En diciembre del año pasado, el Papa Francisco, quien falleció a los 88 años, reafirmó su visión para el futuro de la Iglesia Católica al elevar a 21 prelados de diversos continentes al rango de cardenales, consolidando una significativa presencia latinoamericana dentro del cuerpo eclesiástico.
Este décimo "consistorio ordinario" desde su elección en 2013 representó un paso más en la consolidación del legado del pontífice argentino y en la conformación de un Colegio Cardenalicio que, llegado el momento, deberá elegir a su sucesor.
Francisco designó a casi un 80% de los 140 cardenales "electores", aquellos menores de 80 años con derecho a voto en el cónclave, lo que subraya su influencia en la futura elección papal.
Miles de personas, entre ellas, mandatarios de todo el mundo, dieron el último adiós al sumo pontífice.
Una característica distintiva de las designaciones de Francisco ha sido su enfoque en diócesis remotas, ubicadas en lo que él denomina las "periferias" del mundo, incluyendo lugares donde los católicos son minoría. Esta práctica rompe con la tradición de otorgar automáticamente el cardenalato a arzobispos de grandes e influyentes diócesis como Milán o París.
La reciente promoción de cardenales siguió esta misma línea, otorgando una representación considerable a América Latina y Asia, con solo dos nuevos cardenales provenientes de África (de Abiyán en Costa de Marfil y de Argel).
Entre los nuevos cardenales latinoamericanos se encuentran figuras relevantes como el arzobispo de Lima, Carlos Gustavo Castillo; el arzobispo de Santiago del Estero y primado de Argentina, Vicente Bokalic; el arzobispo de Guayaquil, Luis Gerardo Cabrera; el arzobispo de Santiago de Chile, Fernando Natalio Chomali; y el arzobispo de Porto Alegre, en Brasil, Jaime Spengler.
En su momento, Francisco expresó que su intención era "profundizar esta línea de una Iglesia abierta".
La región de Asia-Pacífico, con un notable crecimiento en la última década, fue representada por el belga Dominique Joseph Mathieu, arzobispo de Teherán-Ispahán; el arzobispo de Tokio; y el obispo de la comunidad ucraniana en Melbourne, Australia.
La potestad de elegir a los cardenales recae exclusivamente en el Papa, quien los selecciona basándose en sus propios criterios y prioridades. Estos prelados tienen la misión de asistir al Santo Padre en el gobierno central de la Iglesia. Si bien algunos residen en Roma y desempeñan funciones en la Curia Vaticana, la mayoría ejerce su ministerio en sus diócesis de origen.
La creación de nuevos cardenales es un evento seguido de cerca por los expertos en religión, quienes lo interpretan como un indicio de la posible orientación del futuro líder espiritual de la Iglesia Católica y sus aproximadamente 1.400 millones de fieles.
Aunque Francisco había insinuado la posibilidad de renunciar, siguiendo el ejemplo de su predecesor Benedicto XVI, la elección de un nuevo Papa siempre está rodeada de incertidumbre. Incluso entre los cardenales designados por Francisco, no todos comparten necesariamente sus ideas, e incluso algunos se han manifestado abiertamente en oposición a ellas.
Algunos analistas sugieren que la gran diversidad del Colegio Cardenalicio actual, cuyos miembros a menudo se conocen poco entre sí, podría llevar al próximo cónclave a buscar una figura fuerte y equilibrada que logre inspirar confianza colectiva en la elección del nuevo pontífice.
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