Lo peor es el miedo; esa sensación de que algo malo puede pasar. Dicen que conocen tu ruta, los movimientos de cada miembro de tu familia, el dinero que manejas, la dirección de tu casa. Lo peor es el miedo. Pero lanzaron una granada en la discoteca donde cantaba y el miedo lo hizo parar. Sergio Romero, ‘Chechito’, vivió como miles de ciudadanos el desborde de la violencia en el país. Fue el blanco de una banda de delincuentes. Las amenazas llegaron desde el celular de su única hermana, que acaba de cumplir 15 años.
El año pasado fue durísimo. Se quebró. No podía dormir. Se encerró con su familia y decidió dejar la música justo cuando comenzaba a disfrutar del éxito. Con esa extraña capacidad que los peruanos tenemos para levantarnos de los peores escenarios, el joven, que de niño quería ser policía, optó por invertir en su seguridad: se rodeó de guardaespaldas armados y blindó el carro que recién había comprado. Perdió privacidad. Ese sería el precio para continuar una carrera ascendente que lo ha llevado a Estados Unidos y Europa, y que cerrará 2024 con presentaciones en Chile, Argentina y otra vez EE.UU.
Cuando llego a la entrevista, en Mi Barrunto de La Victoria, lo primero que distingo es un bus con el rostro de ‘Chechito’. Es escoltado por fornidos hombres que llevan armas en el cintillo. Miran de un lado a otro, aunque están coreando las canciones de su jefe. En el popular restaurante, Sergio grabará una serie de videos. Allí está el chico que nació y creció en la bravísima zona de Huáscar en San Juan de Lurigancho. Gorrita, lentes de sol, tres cadenas de oro, zapatillas vistosas, jeans.
Gritan su nombre, le piden selfis. Las letras de sus temas, que apenas conocí un día antes de este encuentro, se entonan como himnos.
En una de las semanas más duras en esta Lima tomada por el hampa, ‘Chechito’ se pronunció a favor del paro nacional contra el crimen. Pidió un Perú sin violencia. Fue de los pocos artistas que alzaron la voz.
¿Por qué rompiste el silencio?
Porque yo también fui una víctima y sentí que debía expresar mi solidaridad a los peruanos que hoy están con miedo. Decidí parar mi carrera para proteger a mis padres y a mi hermanita. A ella le mandaron las amenazas. No podía permitir que algo malo les pasara. Cuando regreso a la música, lo hago con doble resguardo. Tuve mucho miedo. Llegaba a mi casa y me encerraba, miraba por la ventana, pensaba que algo iba a ocurrir. Muchos artistas prefieren no tocar el tema, pero creo que hay que denunciar. La situación del país ha empeorado. Hablar es ponerse en el lugar de las personas que hoy están sufriendo asaltos, robos, extorsiones. Decidí denunciar las amenazas y extorsiones para vencer el miedo. Las amenazas finalmente cesaron. Desaparecieron cuando vieron que no podían llegar a mí.
¿Qué decían los mensajes?
Que, si quería entrar a tal sitio, tenía que pagar tanto; decían que sabían dónde vivía. Me mudé, invertí en mi seguridad y en la de mis muchachos de la orquesta. Mi carro tiene lunas polarizadas, es blindado. Canto y al toque mi seguridad me saca y me transporta.
Naciste y creciste en uno de los distritos más peligrosos, San Juan de Lurigancho.
Soy de la zona de Huáscar, una de las más complicadas del distrito. Cuando era adolescente, andaba con mi papá, con mi tío, mis primos. No era de salir. El barrio era y es complicado. De noche nadie caminaba, plan de 10 y 11 se guardaban.
Con la prosperidad económica llega también la hora de marcharse del barrio, de buscar un lugar más ‘seguro’.
Me mudé (por seguridad no diremos a qué distrito) y continué mi camino.
¿Ya no regresas a San Juan?
Siempre regreso. Es mi barrio, están mis amigos. Me gusta jugar fútbol, así que alquilo una cancha privada y voy con seguridad.
“Nada de lo que he logrado en mi vida hasta ahora ha sido regalado, nada me ha caído del cielo. Dios te da el empujón y uno decide si sigue, se levanta o si cae. Trabajo bastante, duermo poco, me salen ojeras bien marcadas, y la verdad es que no me gustan”.
Tu sueño era ser policía.
Ese era mi sueño. Lo de cantar salió de la nada. Ahora soy feliz con mi orquesta, me encanta la música. No tenía dinero para la academia. Mi mamá vendía menú y mi papá hacía taxi. La plata no alcanzaba. Siempre trabajé. Ayudaba a mi mamá: le limpiaba el puesto, le sacaba las mesas, y me iba a estudiar a mi colegio en Zárate.
Ahora que estás haciendo dinero, ¿tus padres ya dejaron de trabajar?
Mi papá es terco y sigue taxeando. Mi mamá ya no vende comida. Yo no les niego nada. Trabajo para ellos y para mi hermana, que tuvo el mejor 15 años gracias a mi trabajo.
¿El dinero cambió tu vida?
Sí. No pensé que iba a conocer Disney a los 19 años, que iba a pisar Europa a los 18. No pensé que me iba a independizar, que me iba a comprar mi casa y mi carro.
“Soy hincha del Sporting Cristal, pero apoyo siempre al que juega mejor. En la actualidad estoy soltero. Aquí uno está rodeado de mujeres, y es difícil que te entiendan. En mi casa escucho baladas de Luis Miguel y José José…, también reggae, trap, hip hop
¿Qué fue lo primero que te compraste?
Zapatillas, soy loco zapatillas. Antes de la música tenía tres polos y unos shorts. Las zapatillas las lavaba para salir y me las ponía todas húmedas.
¿Los lentes de sol son parte del look?
La luz que hay en los escenarios me fastidia la vista y, bueno, ya es parte de mi look.
Te gusta más la chicha que otros géneros.
Me gusta la chicha, crecí con la chicha. El público chichero en el Perú es pequeño, pero he llegado al corazón de la gente. Y en las presentaciones no falta rock si la gente pide rock, y salsa y cumbia. Mis ídolos son Chacalón, Vico, Centeno y Los Shapis.