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Recuerda a Esteban Chávez Martínez, el Superman que le daba color al centro de la ciudad [FOTOS]
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Esteban Abel Chávez era el Superman peruano que recorría las calles del Centro de Lima. (Anthony Niño de Guzmán/GEC)
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Esteban Abel Chávez era el Superman peruano que recorría las calles del Centro de Lima. (Anthony Niño de Guzmán/GEC)
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Esteban Abel Chávez era el Superman peruano que recorría las calles del Centro de Lima. (Anthony Niño de Guzmán/GEC)
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Esteban Abel Chávez era el Superman peruano que recorría las calles del Centro de Lima. (Anthony Niño de Guzmán/GEC)
Fecha Actualización
El calor derrite el Centro de Lima en enero y solo un sujeto es capaz de caminar con una gabardina encima. Esteban Chávez pisa los enormes adoquines de la Plaza de Armas entre las miradas de la gente. Risas tímidas acompañan sus pasos, también saludos fraternos. Cruza la pileta central y una que otra burla ya comienza a aparecer. Superman está acostumbrado a ese tipo de cosas.
“A luchar por la justicia, a luchar por el amor”, exclama el superhéroe a un policía que lo cruza. La joven autoridad apenas sonríe y avanza más rápido, también lo apura el calor.
En menos de un minuto, este Superman repite las frases cinco veces más.
SUEÑO DE NIÑO
De pequeño, Esteban Chávez soñaba con ser torero. No conocía a los superhéroes. Se imaginaba corriendo en Acho, la enorme plaza que se alzaba a pocas cuadras de su casa en Barrios Altos. Con 16 años ya había sentido el vértigo de correr teniendo un animal respirándole en la espalda. Sus primeros ensayos fueron con toretes, los entrenaba para que en unos meses entren al ruedo de los consagrados.
Un golpe lo dejó fuera. Un toro joven lo embistió de tal forma que logró espantar al sueño de ser matador. "Me dio miedo", afirma, cuarenta años después. Lo que más extraña de aquella época son sus botas negras con espuelas, esas que le daban –asegura– un aire de importancia al caminar por las calles.
Esteban abandonó el sueño de convertirse en matador, pero no el de andar vestido con un disfraz. Comenzó su aventura de probar trajes: El Zorro, Conde Drácula, Elvis Presley, el Che Guevara y Carlos Gardel fueron algunas de los personajes que vistió.
EL SUPERHÉROE DEL DAMERO DE PIZARRO
Una gabardina roja cubre su cuerpo enjuto. Debajo, un polo azul que está pronto a convertirse en celeste aún deja ver la letra 'S'. Un pantalón holgado cubre sus flácidas piernas. La correa es amarilla, tal como nunca se lo imaginaron Jerry Siegel, Joe Shuster, los creadores del superhéroe original. Las botas las compró de remate. Una montura negra es el último accesorio, lo que completa el disfraz.
Pero a simple vista Esteban es incapaz de ser un superhéroe. Es flaco, tardo de palabra, despistado, débil y sin sentido del humor. No tendría cabida nunca en un cómic, menos en una película.
El secreto está en la gabardina, asegura Esteban. Con la enorme tela roja adquiere valor. Cambia la mirada y aparece el personaje.
"A luchar por la justicia, a luchar por el amor", se escucha por enésima vez. Ahora la frase fue dirigida a unos niños, que están a punto de llorar.
Esteban Abel ya forma parte del Centro de Lima. Comenzó hace 24 años, cuando decidió vestirse del superhéroe de DC, tras probar un sinfín de personajes. No tenía propósito alguno, pero pronto cayó en la cuenta que su dosis de locura le podía generar ciertas ganancias.
Inició una carrera de jalador en tiendas. Con su traje de superhéroe no le sería difícil llamar la atención, por lo menos la suficiente para atraer a algunas de las miles de personas que transitan a diario por el damero de Pizarro.
Trabajó por más de una década en una agencia de viajes, a pocos metros de la Plaza de Armas. Luego de su puesto como vigilante de un cine, fue el empleo más estable que ha tenido hasta momento. La "crisis", como relata, hizo que abandone el puesto en 2013. Desde ahí la vida se ha hecho un poco más dura para este caballero, que ya está a punto de pasar los 55 años.
A Esteban Abel le toma cerca de una hora vestirse como Superman. Comienza su jornada a las 11 del día con el bloqueador solar cubriendo todo su rostro. Pasea por las calles del centro en la búsqueda de alguna tienda que se anime a contratarlo por unas horas. “No me va mal”, repite convenciéndose, mientras se acomoda la 'S' que ha formado con su cabello y que descansa en su frente.
"Necesito teñirme pronto", exclama, revelando que sus patillas también ya son blancas.
Cuando el sol termina de ocultarse, Esteban Abel sabe que tiene que volver a casa. Se arregla el traje, da media vuelta y regresa por el Jirón Áncash hacia Barrios Altos. Sigue dando saludos mientras camina a paso lento, nunca aprendió a volar.
*Esta nota fue publicada originalmente en 2016.
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