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“Vamos a volver” [CRÓNICA DEL GOL QUE POR FIN GRITAMOS]
Perú no mereció irse del Mundial tan pronto y lo acaba de demostrar con una victoria frente a Australia. El gol esperó 36 años y la victoria, 40.
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Paolo Guerrero celebró la victoria con un polo de Jefferson Farfán. (Reuters)
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“Quien no ha sentido la tristeza en el fútbol, no sabe nada de la tristeza”. Nunca Julio Ramón Ribeyro había tenido tanta razón. Perú venció a Australia y consiguió el mayor consuelo del hincha peruano: gritar una victoria en Rusia. Hizo una de las tres glorias a alcanzar en un partido y estuvo a un palo de sumar dos. Perú ganó dos a cero. No goleó, tampoco gustó, solo ganó. Y en un Mundial una victoria se celebra, se festeja, se llora. ¿Cómo nos iba a defraudar esta selección que tanta alegrías nos dio?
“Saldremos con el cuchillo entre los dientes”, prometía el capitán Paolo Guerrero un día antes. El país no pedía, imploraba gritar un gol suyo. Los más hinchas, en cambio, soñaban solo con la victoria. Quizás era demasiado para una selección que había tardado 36 años para asistir a un Mundial, quizás lo era para una selección que no gana en una Copa del Mundo desde 1978.
Perú salió hoy con presión, no peleaba a nada pero retornar con las manos vacías luego de días mágicos habría derivado en estos instantes en una depresión nacional. Los australianos tenían las esperanzas de pasar de ronda, lo suficiente para salir con más cuchillos entre los dientes que Guerrero. Con cuatro mundiales seguidos, la experiencia en este tipo de partidos tenía que venir de oceanía.
Y el partido fue trabado desde un inicio. No pasaron ni nueve minutos y el barbón Arzani colocó su chimpún en el escudo de la FPF. Lo doloroso es que se trataba del símbolo que llevaba el menudo Christian Cueva en el pecho, al lado del corazón. Falta y tarjeta amarilla, pero sobre todo el aviso de que más que fútbol el país de los canguros ofrece fuerza y potencia. Y las armas les sobraban. Su promedio de altura, 1.81, era mayor en 10 centímetros que el de Perú.
Pero antes del medio cuarto, cuando el rival más apretaba, la injusticia tocaría sus puertas y Perú sería el beneficiado. Un tiro largo de Yotún caería a los pies de Guerrero. El capitán iniciará entonces una serie de artilugios con su pierna diestra para ganar tiempo y alocar a Sainsbury. Un pasito a la izquierda, otro a la derecha, amague, amague, centro al otro lado. Ni la cámara se había percatado que una culebra de testa rubia venía acechando por la derecha. André Carrillo y toda su magia empalmaron un balón que apenas tocó el pasto para ingresar limpia al arco de Ryan.
Go-la-zo.
El bendito gol peruano había llegado y de qué forma. La espera de 13, 152 días terminaba con un misil lanzado por Carrillo. A miles de kilómetros de Sochi, en algún lugar del Perú, el sexagenario Guillermo La Rosa, el último en anotar en un Mundial, sonreía. El resto, lloraba.
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Pero los aplausos para Carrillo nunca dejaron de sonar. Ya con 27 años y para el bien de la selección, el volante por fin entendió que es un crack y que el mundo no se puede perder de sus desdobles, amagues y magia. La ‘culebra’ se desliza por el campo como el quiere. Corre, para, asiste y remata. Con Farfán y Guerrero acariciando el final de su carrera, el nuevo caudillo ya prepara los goles.
Y cuando la selección festeja el que no puede faltar es el capitán. Paolo Guerrero, el jugador que jugó su propia clasificatoria al Mundial en los tribunales de Suiza hizo posible su sueño al minuto cuarenta y nueve. Cueva, redimiéndose, corrió por izquierda para darle un pase. El capitán, al que nadie le quita el olfato de gol, tiró con la izquierda para disparar y sacar ese grito al que nunca renunció. El sueño de pequeño se hacia realidad.
Desde afuera, Gareca alzaba las manos. Vibraba imaginando el destino de Perú si esa dupla se hubiese juntado ante Dinamarca y Francia.
El marcador no se movió más. El palo y otra serie de infortunios nos dejaron con el aire del tercero en nuestros pulmones. También se vinieron otros sustos que ya se olvidaron. Lo que promete perpetuarse por siempre son los gritos soltados por Carrillo y Guerrero y los abrazos que nos dimos celebrándolos. Perú se despide de un Mundial y lo hace mirado arriba, al futuro. Caer eliminados duele, cómo negarlo, pero como acaba de decir el veterano Paolo Guerrero con lágrimas en los ojos y despojándose de todas las luces y poniendo primero a sus compañeros: “Esto es apenas el comienzo”. La selección de Gareca ha encontrado un norte, por fin en 36 años.
“Vamos a volver”, ha dicho el joven Renato Tapia y todos le creemos.
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