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Acho en nuevas manos
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La tauromaquia vive un momento de inflexión. Hasta hace algunos años, entrampada en el ventajismo y la previsibilidad, parecía acercarse a su término. No por incorrecta, peores cosas existen como la política, sino por la ausencia de interés por parte de nuevas generaciones. Entonces apareció un propio milenial, tan anacrónico como valeroso, que volvió a llenar las plazas tarde tras tarde volviendo a la esencia trágica y honorable de este oficio: si no te juegas la vida en él, no pasa de ser un embuste arrogante. Andrés Roca Rey le ha dado una nueva vida generacional a la fiesta.
Los Roca Rey están vinculados a Acho desde hace más de 120 años. Por eso no es casualidad ni nepotismo, sino simple consecuencia de la perseverancia que la gerencia que ha tomado la concesión de Acho por los próximos cinco años haya recaído en un contemporáneo, y primo, del torero número uno del mundo. Se trata de Juan Antonio Roca Rey, hijo del ganadero Juan Manuel, torero aficionado, y una de esas personas que de niño toreaba sillas o muebles.
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¿Generacionalmente había muchos taurinos en su promoción?
Había pocos. Lo que yo he hecho siempre es evangelizar. Primero los invitaba a conocer la fiesta en persona, porque no habían ido nunca y, si no entiendes el concepto, no tienes base para criticar. Les comentaba cómo vivían los toros de lidia en comparación con los toros de engorde. Si es que se dejan de dar las corridas de toros, esa raza se extingue. Ahí descubrían que el toro es el eje de la fiesta. Además, muchas de estas conversaciones se daban al lado de una parrilla encendida. Entonces se evidenciaba la contradicción.
Para usted esto era una actividad que hacían los mayores. ¿Esa jerarquía se fue horizontalizando?
Fue una curva, que yo considero que eso es el futuro. Nosotros tenemos que incentivar a los jóvenes a ir a los toros, porque de esa manera la fiesta prevalece. Es justamente lo que está haciendo Andrés.
¿Usted vio cómo él se hizo torero?
Nosotros jugábamos a los toros desde los tres años. Hacíamos contratos de juguete, ganadería ficticia y se soltaban seis toros invisibles y eran tres para Andrés, tres para mí. Nos divertíamos horas en el patio de su casa.
Conforme fue pasando el tiempo y Andrés se lo fue tomando más en serio, ya era claro que tenía una vocación bien establecida. Recuerdo que a los diez años teníamos un festival que se hizo en Mamacona. Yo estaba toreando, me acuerdo con tres o cuatro niños más, la misma vaca. Pero Andrés ya tenía una para él solo. Me parece que El Juli fue a esa corrida.
Cuando decidió irse a España para hacerse lo que es el día de hoy, el número uno, ya fue un cambio completamente radical. Nosotros seguíamos en el colegio. Nos veíamos todas las semanas y hacíamos cosas de niños, íbamos a quinceañeros. Cuando tomó ese compromiso, supe que era en serio. Comenzó a entrenar absolutamente todos los días y a tener contratos. Dejó de tener la vida normal de un joven.
¿Cuál es la manera de explicar lo que significa Andrés en estos momentos?
Una revolución; esto es una revolución. Plaza que va, plaza que llena. Nadie más pisa los terrenos que él pisa. Tiene una manera totalmente natural de comunicarse con la gente. Hay personas que, cuando tienen fama, se olvidan del resto, pero él sigue siendo el mismo Andrés que yo conocí hace 20 años, pero, claro, ahora con el peso de ser figura del toreo.
Tiene un compromiso muy fuerte con la afición provinciana. ¿Es así?
Muy fuerte, que se amplifica al ser el número uno. Otro limeño que triunfa en Europa vendría a meterse en el hotel más bacán, se iría a su fiesta, y se regresa al avión. Andrés llega al Perú y se va de frente a buscar a la afición de provincia. Creo que tiene que ver con mostrar la gratitud de todos estos años que lo han tratado bien en su país. Está devolviendo.
¿Qué se necesita para ser figura del toreo?
Se necesita inteligencia para poder examinar a cada toro y saber qué lidia le das para permitir que aflore su raza, valor y, de ser posible, indultarlo. Pero también tienes que ser inteligente para lidiar con el público… Además, hay un factor que solamente Dios te lo da. Si tú estás tocado por ese don, pues ya tienes buen tramo del camino hecho. La conexión de Andrés con el público es impresionante. Tiene una presencia en la plaza, una manera de andar, que te hace saber que es un predestinado. Pero hay una combinación muy interesante dentro de esa arrogancia. Porque al mismo tiempo que camina sacando pecho, se tira al suelo con los niños en Cajamarca cuando lo quieren conocer. En una persona de lo más cálida y aterrizada. No camina en una nube.
Roca Rey ha gatillado un debate. Ha vuelto a conectar al público con un espectáculo desprestigiado y vilipendiado.
Hasta hace unos años el tema taurino vivía en la medianía y la indiferencia. Ahora hay un debate encendido y este te dice que hay interés, atracción, plazas llenas. Y esto es porque alguien está moviéndoles toda la estructura. Un peruano. Además, hay otra cosa: basta que a ti te quieran prohibir una cosa para que se vuelva más atractiva. Eso lo ves en la afición joven. Todo aquel que quiera ser torero ahora quiere ser Roca Rey.
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