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Challenger: A 35 años de una tragedia espacial vista en vivo y en directo
Cinco astronautas y dos civiles perdieron la vida instantáneamente ese 28 de enero de 1986. El programa de estos inmensos aviones espaciales había empezado en 1981.
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Ese martes 28 de enero de 1986, el mundo enmudeció con la noticia. Quedó paralizado con una imagen imborrable para toda una generación que vio, en vivo y en directo, cómo el transbordador Challenger, con siete tripulantes en su interior, se incendiaba y luego explotaba, tras permanecer 73 segundos en el cielo de Florida, Estados Unidos.
Fueron dos civiles y cinco astronautas las víctimas del peor desastre espacial visto hasta hoy en día. El Challenger había hecho un vuelo anterior sin novedad, y aquella era su segunda salida al espacio. Era un transbordador relativamente nuevo, pero el programa en el que participaba ya tenía su recorrido, pues aquella era su misión número 25 desde 1981.
A las 11.38 de la mañana, de ese soleado 28 de enero de 1986, empezó a desatarse el terrible destino en un minuto y segundos para el comandante Francis “Dick” Scobee, el copiloto Michael Smith, Ellison Onizuka, Ronald McNair, Judith Resnik, así como para los civiles, el ingeniero de satélites Gregory Jarvis y la profesora de inglés e historia en la escuela de Concorde, en New Hampshire, Christa McAuliffe.
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McAuliffe era la primera profesora privada en viajar al espacio. Esa era otra razón más por la que aquella misión, más que otras veces, había atraído la atención mundial. Pero los alumnos de Christa quedaron sin palabras al ver a su guía desaparecer en segundos.
¿CUÁL FUE LA CAUSA DE LA EXPLOSIÓN?
Se trató de un desperfecto en el impulsor de los tanques laterales de combustible sólido, con más precisión, en los anillos de cierre de los cohetes propulsores, donde hubo una fuga de gases que ocasionó el incendio y la explosión del transbordador. El Challenger se hallaba a solo 16 kilómetros de altura. Estaba a la vista de todos.
El canal de cable CNN transmitió las imágenes en que se observó que el Challenger o los restos de este cayeron en las aguas del Océano Atlántico, frente a Cabo Cañaveral (Florida). La nave se desintegró en segundos, y lo primero que se derritieron fueron las miles de losetas que cubrían el exterior de la nave para protegerla del calor que generaba la fricción al entrar en la atmósfera. Con los años, estas losetas fueron cambiadas por otras más resistentes y fáciles de colocar.
Este error técnico y humano, finalmente, sin duda una clara demostración de menosprecio por el riesgo, detuvo por cuatro años prácticamente el programa espacial estadounidense, y le restó por años prestigio a su tecnología espacial, muy bien aprovechada luego por la URSS y China. La NASA debió garantizar que esto no se volvería a repetir o que al menos las probabilidades de ello fueran mínimas, para reiniciar sus vuelos en transbordadores espaciales.
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Así, recién en enero de 1990, el transbordador Columbia retomó el proyecto (estuvo 11 días en el espacio, todo un récord) y realizó el tercer aterrizaje nocturno en la historia de los transbordadores y el primero después de la tragedia del Challenger. Parecía que la confianza volvía, hasta que ocurrió un incidente de 1992: en setiembre de ese año, a 6 años y medio de la tragedia, los técnicos de la NASA descubrieron durante una inspección de rutina, una avería en uno de los cierres de goma de un tanque de combustible sólido del transbordador `Discovery’.
Este ‘hermano’ del Challenger tenía previsto ser lanzado dos meses después, en noviembre de 1992. De inmediato, se abrió una investigación porque nadie quería volver a ver esas imágenes espantosas de un transbordador hecho pedazos en las pantallas de sus televisores. Desde entonces, no hubo más sorpresas negativas.
¿PUDO EVITARSE LA TRAGEDIA DEL CHALLENGER?
Sí, si es que tomamos en cuenta la versión de Bob Ebeling, ingeniero que trabajó en la compañía Morton Thiokol contratada por la NASA, y cuatro colegas suyos quienes alertaron a los responsables de la misión Challenger que, en caso de frío extremo, las junturas de goma del tanque de combustible podían fallar.
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Ellos recomendaron posponer el lanzamiento hasta tener un mejor clima, pero los ejecutivos de la empresa y la agencia espacial de Estados Unidos les dijeron que no, al menos esa es la versión de Ebeling, confesada en el 2016, a 30 años de la tragedia, ya en plena vejez y luego de vivir deprimido y con intensos remordimientos.
El proyecto de los transbordadores continuó con total seguridad, debido a un trabajo de reingeniería en sus sistemas de seguridad, que incluyó también que los ingenieros de la NASA diseñaran un sistema rudimentario de escape para que los astronautas abandonen la cabina en caso de emergencia.
El proyecto llegó a 1996, diez años después del accidente, contando 49 vuelos exitosos. Estos súper aviones espaciales seguirían volando hasta julio del 2011 (con el Atlantis), luego de 30 años de servicios activos, pues en abril de 1981, el trasbordador Columbia había inaugurado esta etapa importante de la era espacial estadounidense.
Desde 1987 hasta hoy, a las 11.38 de la mañana de todos los 28 de enero, los empleados de la NASA y otras agencias que trabajan en el Centro Espacial Kennedy, guardan 73 segundos de silencio.
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