En Quillabamba, donde el aroma del café se mezcla con la historia de generaciones de caficultores, Johanna Paternina ha construido un legado que desafía las normas establecidas. Nació en una chacra, rodeada de cafetos y tradición, pero el destino la tenía destinada a algo más grande: ser la primera mujer en su familia en liderar una finca y una cafetería. Lo que antes era un mundo dominado por hombres, hoy es un espacio de empoderamiento femenino, gracias a su trabajo incansable y su visión de futuro.
Nuestro país no solo destaca por la calidad de nuestro café. Los espacios que hay en el Perú brillan por la experiencia que ofrecen a los clientes y la calidad de sus bebidas.
El café no es solo un cultivo para Johanna, es un símbolo de lucha, de resistencia y de amor por la tierra. Como catadora ha aprendido a reconocer en cada grano la historia de quienes lo cosechan. Su marca, Arisumak, no solo representa la calidad del café del VRAEM, sino también el esfuerzo de las mujeres que lo trabajan con pasión. En un sector donde el financiamiento y el reconocimiento aún son desiguales, Johanna ha demostrado que la determinación puede romper cualquier barrera.
Entre la cafetería y el campo. Foto: Esther Vargas. Paternina agrega que aún existen barreras estructurales que limitan el pleno desarrollo de las mujeres en el sector. Y es que, de acuerdo con cifras de PRODUCE, mientras que el 44.1% de los hombres empleados en la industria cafetalera se desempeñan de manera informal, la tasa de informalidad entre las mujeres alcanza el 73.1%. Esto implica que siete de cada diez mujeres en el sector trabajan sin acceso a beneficios laborales ni seguridad social.
“El empoderamiento de la mujer caficultora es clave para mejorar la productividad y sostenibilidad del café peruano. Su rol no solo impacta en la calidad del producto, sino también en el desarrollo económico y social de las comunidades”, destaca Johanna en el marco del Día Internacional de la Mujer.
En su finca, las mujeres son la fuerza impulsora. Durante la cosecha, 23 mujeres trabajan en conjunto, con precisión y cuidado, seleccionando cada cereza con la dedicación que solo el amor por la tierra puede inspirar.
“Las mujeres somos más detallistas, más sensibles”, dice con orgullo, reconociendo que la clave del éxito está en el compromiso y la disciplina. Su labor no solo ha llevado a su café a ser reconocido con el premio SUMMUM como el mejor del VRAEM, sino que también ha convertido su finca en un espacio de crecimiento y oportunidades.
"Aún hay mucho por hacer para cerrar la brecha de género y fortalecer el papel de la mujer en esta industria”, explica la fundadora de Arisumak mientras prepara un café en su espacio de Punta Hermosa.
La caficultora y emprendedora subraya que “aprovechar el liderazgo de las mujeres en la caficultura es una oportunidad para consolidar al café peruano en mercados internacionales y mejorar la competitividad del país en este rubro”.
Más allá de los premios y reconocimientos, su mayor orgullo es ver a su hijo de 15 años involucrarse en el negocio familiar y a su hija de 11 prepararse para continuar con el legado. Para Johanna, el futuro es femenino, porque las mujeres no solo cultivan café, sino también sueños, oportunidades y comunidades más fuertes. En este Día Internacional de la Mujer, reconocer su esfuerzo y fomentar su inclusión es un paso esencial para el futuro del café peruano.
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