% que no. Pero, bueno, para mí fue un honor presentarlo en el Estadio Nacional. La verdad que es un artista impresionante. Y te vuelvo a decir: esa gente tan importante, la más simple. Esos son los músicos que menos complicaciones y problemas te dan. No me preguntes cuáles son los que te dan problemas porque no te lo voy a decir; si no, pregúntenle al chico ese que le dicen Mickey. Es un genio, sabes. Luis Miguel es un genio, pero no es fácil. Yo tuve la gran suerte de que mi amigo Manzanero me lo presentó. Y a raíz de eso lo traje durante casi 15 años. Pero es muy difícil.
También trajo a Shakira.
La traje, sí, cuando era más simple. La conocimos con Manzanero en Colombia, viajamos juntos. A veces las circunstancias de la vida te llevan a ser un poco más sofisticado y menos simple. A otros se les sube a la cabeza el dinero.
¿Cómo es madurar junto a los artistas que admira?
Mucha emoción. Hoy está vigente el reguetón: llena estadios. Me animaron muchas veces, pero no. Mira, cuando traía jazz, vino la época de la trova. Luego, los artistas de Televisa. Pero la punta de lanza que abrió este mercado fue Roxette. De ahí, llegaron Santana, Phil Collins. Y hoy en día el Perú es un mercado musical muy importante; si bien es secundario todavía, porque el primario es Argentina, Brasil, México y Chile. Pero estamos ahí, muy cerquita. Hay gente de otros países que viene a ver conciertos, de Ecuador y a veces de Colombia.
Trae a Lenny Kravitz...
Lenny Kravitz estará este 8 de diciembre en el Arena 1. Acaba de ganar el MTV por el mejor video de rock. Está en su mejor esplendor, acaba de sacar el disco Blue Electric Light (2024). Fue difícil conseguirlo, había mucha gente que lo quería. Cuando vino en 2019, yo no lo traje, no tenía una relación con él. Viene a presentar su nuevo disco y, además, tiene sus clásicos. Es una estrella del rock distinta porque es fashion, es figura de marcas de perfumes, y musicalmente es extraordinario. Viene con siete músicos en el escenario. Son 60 personas en total. Las entradas están en Ticketmaster.
Y luego viene Sabina.
El año que viene, el 17 de marzo en el Costa21. Es su despedida: el Hola y Adiós. Después de 35 años de traer a mi amigo Joaquín Sabina, me toca despedirlo. Hoy se cuida muchísimo, tiene una vida más disciplinada. En el último concierto no salió de su hotel. Antes se iba a La Noche a tocar. Bueno, su esposa es peruana. Es muy amigo de Gastón Acurio, de Bryce Echenique y de todo el ambiente literario de este país. Un hombre muy culto, me encanta. Imagino que lo seguiremos viendo en Perú, pero en calidad de huésped.
¿Trae siempre a artistas que le gustan?
Siempre traigo a los artistas que me gustan. Hoy en día me puedo dar el gusto de escoger. Yo soy fan de Sting, por ejemplo. A él y a Paul McCartney los traje en 2011. Estuve muy cerca de traer de nuevo a McCartney. Fue imborrable. Llegó un día domingo de 2011, fue al Monumental a las 8 p.m. e hizo una prueba de sonido de dos horas y media. Al día siguiente fue al soundcheck al mediodía. Como es vegetariano, le montamos una cocina detrás del escenario con un comedor y un restaurante para 110 personas. Y luego, a la noche, en el concierto hizo tres horas. Me encantó que me diera la mano y me dijera: “Good job, Jorge”. Esa fue mi interacción con él. Paul es una leyenda. Yo imitaba a los Beatles en el colegio cuando tenía 12 años. Sting me llamó la atención por lo simple. Fuimos a comer a La Mar, se tomó un par de pisco sours, que le encantaron. Le regalé una cadenita, se la puso y sacó la foto que le había regalado el día del concierto. Después, fui a su bodega de vinos en la Toscana. Un tipo increíble. Dije que el día que presentara a Sting me retiraba. Pero no me retiré.
TENGA EN CUENTA
“Cuando llegué a Perú el 79 habían tres grandes empresarios del espectáculo: Jorge Fernández, Domingo Castro y Pepe la Rosa. Con Jorge nos asociamos hace 20 años hasta la semana pasada que falleció con 99 años. Su hijo, Jorge Fernández Vegas, sigue su legado”.
“El negocio discrográfico no existe más. Spotify no paga nada. ¿Dónde hacen el dinero? Tocando. Salen todos a tocar. Me tentaron con conciertos virtuales durante el COVID-19, pero nunca lo vi como una posibilidad de buen negocio. No es lo mismo. No hay como el vivo”.
“Los costos de producción son elevados por los impuestos que se pagan. Lo de la mafia de entradas es tremendo. Y a veces vas al concierto y se ven unos huecos en la tribuna. Tiene que ver con el tema de lavado de dinero que hay en este negocio. Hay muchos capitales dudosos, por no decir lavandería”.
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