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Serenos en primera línea
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“Siempre alerta de pie mi serenazgo, siempre al lado de la comunidad”, dice parte del coro del himno de los serenos. Palabras que hoy, en medio de la crisis por el COVID-19, se repiten con mucha más fuerza.
Este grupo de personas está en la primera línea de batalla contra el coronavirus, junto con los médicos, la Policía y las FF.AA., para combatir la pandemia que viene golpeando fuertemente al mundo y al Perú. Hoy no se enfrentan a la delincuencia de su distrito. El enemigo ahora es invisible.
El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) reveló, en febrero de este año, que hasta marzo de 2019 se registraron 28,702 personas que se dedicaban a labores de serenazgo, de las cuales el 84.1% eran hombres y el 15.9%, mujeres. El 41.9% de estos trabajadores se encuentran en la capital.
Solo en la Municipalidad de Lima hay más de 1,500 serenos y aunque este virus ya los afectó – ya se registró un fallecimiento y hay 13 que estarían contagiados– la “vocación de servicio”, señalan, los impulsa a seguir trabajando.
Este diario conversó con cuatro de ellos, quienes han encontrado en los aplausos, en los agradecimientos y las sonrisas de las personas, una motivación para despertarse cada día para acudir a la emergencia, a la repartición de comida y a trabajar en convencer a quienes aún no entienden que esto no es juego.
César Morales - Agente
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Tiene una placa de titanio en el rostro por una piedra que le tiraron unos ambulantes. Estuvo a punto de morir en el incendio de Mesa Redonda en 2001 y lo golpearon en el desalojo de la Parada, pero no tiene freno. ‘El cazador’, como lo conocen sus amigos, tiene como herramientas su cámara y su radio. Con eso se escabulle para seguir y grabar a los ladrones. Hoy su faceta de escurridizo cazadelincuentes ha disminuido, pero igual es útil para la institución. Recientemente, durante uno de los días de confinamiento, ayudó en la calle a una mujer con cinco meses de embarazo para que no muriera desangrada.
César recuerda que sentía un poco de temor cuando grababa a los delincuentes por lo que le pudiera pasar. Con el coronavirus sus miedos van por otro lado. “Si me pasara algo, pongo toda mi fuerza para salir de eso; pero sí me preocupan mis familiares”. Sin embargo, ello no lo detiene. No le cansa el trabajo, y entiende que si debe alquilar un cuarto fuera de casa para no exponer a sus seres queridos, está dispuesto a hacerlo.
Segundo Sifuentes – Supervisor
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No se considera un héroe, pero gracias a él hoy una mujer está viva. Hace unos días, en medio de la cuarentena, recibió una llamada: una mujer estaba apunto de saltar de un séptimo piso en el Centro de Lima. Abrumada por una enfermedad, quiso acabar con su vida, pero la rápida intervención de Segundo, y de uno de sus compañeros, evitó que eso ocurriera. Su trabajo lo apasiona. “Tengo vocación por servir a las personas, una vocación que está en el corazón”, sostiene. Pero todo lo que ha vivido en este oficio no se compara con lo que sucede hora, “porque nos enfrentamos a enemigos invisibles, porque cuando salimos es un guerra”. Pese al entusiasmo y al empeño que le pone a su labor, que empieza a las 4 de la mañana, encuentra en estos momentos un obstáculo: Las personas que no toman conciencia de lo que está pasando. En sus patrullajes se encuentra con gente que sale después del toque de queda, o que consume bebidas alcohólicas en la calle. Esa falta de empatía y solidaridad no logra comprenderla.
Joselyn Orcoapaza - Brigada canina
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Los motivos económicos no le permitieron hasta la fecha obtener su bachiller en Educación. Sin embargo, hoy tiene otra inspiración: ayudar a los más afectados por la pandemia. Confiesa que hace unos días comprendió realmente el trabajo que realizaba junto a sus compañeros cuando se le encomendó entregar alimentos a los más necesitados.
“Derramé algunas lágrimas cuando apoyé en una repartición de víveres. Ahí es donde vi la gran labor que realizamos como personas y eso nos motiva a cada uno de nosotros”, cuenta. Para Joselyn, lo que experimentó en esos momentos no se puede describir en palabras. “Fue inexplicable”, dice.
En sus más de siete meses de labor ya ha enfrentado otros males como el machismo. Y es que al ser guía canina ha recibido frases como “el perro te lleva a ti”. Pero con su trabajo ha demostrado que está preparada para ocupar el puesto que tiene. Hoy espera que el virus desaparezca y que se lleve consigo el chip machista que tienen algunos en la cabeza.
Freddy Castillo - Conductor de patrulla
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Aunque es tímido al momento de hablar, las palabras no importan cuando de atender una emergencia se trata. Tiene más de dos años como sereno y ya ha formado parte de varias intervenciones. En estos días ha notado la reducción de la delincuencia, pero tras el volante ahora ve otras realidades. Siente que las necesidades de la gente que está en la calle han cambiado, ya no es tanto el tema de la seguridad. “Ahora se ven a muchos que sufren porque tienen hambre”, cuenta.
Una de las cosas más difíciles para él es ver a niños sin protección, sentados en las veredas y muertos de hambre, pues tiene un hijo de solo nueve años y no quiere que sufra lo mismo. “Yo trato de apoyarlos, les brindo algo, un pan o un yogurt”, dice algo apesadumbrado.
Pero esa misma tristeza luego se disipa cuando recuerda que su familia lo espera en casa: “Estamos haciendo todo esto unidos. En este momento nos toca ser mejores personas, mejores padres, mejores hijos, mejores seres humanos”.
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