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Contra la TV basura y por una cultura impuesta e impostada
La mirada crítica de Hernán Migoya sobre la protesta contra la televisión.
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La mayoría de intelectuales honestos saben que la baja y la alta cultura a veces solamente se diferencian en el tiempo en que son juzgadas. Lo que ayer era considerado entretenimiento de la peor estofa, del más ínfimo gusto y para las clases más bajas (porque la alta cultura siempre es clasista), hoy puede que nada más se sirva como plato para cuatro paladares finos.
Los que no saben ver eso o son muy bobos o muy interesados. Y además, en el fondo a la mayoría la TV les importa un bledo, porque no la consideran un medio respetable ni respetan su lenguaje propio. Y lo que es peor: ¡jamás caerían tan bajo como para consumirla, sean cuales fuesen sus contenidos!
En el panorama mediático peruano, uno de los pocos opinadores cuyo enfoque sobre la Marcha contra la TV Basura que se celebra hoy me parece siempre interesante es Fernando Vivas, tal vez porque resulta casi el único comentarista que se digna ver tanto programas de la farándula nacional como delicatessen de la ficción internacional. Personas como él harán que realmente la TV se vuelva más plural y sensible a propuestas culturales más diversas.
Casi todas las demás opiniones leídas me han parecido muy sesgadas – incluida la mía, que antes que nada soy creador de ficción y anhelo la libertad más absoluta para crear: por tanto, no pido que la cercenen en los demás artistas, me guste su arte o no – y, en los casos de algunas mentes supuestamente eminentes, sorprendentemente maniqueas. Cuando se parte del hecho de que todo lo que se hace en la televisión peruana es basura (y, por el contrario, lo que uno mismo produce es oro de 24 kilates) no se puede pretender ser imparcial en su regulación.
Hace unas semanas, el actor metido a productor Lucho Cáceres se quejaba de que su serie Somos family había sido maltratada por el canal que la emitió y canceló al poco tiempo de estrenarla. Pese a que él defendía que el contenido de la serie era más digno de lo habitual en la ficción del ente peruano, a nadie con tribuna pública pareció importarle demasiado.
Seamos francos: no la vio casi nadie con presencia en los medios… ni los que están contra la telebasura, que en esos momentos debían estar descargándose Better Call Saul en su computadora. Ni yo la vi, pero tengo excusa: a mí SÍ me gusta la telebasura, no propuestas de factura más o menos convencional. Un detalle: Fernando Vivas fue el único que se molestó en verla:
Creo que cuanto más control se ejerza sobre la cultura popular propia (en este caso la difundida por la TV peruana), más se impondrán los estándares extranjeros para decidir qué es basura o nocivo para la población.
Con todo lo que le detesto, tal vez si 'Peluchín' hubiese sido un cómico yanqui y hubiese presentado con desfachatez los Oscar sin tener ni idea del nombre de ningún actor ni director ni nada relacionado con la industria cinematográfica, se habría vuelto tendencia profesional y hubiese marcado un hito, triunfando en todo el mundo. A continuación, quizá los canales de todos los países imitarían la iniciativa y contratarían 'Peluchines' de todos los colores para presentar los Oscar de los siguientes años, inaugurando un nuevo modo audaz e internacional de conducción televisiva.
Qué pesadilla, ¿verdad? Pero todo podría ser…
Un último matiz: la telebasura bien entendida moderniza la sociedad y flexibiliza su tolerancia moral, dado que parece ser el único ámbito de la TV peruana donde se pueden ver homosexuales siéndolo abiertamente o mujeres de 50 años manteniendo romances con chicos de 20. El resto de la tele, la programación "seria", está casi monopolizada por señores y señoras pomposos y en traje, todos APARENTANDO saber mucho y muchos DISIMULANDO lo que son realmente.
¿Esa es la TV que se desea?
Pero, a fin de cuentas, ¿qué importa? Seguiremos persiguiendo y prohibiendo todo lo que veamos de transgresor y novedoso en nuestras culturas, pero aplaudiéndolo si antes ya ha habido un precedente en la cultura yanqui.
Que es la que sí nos importa de veras.
Por: Hernán Migoya (sexo21@peru21.com)
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