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Lurigancho y una fuga cómplice

Perú21 conversó con exreo que vivió desde dentro del penal la fuga de John Kennedy. Denunció que agentes del INPE lo ayudaron dejándolo en escondite.

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Fuga
Casualidades. Estaba por cumplir 2 años dentro del penal de Lurigancho cuando decidió fugarse. Curiosamente, cayó en la única zona lisa y sin piedras en todo el perímetro de la cárcel. Habría muerto de no ser así.
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Tras cinco años como interno del penal de Lurigancho, Grovert se preparaba para salir en libertad a las mismas calles que lo encerraron en plena pandemia.

Eran las 5 p.m. del último lunes cuando, luego de conversar con su abogado sobre su próxima excarcelación, vio que había un hombre limpiando en la sala donde los reos llevan el taller de cerámicas.

“Medio alto, flaco y moreno. Era del pabellón 10, el ‘chamo’”, es como describe al prófugo venezolano que huyó del mismo penal en el que, hasta hace unas horas, él mismo estaba recluido.

Él se acercó a este equipo de Perú21 cuando llegamos a la fachada de Lurigancho para encontrar respuestas del INPE por la fuga de Jhon Kennedy Javier Sebastián. Solo tenía dos cosas en mano: sus documentos y su Biblia.

Grovert culminó su condena en Lurigancho este jueves luego de estar durante dos periodos como interno. La última vez fue condenado a 5 años el 3 de diciembre de 2020 por hurto agravado, tal como pudo corroborar este diario.

Él dice haber vivido en carne propia el insostenible hacinamiento, la violencia, la extorsión de algunos malos agentes penitenciarios y, para variar, esta última fuga.

Este hombre que hoy se refugia en Cristo y dice solo querer volver a Chiclayo para encontrarse con su padre denunció a este diario que Jhon Kennedy planeó su fuga en complicidad con agentes del INPE.

“Se escondió hasta las 7:30 p.m., que es la hora de la ‘raqueta’ (nombre con que efectivos del penal llaman al conteo de los presos en sus celdas) y con ayuda de los agentes se ha fugado. No les pagó; solo se ganó su confianza trabajando, ayudando en la limpieza”, cuenta.

Grovert posa frente a la cámara de Perú21 y asegura estar hoy rehabilitado. Dice que su fe es lo único bueno que rescata y lleva consigo del penal, pues nos cuenta, con recelo, los malos tratos que recibió por parte de agentes que abusaron de su poder.

“A los venezolanos los tratan mil veces mejor que a los peruanos porque ellos les ‘bajan’ a los agentes más plata de la cocaína y les ponen prostitutas. A todos nos cobran para no jodernos entre 10 y 20 soles al día, es un infierno. Yo denuncio a Víctor Santos Huapaya, jefe del penal, y a Oswaldo Ayala Sosa por corruptos. Yo he visto todo el dinero que corre todos los días aquí”, denuncia.

Ayala Sosa fue designado en el cargo de jefe de la Subdirección de Seguridad Penitenciaria de Lurigancho en junio de 2024 y se encuentra hasta el cierre de esta nota en el mismo cargo. Santos Huapaya, por su parte, fue removido del puesto debido a la fuga de Jhon Kennedy.

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firme. Tras cumplir dos sentencias en el penal de Lurigancho, Grovert hoy se refugia en Cristo y cuenta a Perú21 lo que se vivió en el penal tras la fuga del último lunes.
FIRME. Tras cumplir dos sentencias en el penal de Lurigancho, Grovert hoy se refugia en Cristo y cuenta a Perú21 lo que se vivió en el penal tras la fuga del último lunes.

 

PUESTA EN ESCENA

A las 7:30 p.m. del lunes, mientras en Lurigancho hacían el ‘precierre’, Jhon ya llevaba más de dos horas escondido en la Sala de Cerámica, fuera del radar de quienes debían vigilarlo. Cuando llegó el momento, salió a escena: caminó medio penal hacia el otro extremo, donde una pampa seca lo esperaba.

En su ruta dejó atrás tres barreras de seguridad, dos muros de contención y la llamada “tierra de nadie”, una canchita de fútbol artesanal; curiosamente, la única parte de todo el penal que no tenía piedras que, de primera, lo habrían matado una vez que cayera durante su fuga. Desde los torreones, más de un vigilante lo tuvo en la mira. Desde el suelo, también. Pero ninguno disparó a tiempo. Nadie bajó a cerrarle el paso.

Jhon trepó una pared de más de seis metros, coronada por alambre de púas. El alambre, cubierto de una tela verde, apenas parecía decorativo. Se deslizó por una columna y cayó al otro lado. Los silbatos chillaron. Los escopetazos de ‘cazapatos’ también. Todo fue en vano: el preso ya estaba en la calle.

La caída desde tres metros lo dejó tendido solo unos segundos. Luego, se levantó como si nada, lanzó un grito que muchos no olvidarán —“¡Fuerza aleluya, Cristo vive!”— y se perdió corriendo entre las calles polvorientas que rodean el penal más hacinado del país.

El Grupo de Operaciones Especiales (GOES) del INPE, la Policía y el Serenazgo de San Juan de Lurigancho desplegaron un operativo para capturarlo. Buscaron en asentamientos como Mirador de Huanta, Santa Fe y Juana de Arco. Hasta el día de hoy no han encontrado nada.

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REACCIÓN TARDÍA. Agente del INPE apunta desde el torreón a los periodistas de Perú21 que cumplían con su trabajo desde el penal. “Tengo permiso para dispararles”, gritó.
REACCIÓN TARDÍA. Agente del INPE apunta desde el torreón a los periodistas de Perú21 que cumplían con su trabajo desde el penal. “Tengo permiso para dispararles”, gritó.

 

El presidente del Sindicato de Trabajadores del Instituto Nacional Penitenciario, Julio Burga Barrera, aseguró a Perú21 que esta especie de arma (‘cazapatos’) no puede neutralizar a una persona a menos que la distancia entre el disparador y el objetivo sea muy corta.

Añadió que la persona que, de momento, está canalizando los problemas del INPE, mientras se designa oficialmente al nuevo jefe que reemplazará a Javier Llaque tras su renuncia, es el vicepresidente Marlon Florentini.